Los golpes de liquidez, como el aluvión actual en los mercados financieros internacionales, son frustrantes y desagradables. Sus efectos pueden ser indiscriminados, como ahora. Son difíciles de explicar racionalmente y, por ello, pueden volverse incapacitantes. Pese a ello, a menudo crean oportunidades interesantes para quienes conocen la dinámica subyacente y saben hacia dónde mirar.
Veamos de una forma sencilla este fenómeno: supongamos que estamos sentados en una habitación y, de repente, se extrae todo el oxígeno. Lo más probable es que acabemos todos en el suelo jadeando, independientemente de nuestro estado físico inicial (un dato importante).
Esa uniformidad de la respuesta fisiológica no perdurará cuando el oxígeno reaparezca gradualmente (siempre y cuando no se haga esperar). Algunos se recuperarán relativamente deprisa y otros lo pasarán peor e incluso puede que nunca se recuperen.
Así es como funcionan los mercados financieros cuando surge una retirada repentina y sustanciosa de liquidez. La situación se remedia de dos formas. Los antipáticos indicadores técnicos del mercado se acaban ahogando y los participantes en el mercado con hojas de balance sanas (privadas, públicas o ambas) intervienen para ofrecer liquidez estabilizadora.
Mientras tanto, se consigue lo que los economistas llaman el "equilibrio múltiple adverso". En lugar de una reversión, el resultado desfavorable aumenta las probabilidades de un desenlace todavía peor. Los mercados caen por debajo de lo que garantizarían los fundamentos y las caídas pueden ser considerables en el contexto de una exuberancia excesiva del mercado dirigida a la implosión de liquidez.
MÁS: "Los tipos de interés ultra bajos restan seguridad a los bonos". En las últimas semanas hemos presenciado la emergencia de esa dinámica ("Lo que los mercados nos quieren decir").
El combustible ha sido la desconexión excesiva entre los precios y los fundamentos financieros. La chispa del mercado próximo fue la preocupación de que la porción subyacente (la fe excesiva de los inversores en el poder y la efectividad de los bancos centrales) estaba siendo socavada por los signos de incoherencia política y unos datos económicos no exactamente estelares ("Lo que hay en juego en los datos del empleo de Estados Unidos").
Las dislocaciones de liquidez afectaron en un principio a los mercados más apalancados y menos líquidos, como los emergentes, incluida la deuda local y corporativa, y los bonos de alto rendimiento. Se hicieron patentes en unos diferenciales más amplios y volátiles del precio y la demanda, la menor disposición de los agentes a crear mercados, y la preocupación de los inversores de que salir del mercado ya no sea una opción viable como creían antes.
La confusión resultante, incluida la brecha de precios hacia arriba y (sobre todo) abajo, desencadenó unas reacciones que transmitieron gradualmente las dislocaciones a los mercados globales. La cascada fue en principio gradual y secuencial pero podría volverse desordenada e indiscriminada. Ya no se trata sólo de los mercados emergentes y el alto rendimiento, ni está contenido en los mercados de divisas, con un yen especialmente inestable.
El fenómeno se hace patente en los bonos con grado de inversión y los vinculadores de la inflación. Es cuestión de tiempo hasta que aseste un duro golpe a los bonos estatales europeos, en particular de las economías más débiles. A falta de un cortacircuito, hasta podría llegar a Estados Unidos y los títulos europeos.
En estas circunstancias, casi todos los enfoques de asignación de activos corren riesgo, sobre todo cuando las matrices tradicionales de correlación se derrumban de repente. Las estrategias de operación de volatilidad y VAR se ven afectadas especialmente, obligadas a desapalancar en los mercados con problemas de liquidez. Los flujos externos de fondos mutuos y otras cuentas acentúan los trastornos, tanto como los inversores multifacéticos que se habían aventurado mucho en las clases de activos sin referencia y ahora apenas logran acercarse a las referencias.
MÁS: Jamie Dimon, "Prepárense para más volatilidad". Aun así, hay un dato positivo importante que acompaña al sentimiento general de ansiedad y caos. Mientras algunos precios caen en picado irremediablemente, los inversores encontrarán oportunidades con las que antes sólo soñaban. La clave es identificar las que están ancladas en fundamentos sólidos, incluso si esa ancla se ve eclipsada por ahora por un desagradable indicador técnico de mercado. Es fundamental medir y calcular estas operaciones bien, ya que podría materializarse más volatilidad.
Ya estamos viendo de nuevo la emergencia de valor en algunos segmentos de los mercados emergentes (bonos locales de los países emergentes de más alta calidad y crédito externo -soberano, casi soberano y algunas empresas- en economías con colchones masivos de reservas y prácticamente sin deudas), parte de la curva de rendimiento en los mercados de bonos del estado de economías avanzadas (incluida la parte intermedia de la curva de rendimiento) y algunas operaciones de volatilidad con vencimientos cortos.
Navegar con éxito por el entorno volátil del mercado actual y aprovechar las oportunidades del mercado exige una combinación de gestión cuidadosa del riesgo, un marco de trabajo analítico que distinga las señales del ruido y, por supuesto, inteligencia atrevida.
Los inversores que combinen resistencia y agilidad deben esperar un conjunto creciente de oportunidades relacionadas con la caída que surgirán próximamente, sobre todo porque la inestabilidad actual del mercado podría necesitar algún tiempo hasta que alcance el punto de agotamiento natural o intervenciones de liquidez.