
Los contratos por diferencias son uno de los productos que más suspicacias genera entre los inversores, por sus costes, riesgo... Analizamos el funcionamiento de estos contratos y su uso para replicar algunas estrategias.
Antes que nada, los inversores que no estén familiarizados con ellos, deben saber que los CFDs son "un producto que supone un contrato entre el inversor y su contrapartida para intercambiar la diferencia de precios entre la compra y la venta de un activo financiero", tal como apunta Joan Cabrero, analista de Bolságora.
Es decir, si queremos invertir en acciones de Telefónica, no estaríamos adquiriendo directamente los títulos, sino que estaríamos suscribiendo un contrato con un broker determinado por la diferencia que exista en el precio de la operadora entre el día que compramos y vendemos.
Este contrato no implica un derecho a recibir acciones ni tampoco a beneficiarse, por ejemplo, de los pagos de dividendo que realice una compañía en el tiempo de vigencia del CFD (aunque la mayoría de firmas hace los ajustes correspondientes cuando hay retribuciones o ampliaciones de capital).
No es un producto apto para todos los perfiles de riesgo, por varios motivos. Para empezar, los CFD son OTC, es decir, no se negocian en un mercado controlado por un regulador, aunque su subyacente sí lo haga. Así, si por ejemplo se producen condiciones extraordinarias de mercado, es posible que haya problemas a la hora de liquidar una posición. Imaginemos que sucede lo peor y mantenemos un contrato sobre una cotizada que quiebra: mientras que bonistas y accionistas están protegidos y pueden pelear por recuperar al menos una parte de la inversión, el poseedor de un CFD se expone a perder la totalidad de la inversión.
El apalancamiento, la principal característica de estos contratos, es otra de sus armas de doble filo. Y es que para invertir en CFD, el broker sólo nos exigirá que depositemos una cantidad, más o menos pequeña, llamada garantía. Dependiendo de la firma, esa garantía representa entre un 1 y un 10% (a veces más) del coste total al que nos estamos exponiendo. Por ejemplo, para invertir en el Ibex 35, IG Markets ofrece un mini contrato con una garantía de sólo 60 euros. Pero el coste total de este acuerdo es de 2 euros por punto del índice; es decir, que si invirtiéramos hoy, estaríamos apalancados por nada menos que dos veces la cotización del Ibex, unos 16.846 euros.
Teniendo todo esto en cuenta, hay inversores que eligen estos productos atraídos por sus ventajas. Como, precisamente, la posibilidad de exponerse a una gran cantidad de activos aportando sólo una pequeña cantidad de la inversión total; la amplia oferta existente; o su facilidad de gestión, comparados por ejemplo con los futuros, a la hora de invertir en activos que no están tan al alcance de los inversores de a pie, como las materias primas o algunas divisas.
Veamos, por ejemplo, cuánto nos costaría exponernos, mediante CFD comercializados por algunos de los brokers más utilizados, a tres índices sobre los que tenemos estrategias en la cartera de Ecotrader, el portal premium de ideas de inversión de elEconomista: el Ibex 35, el EuroStoxx 50 y el S&P 500. Siempre teniendo en cuenta, eso sí, que es aconsejable que las operativas en CFDs representen sólo un pequeño porcentaje de la cartera.
¿Comisiones o 'spreads'?
La mayoría de plataformas que permite operar con CFDs no cobra comisiones a los inversores (gestión, apertura, cancelación...) a la hora de operar sobre índices. No obstante, sobre acciones e incluso otros activos sí se suelen aplicar.
Salvo excepciones como, por ejemplo, GVC Gaesco, que cobra unas comisiones fijas de 1 euro por cada contrato suscrito en el Ibex y el EuroStoxx (en el caso del S&P 500, son 0,25 euros), las plataformas consiguen sus beneficios aplicando diferenciales o spreads al precio de los activos subyacentes.

Imaginemos que un inversor compra hoy un CFD sobre el Ibex 35, que está a 8.423 puntos y lo vende después de una subida de 150 puntos, cuando está en 8.573. Pues bien, si la firma con la que opera aplica un spread de 5 puntos al Ibex 35, como CMC Markets e IG, deberá calcular sus ganancias como si el indicador haya avanzado hasta los 8.568 puntos; el margen adicional se lo queda el broker.
El coste de financiación
Pero ¡ojo!, porque más allá de las comisiones clásicas, los costes de invertir en CFD se incrementan por otras vías. Por ejemplo, mantener una posición en este tipo de contratos cuando cierra el mercado supone asumir un coste de financiación (no se aplica si se compra y vende a lo largo de una sola sesión). Y es que, al tratarse de un producto apalancado, se entiende que el broker está financiando al inversor el coste total de la inversión día a día.
Cada casa escoge su tipo de interés referencia: Libor, Euribor, Eonia... y le añade entre un 2,5 y un 3% en el caso de que se trate de una posición larga. Si por el contrario se tiene una posición bajista, en principio el inversor recibiría ese tipo menos 2,5 o 3%.
Así, cada día que mantengamos la posición se descontará de nuestra cuenta el coste de esa financiación. Por ejemplo, imaginemos que ayer compramos un contrato sobre el Ibex 35 con CMC Markets. El índice cerró en los 8.423 puntos, por lo que acabamos la sesión con un CFD por 8.423 euros. Este broker aplica el Eonia al día (la llamada overnight average), que ayer se situó en el 0,06%, y le suma un 3% para posiciones largas. Así, tendríamos que multiplicar esos 8.423 euros por un 3,06%, y dividir el resultado por los 360 días naturales del año. Así, ese día 'perderíamos' unos 7,1 euros por efecto de la financiación.
Además, puede haber otros gastos derivados de los servicios básicos que proporcionan los brokers. Por ejemplo, XTB cobra 20 euros si decidimos retirar de nuestra cuenta una cuantía inferior a 200 euros. Además, cobra 25 o 75 euros a los inversores que soliciten recibir en papel un extracto de sus operaciones diarias o mensuales.
