Bolsa, mercados y cotizaciones

Seguridad y rentabilidad son posibles con los depósitos a un año...

Aun lado, el riesgo. Al otro, la rentabilidad. Ambos conceptos siempre suelen colisionar, aunque en ocasiones ofrecen una combinación atractiva.

Quedan menos de 48 horas para terminar un año lleno de altibajos para la economía española y la pregunta que más se repite entre los inversores a estas alturas de ejercicio es qué hacer con su dinero en 2013. A simple vista, hay múltiples opciones. Pero si la idea es rentabilizar sus ahorros sin asumir riesgo, las posibilidades se reducen. Los depósitos son, por excelencia, el destino preferido de los inversores más conservadores. Ahora bien, ¿merece la pena tenerlos en cuenta de cara al próximo año? La respuesta es que sí, ya que sus rentabilidades permiten cubrir con creces el encarecimiento del coste de la vida -o inflación- prevista por el Fondo Monetario Internacional (FMI) para España en 2013.

Según este organismo, la inflación se situará en el 1,3% al finalizar el próximo ejercicio. Basta con ojear los intereses que ofrece la banca en su oferta comercial en depósitos a un año para comprobar que son lo suficientemente elevados como para que el ahorrador no pierda poder adquisitivo y, además, genere ganancias. Una apreciación que se repite en los plazos fijos con vencimientos inferiores y en la deuda pública española.

Si no quiere adquirir ninguna vinculación adicional con su entidad, la rentabilidad más elevada a la que podrá optar si invierte en un depósito a 12 meses un 4,6% TAE. Es lo que ofrece Espirito Santo, a partir de los 50.000 euros. Aunque si considera que ese importe mínimo es demasiado elevado, otra alternativa es la de Oficinadirecta, que brinda un 4,5% TAE si deposita, al menos, 5.000 euros. En realidad, de las principales entidades que operan en el negocio bancario nacional, sólo con la opción de Kutxabank, que ofrece un 0,4% TAE, el ahorrador vería menoscabado su poder adquisitivo en 2013; con el resto no.

No obstante, si esta misma comparación se hubiera realizado a principios de 2012, el resultado habría sido muy distinto. El año que está a punto de quedar atrás ha marcado un antes y un después en la particular historia de estos productos bancarios. Para que se haga una idea, en diciembre del año pasado, el interés medio de los depósitos a un año se situaba en el 2,84%. Muy lejos del 5% que llegaron a brindar en 2010. Aunque, en realidad, aquella rentabilidad era todo un logro si se tiene en cuenta que sus retribuciones estaban encorsetadas por el castigo a los superdepósitos aprobado en junio de 2011. La crudeza era tal, que todas las semanas la banca revisaba a la baja los intereses de su oferta comercial para esquivar las penalizaciones por captar pasivo a golpe de jugosas retribuciones. Poco a poco, la competencia de la deuda pública española y el auge de otros productos conservadores -como los pagarés- mermaron el atractivo de los plazos fijos.

Hasta septiembre. Ese mes supuso un punto de inflexión en la rentabilidad de los depósitos. La tercera reforma financiera del Gobierno trajo consigo el fin de la penalización a la banca por brindar altos intereses a través de sus imposiciones con el objetivo de desincentivar la comercialización de los pagarés, que no dejan de ser deuda emitida por un banco con menores garantías que un depósito. Y lo consiguió. Nada más suprimir el castigo, toda la oferta comercial en depósitos se vino arriba. Hasta el punto de que ahora despedirán el año con un interés medio del 3,27%.

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