
Hace poco más de una semana, Ben Bernanke, el guardián de la Reserva Federal estadounidense, sacaba pecho y aprovechaba su comparecencia en la London School of Economics para defender a capa y espada su política monetaria. "Debido a que un crecimiento económico más fuerte confiere efectos secundarios beneficiosos a la actividad comercial, estas políticas no empobrecen al vecino", afirmó el funcionario.
De esta forma, el economista aclaró que sus medidas de estímulo, no sólo sanan la recuperación en EEUU sino que también curan los males económicos del resto del mundo.
Balance de 90.000 millones
En cierta forma tiene razón. Sus políticas extraordinarias se han convertido en el escudo que ha conseguido blindar a la mayor economía del mundo no sólo de los efectos colaterales dejados atrás por la crisis financiera de 2008 sino también de la tormenta soberana que truena todavía sobre el Viejo Continente. No debemos olvidar que la Reserva Federal ha inyectado miles de millones de dólares en liquidez en el sistema bancario en los últimos cuatro años y medio.
El banco central de EEUU ha logrado mantener la tímida recuperación del país gracias a su respiración asistida, donde la Fed ha comprado una cantidad de títulos sin precedente histórico, principalmente activos hipotecarios y bonos del Tesoro. En el proceso, su balance se ha disparado desde los 900.000 millones de dólares hasta los 3,1 billones de dólares aunque se espera que la factura ascienda hasta los 4 billones de dólares a finales de este año. De momento, el esfuerzo merece la pena.
David Folkerts-Landau, economista jefe de Deutsche Bank, reconoce que "la recuperación mundial sigue su curso gracias al resurgimiento de EEUU". Desde el banco alemán han revisado sus previsiones de crecimiento para la mayor economía del mundo hasta el 2,3% este año, desde el 1,7% y esperan que el país se expanda alrededor de un 3,2% en 2014. "Las preocupaciones fiscales han desaparecido y la mejora del mercado laboral continúa", estiman en Deutsche Bank.
Los esfuerzos de Bernanke y sus chicos, que actualmente compran 85.000 millones de dólares mensuales en bonos del Tesoro y activos respaldados por hipotecas en su tercera ronda de flexibilización cuantitativa (QE, por sus siglas en inglés) parecen dar sus frutos. A ello habría que sumar su política monetaria, que a día de hoy mantiene aún los tipos entre el 0 y el 0,25%, una tendencia que no cambiará mientras la inflación se mantenga constante y la tasa de paro no descienda hasta el 6,5%
La maniobra
Aún así, dadas las señales de recuperación, los funcionarios de la Fed no ignorarán el contexto actual y serán los primeros en liderar la retirada de la política ultra acomodaticia de los bancos centrales. "Veremos señales de una disminución de compras de activos del actual QE en el verano y una salida completa en el último trimestre del año", indica Folkerts-Landau. "La primera subida de tipos debería tener lugar a comienzos de 2015", añade. Sin embargo, la pregunta que corre por la mente de muchos es cómo orquestará la Fed una maniobra de este tipo sin dañar la moral de los inversores ni crear problemas en su hoja de cuentas.
Desde el Consejo de Relaciones Internacionales de Nueva York, Benn Steil, director del Departamento de Economía Internacional, considera que la Fed debe vender su cartera de activos respaldados por hipotecas al Departamento del Tesoro a un valor nominal a cambio de una cantidad equivalente en bonos del Tesoro de nueva emisión con el fin de facilitar el intercambio. Steil considera que la Fed podría terminar este año absorbiendo un total de 1,5 billones de dólares en activos hipotecarios, cerca del 30% del mercado.
"Este no es el tipo de mercado en el que la Fed querrá vender activos cuando crea preciso endurecer las condiciones monetarias", explica. Al fin y al cabo, las ventas de activos hipotecarios directamente al mercado tienen el potencial de generar grandes caídas en el precio de dichos activos, por lo que sería más costoso para los bancos emitir hipotecas, que a su vez se verían forzados a elevar los tipos de interés sobre los créditos hipotecarios. Es decir, la Reserva Federal vería como su esfuerzo de estos últimos cuatro años caería en saco roto.
"En lugar de tener que vender activos hipotecarios en el mercado con el fin de absorber dólares y frenar el crecimiento del crédito y la inflación, la Fed podría vender bonos del Tesoro", reitera Steit. "El mercado de bonos del Tesoro de EEUU es el más grande y líquido del mundo, por lo que la perturbación en el mercado sería mínima, mientras que el impacto en las tasas hipotecarias y los precios de las casas sería más moderado y menos brusco que si la Fed vendiera activos hipotecarios", justifica.