Bolsa, mercados y cotizaciones

Sexo, drogas y ventas en corto: el retrato del inversor fugitivo Florian Homm

Al Gordon Gekko alemán le acribilló un sicario, permaneció seis años a la fuga cuando se hundió su fondo y ahora se enfrenta a una posible condena de 25 años de cárcel.

Cuando el sicario aparcó junto a la limusina de Florian Homm y le disparó en el pecho, él hizo lo que cualquier magnate de hedge funds con amor propio hubiera hecho: se rellenó la herida con billetes de cien dólares y llamó a su mujer con una última palabra: "vende".

Homm sabía que en cuanto se conociese la noticia de su muerte en las calles de Caracas, las acciones de Absolute Capital Management, su hedge fund cotizado en Londres y con un valor de 3.200 millones de dólares, se irían a pique. Por lo menos, pensó, su mujer podría salvarse a tiempo. Pero no falleció. Se quedó sin bazo y con una bala alojada junto a la columna, aunque a los inversores les habría convenido seguir el consejo que dio a su mujer.

En el mismo año del intento de asesinato, Homm desapareció por las acusaciones de que hasta 500 millones de dólares de activos del fondo (apuestas que había hecho Homm) carecían de valor. El precio de las acciones se hundió en más del 90% y los inversores perdieron millones. Homm se dio a la fuga, refugiándose en Colombia con medio millón de dólares escondidos en sus calzoncillos Calvin Klein.

Fin de la escapada

Hace un par de semanas, sus seis años de fugitivo llegaron a su fin cuando la policía italiana le arrestó en la galería Uffizi de Florencia, gracias a un chivatazo del FBI. Ahora espera ser extraditado a Estados Unidos para enfrentarse a los cargos de fraude presentados por la SEC, que podrían suponer una sentencia de hasta 25 años de cárcel.

Homm, de 53 años, niega cualquier mala conducta. Por si alguien tiene dudas, ha escrito un libro donde narra su versión de la historia: Rogue financier: The adventures of an estranged capitalist (El financiero canalla: las aventuras de un capitalista enajenado). Publicado en noviembre, es la peculiar confesión de una vida desmedida, "cegada por la riqueza, el poder y los placeres egoístas". Sin embargo, asegura que "por fin había empezado a distanciarse de Mammon". Ahora es un hombre nuevo y se ha propuesto limpiar su nombre.

La historia de Homm es más que el auge y la caída de un personaje épico que supuestamente se saltó las reglas en exceso. Es una ventana hacia los años gogó previos a la crisis financiera, cuando los hedge funds pasaron de ser un sector muy limitado a una fuerza económica salvaje y poderosa, con casi dos billones de dólares a su disposición y apenas la mínima supervisión regulatoria.

Era un sector que invitaba a los chorizos. Pocos eran más grandes que Homm, un ex jugador de baloncesto, fumador de puros y esnifador de cocaína, con un MBA de Harvard y debilidad por las broncas corporativas. Nacido cerca de Francfort, se convirtió en uno de los saqueadores empresariales más infames de Alemania. Solía zambullirse en las cuentas de una empresa, contratar investigadores, pagar a informantes, cualquier cosa que le diese una pista sobre la dirección del precio de las acciones para después hacer sus apuestas convenientemente. Entre sus objetivos se incluyó el principal astillero alemán y el Borussia Dortmund (el club de fútbol de la Bundesliga). Hasta se ganó un apodo: la apisonadora.

El dinero que ganó para los inversores bastaba para ayudarles a pasar por alto sus excentricidades y un currículo plagado de despidos (tres) y fechorías (le multaron y fue puesto en libertad condicional durante 18 meses por manipulación del mercado). Así era el mundo en 2007. "Era muy pintoresco", recuerda Sandy Chen, un analista de la city que conoció a Homm en Panmure Gordon, una asesoría de Absolute. "Pero entonces había muchos gestores pintorescos de hedge funds".

Marlborough House se estremeció. Bill Clinton pronunció el discurso de apertura, Madonna lanzó un llamamiento de solidaridad y se organizó una subasta entre cuyos lotes se incluía una cena íntima con Mijail Gorbachov. Los gorilas de los hedge funds estaban listos para soltarse el pelo. El artista antes conocido como Prince cumplió con un espectáculo de noventa minutos.

