Las revoluciones no se gestan en un día. Y si no, ¿recuerda cuál era el procedimiento para comprar una acción en los 80? Por entonces, la única vía era solicitar al banco que comprara los títulos, hasta que en los 90 se introdujo como novedad la contratación telefónica.
Veinte años después, cualquiera puede hacerlo por Internet, al precio que se quiera y sin limitaciones diarias de ejecución. No sucede lo mismo con la renta fija, una de las alternativas que se abre tras la extinción de los depósitos rentables -junto a los fondos de inversión o los seguros financieros-.
Una imposibilidad que derrumbó Auriga Bonos el pasado 13 de febrero, al permitir al particular negociar renta fija de forma directa con las mejores cinco posiciones de compra o venta entre 1.600 emisiones, en su mayor parte de máxima calidad. Una opción sobre la que ya trabajan varios brókers, que pretenden ofrecer a sus clientes precios de negociación reales, que implicaría fulminar las opacas comisiones que se aplican hoy en día en este mercado, incluso a los clientes de banca privada a los que se trata en los despachos entelados con juegos de café de bohemia.
Tales comisiones negras, que tradicionalmente los expertos del sector denominan sartenazos, son fruto de las limitadas vías que el particular dispone en la actualidad para la compra de estos activos. La más directa es mediante la entidad de la que es cliente -los profesionales pueden hacerlo a través de la plataforma de negociación electrónica (SEND) lanzada por el mercado español de renta fija (AIAF) en 2010-.
El procedimiento utilizado por el banco, por norma general, consiste en aplicar una comisión de compra y venta al precio de mercado al que cotiza el bono en el secundario. El problema es que la establece en función de distintas variables -como la frecuencia de la operativa o el importe de la inversión-, que dependerán de la entidad en cuestión.
La opacidad se consuma en los precios a los que el inversor adquiere estos títulos. Más que nada porque a día de hoy no existe ningún sistema que permita visualizar en tiempo real los precios a los que se negocian estos bonos en el mercado secundario, lo que significa que el particular compra al nivel que marca la entidad a la que remite su orden, que no siempre será el más barato -lo más habitual es que el banco destine los títulos comprados a menor precio a las carteras de los fondos que comercializa con visos a mejorar sus rendimientos-.
De ahí la importancia de la aparición de plataformas electrónicas, que permitan visualizar los precios reales, sobre las que no solo están trabajando varios brókers. "Los grandes bancos también lo estudian solo por protegerse. Este es el futuro, pero quien quiera estar tendrá que sacrificar sus márgenes", señalan fuentes de mercado. Como ya sucedió en la bolsa a finales de los 80, la llegada de la negociación electrónica a la renta fija privada implicaría mayor transparencia en los precios, que reduciría los costes para un inversor que ya fue testigo de las altas revalorizaciones que logró este activo en 2012.
Baja el coste de adquisición
Aunque para elevada también la cantidad mínima de acceso. Suele estar entre los 50.000 y 100.000 euros. Pero "para construir una cartera mínimamente diversificada, el mínimo está en el entorno de los 500.000 euros", señalan desde una entidad. Cantidades que siempre han alejado al particular de la renta fija -solo un 3 por ciento del ahorro financiero de las familias se destina a la compra de este activo-, lo que ha provocado inevitablemente que el volumen que mueven los minoristas sea escaso.
Sin embargo, como ya sucede con la primera plataforma de Auriga Bonos, donde no se necesita una cantidad mínima de acceso, la aparición de nuevas alternativas supondría romper con esta significativa barrera de entrada que ahora encuentra el particular.
Pero además, también equivaldría a poner término a la extendida cultura que existe hoy en día de invertir a vencimiento. Justificada, entre otras cosas, por el miedo del particular de vender por debajo del precio de compra debido a la imposibilidad de visualizar los niveles a los que cotiza en tiempo real.
Sin embargo, la llegada de plataformas que se avecina en los próximos meses resulta "interesante a la hora de que el particular pueda mover sus inversiones, ya que puede comprar un bono sin saber si va a querer mantenerlo hasta el vencimiento o no. Si ve que el precio de su bono ha subido mucho y decide venderlo, antes era una complicación y ahora podría hacerlo", señala Soledad Pellón, analista de IG.