Era mayo de 2007. Las grandes luces del sector habían descendido sobre la mansión de Pall Mall para la gala Ark, una recaudación de fondos organizada por el financiero francés Arpad Busson. Antes de terminar la velada, el millar de financieros asistentes habían donado más de 26 millones de libras. Todo un récord. El sector estaba en su apogeo. Cinco meses después, Northern Rock sufriría su primer tambaleo, marcando el comienzo de una crisis financiera que barrería a muchos de los aspirantes a amos del universo.

Pero las grietas no habían hecho más que empezar a abrirse y el dinero seguía entrando. En 2007, la cantidad controlada por los hedge funds en todo el mundo llegó a 1,9 billones de dólares, el doble que tres años antes y diez veces más que en 1995. Era fácil conseguir crédito. Las bolsas subían como la espuma. La regulación escaseaba. Los fondos de cobertura tenían diferentes enfoques, desde el activismo abogado por Homm hasta los ordenadores algorítmicos que realizaban millones de operaciones al día, cada una con fracciones de centavo de beneficio. Todo el mundo parecía ganar dinero, Homm incluido.

Un hedge fund arriesgado

En 2002 fundó Absolute Capital Management en la sala de billar de su mansión de Mallorca. Se había retirado a la isla mediterránea en el año 2000, cuando le diagnosticaron esclerosis múltiple. Los médicos le dijeron que el sol le vendría bien. Y así fue. Su salud mejoró, pero no se contentaba con nada (una lancha motora, una colección de animales que incluía loros, patos y osos, un castillo en Alemania?).

Ya había ganado una fortuna tras décadas como inversor activista en Alemania. El mercado estaba lleno de dinosaurios industriales de poco crecimiento, listos para ser reorganizados, y la apisonadora se puso en marcha. Se apoderó de docenas de empresas, a menudo apostando a que las acciones se hundirían mediante una práctica conocida como venta en corto. Muchas veces terminaba en luchas públicas.

Homm se deleitaba interpretando el papel de Gordon Gekko y aparecía en debates en la televisión alemana, con el pelo engominado y fumando un puro cubano. Sus excompañeros de Harvard dicen que incluso en la universidad tenía una reputación y no precisamente por sus dos metros de altura. "Era alto y carismático, y estaba desenfrenado. Dictaba sus propias leyes". En su libro, Homm ha reconocido consumir cocaína y marihuana con frecuencia, aunque el subidón de las operaciones era "mejor que fumar heroína".

A medida que florecían los hedge funds, también prosperaba Absolute. En 2006, fue nombrado el mejor hedge fund europeo por la revista profesional Hedge Fund Review. Homm lo comunicó en la bolsa de Londres. Le encantaban los titulares. En 2004, los fondos que controlaba se hicieron con una participación del 25% del club de fútbol Borussia Dortmund, que en aquel momento estaba al borde de la quiebra. Ayudó a impulsar una reestructuración financiera para salvarlo de un proceso concursal y de paso sacó un buen tajo.

Sus inversiones personales incluían un puticlub en Berlín o, como él decía, el "mayor burdel del bienestar de Europa", y una discoteca en Mallorca. Pero, como a tantos otros, la crisis le sacó a la luz una debilidad fatídica y lo que los abogados de la acusación alegarían después ser el fraude en el corazón de su imperio.

En calidad de director de inversiones de Absolute, Homm había colocado cientos de millones en "acciones de centavo" en Estados Unidos. Asumir posiciones en empresas minúsculas cuyas acciones apenas se comerciaban era arriesgado por ser casi imposible venderlas. O no había compradores o los acuerdos provocaban unos giros despiadados en el precio de las acciones.

Pérdidas millonarias

Cuando golpeó la crisis, los inversores, atemorizados, quisieron sacar el dinero de los fondos de Absolute pero no pudieron. Las puertas se habían cerrado. Homm, embobado con una bailarina erótica rusa tras una dura separación de su mujer, no tenía intención de quedarse. Se llenó los calzoncillos de efectivo, tiró el móvil al puerto y se subió en un turbohélice de Mallorca a Cartagena, en la costa caribeña de Colombia. En Absolute se enteraron cuando, ese mismo día, una nota de prensa firmada por Homm anunciaba su renuncia.

El consejero delegado, Jonathan Treacher, dijo en su momento que "fue muy extraño. Acababa de hablar con él un día antes". Homm se había ido y el Gobierno de Estados Unidos se preparaba para el juicio. En 2011, la SEC presentó una demanda civil en la que alegaba que, junto con varios cómplices, había inflado los activos de Absolute mediante una práctica llamada "bombeo de cartera".

El organismo regulador alegó que el broker de Los Ángeles Florian Homm, que poseía una participación, había manipulado "acciones de centavo" para después venderlas a precios inflados a fondos gestionados por Absolute. El resultado era que las tenencias de Absolute "exageraban al menos 440 millones de dólares". Homm y sus socios habían ganado 63 millones de dólares de "procedencia ilícita".

Homm no ha podido hacer comentarios en las últimas semanas. En su libro asegura que jamás fue un fugitivo de la justicia, sino que su exilio se debió a una necesidad de "aislamiento y separación para darle sentido a la vida". Además, después del tiroteo en Venezuela está convencido de que alguien le ha puesto precio a su cabeza, tal vez alguno de sus muchos contrincantes corporativos o "la mafia rusa, los Ángeles del Infierno, extorsionadores serbocroatas?".

La vida del fugitivo no es barata. Homm recorrió el mundo y puso fin a un caro divorcio. Pasó muchas tardes "dando caladas de pipa nocivas para el cerebro", lo que probablemente no favoreció su agudeza inversora. Tomó un par de decisiones malas, como dejar a su socio de toda la vida encargado del dinero. El fideicomisario entregó una gran suma al estafador de los esquemas Ponzi Bernie Madoff. "A veces, la ironía es vengativa", escribió.

Cuando publicó su libro, en noviembre, calculaba que su fortuna, antes valorada en casi medio millón de dólares, se había encogido al "1% o 2%" de esa cantidad. Ahora necesitaba todo lo posible para luchar contra el Gobierno de Estados Unidos.

Pregúntele a cualquiera en la industria de los hedge funds y le responderán lo mismo: los días de los chorizos son historia. La crisis financiera ha sido una experiencia aleccionadora. A finales de 2008, más de 450.000 millones de dólares habían sido retirados por los inversores o perdidos en inversiones malas, con una contracción del 25%.

Los personajes de alto valor neto y los despachos de familia que habían impulsado el crecimiento de los fondos se habían llevado el dinero a casa. Los bancos, grandes actores del sector, cerraron sus divisiones de operaciones internas. Y entonces llegó el ajuste de cuentas de la regulación. En EEUU, la ley Dodd-Frank de 2010 exigía que los hedge funds con 150 millones de dólares o más se registrasen con el organismo regulador, exponiéndolos a una serie de nuevos requisitos de información y cumplimiento. En julio entrará en vigor un nuevo régimen impuesto desde Bruselas (la directiva de gestores de fondos de inversión alternativa).

Regeneración del sector

El sector se ha recuperado. El año pasado, los activos gestionados alcanzaron los 2,2 billones de dólares, un máximo histórico. Pero el perfil del inversor ha cambiado. Los inversores de fondos de pensiones e institucionales han llenado el hueco que dejaron los súper ricos y son mucho más quisquillosos. Philippe Jabre, antigua estrella del gigante de los fondos de cobertura GLG, dejó Londres en 2006 para montar su operación propia, Jabre Capital Partners. El cambio en el sector, asegura, ha sido duro.

"La gente tiene que recordar que los números no bastan. Es muy importante saber con quién se coloca el dinero, cómo es la persona, cómo reacciona ante un mercado alcista. Ya no se puede decir: "Tengo un modelo que funciona". Los inversores lo revisan todo miles de veces".

Habrá otros escándalos. Las bolsas de EEUU y Gran Bretaña han subido como la espuma en las últimas semanas y nada engendra más estafadores que un mercado alcista. Homm probablemente no pueda sumarse al baile. Tiene entre manos una disputa legal de mil demonios y, por supuesto, el recuerdo de esos años vividos con identidad falsa en Suramérica.

"Codearse con contrabandistas, asesinos, operativos del IRA, capos del lado oscuro y su personal de apoyo está sobrevalorado, tiene muchos riesgos colaterales y al final es aburrido", escribió. Aunque reconoce que echará "de menos a las chicas malas".

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