
Apenas una década después de que la burbuja puntocom pinchara, y después de varios años de tomarnos la tecnología con cautela, en 2011 los expertos ya advertían de la posibilidad de otra burbuja parecida, pero en su versión 2.0 y que apuntaba hacia las redes sociales.
Sin embargo, tras la salida a bolsa de LinkedIn y Facebook, el mercado parece haberse tomado con calma la incorporación al parqué de la revolución social en la web. Muchas voces valoraban que la cartera de 1.000 millones de clientes de Facebook podría llevar a sus acciones por encima de los 40 dólares (cuando se estrenó en bolsa a 38 dólares), pero más sabe el diablo por viejo que por diablo dicen por ahí, y los inversores no inflaron sus expectativas sobre la red social, sino todo lo contrario, la castigaron severamente.
Tal vez por lo mismo, entre la distracción de las redes sociales, el mercado no esté poniendo los ojos sobre otras ramas de la tecnología que podrían estar alimentando una nueva burbuja, una que (contrario a todo lo anterior) sustenta su modelo de negocio en la cohesión y coexistencia de la tecnología para el ciudadano de a pie: las aplicaciones móviles. Y es que estas reúnen los contenidos de Internet, las telecomunicaciones, un modelo de negocio democrático con dispositivos que optimizan el concepto de ordenador personal y portátil.
Quizá hay para quien ni siquiera veinte años sean suficientes para terminar de acostumbrarse a utilizar el teléfono móvil y todos sus contenidos. Y es que las aplicaciones para móviles nos acompañan desde hace mucho tiempo, sólo que antes no hacían todo lo que hacen hoy. Quién no recuerda el juego de la serpiente, un clásico de Nokia.
Tal vez, la primera marca de teléfonos portátiles que fue asimilada como fabricante de smartphones sea Research In Motion (RIM) con las primeras BlackBerry. Sin embargo, las aplicaciones no llegaron a nuestro vocabulario común hasta que Apple inauguró su AppStore tras el lanzamiento del primer iPhone. Y es que ver aplicaciones en una lista no les daba presencia, o por lo menos no la que les dio la disposición en iconos en la pantalla inicial de la firma de Cupertino desde su primer modelo del teléfono móvil.
Desde entonces "el cielo es el límite" (como dijo Steve Jobs, ya que hoy en día hay aplicaciones para todo y para todos: desde los que corren hasta los que cocinan, pasando por los desubicados o los que simplemente quieren saber cómo se llama una canción). Y es que no parece haber fin, ya que no sólo hay programas para todo, sino que desarrollar tus propias creaciones es cada vez más sencillo. Hoy ya no es necesario ser ingeniero para emprender en este mercado, sólo se requiere saber lo que necesitas y bastantes horas en el ordenador de casa.
Rentabilidad estratosférica
Su facilidad y simplicidad le convierten en un mercado muy competitivo y a veces saturado, por lo que no piense en abandonar su trabajo para trabajar desde casa, o por lo menos no hasta que no esté vendiendo sus creaciones con constancia. Pero si lo suyo no es eso de postrarse frente al monitor durante horas y horas, otra forma de sacar provecho de este joven nicho es a través de los títulos de las firmas de esta rama que cotizan en bolsa. Y aunque la mayoría son pequeñas empresas privadas, el parqué ofrece algunas opciones más que interesantes. Eso sí, apostar por nuevos mercados como este implica riesgos, y así como las ganancias pueden ser importantes, las pérdidas también pueden serlo.
Entre los títulos más relacionados con la creación y gestión de aplicaciones para teléfonos móviles encontramos pocos valores, pues suelen ser empresas privadas, por lo que hay poca información sobre las mismas. Aun así, nos hemos fijado en las cinco más representativas del sector que cotizan en bolsa. Y es que aunque es cierto que este mercado apunta como uno de los más interesantes a futuro, también es cierto que es una inversión arriesgada.
Firmas como Mimvi, TagLikeMe o Vringo demuestran que es un sector que promete, pues presentan rentabilidades estratosféricas durante 2012. Por ejemplo, TagLikeMe gana casi un 800% en apenas once meses, lo que prueba que tan fácil se puede ganar como perder. Y si no lo cree, pregunte a los que invirtieron en Zynga, que en el año pierden un 70% del valor de sus acciones.
Lo que es cierto es que los analistas confían en este sector, a pesar de su potencial para generar una burbuja. Los títulos de todas estas empresas cuentan con sólidas recomendaciones de compra e importantes valoraciones, como las acciones de Vringo, ya que no sólo reciben una fuerte distintición de comprar sus títulos sino que también portan un potencial alcista de 166%; entre otras cosas interesantes, encontramos a Mark Cuban como uno de sus principales inversores, dueño de los Mavericks de Dallas (NBA), quien es conocido por ser un exitoso inversor de riesgo.
Lo mismo pero menor riesgo
Si usted también considera que las nuevas plataformas tecnológicas son el futuro y por ende le gustaría sacar provecho de ello, pero asumiendo menos riesgo, quizá lo suyo esté más bien entre los desarrolladores de aplicaciones y sobre todo del hardware con el que las mismas funcionan. Firmas como Sales Force ganan más de un 55% en 2012, y los analistas aún consideran que tienen un potencial alcista de casi un 15%. La empresa es diseñadora de arquitectura informática, que fabrica los sistemas que hacen que las aplicaciones (tanto software como hardware) sean compatibles entre sí.
Otras firmas como Citrix y Vmware también cuentan con recomendación de compra y son una forma con menor riesgo de acercarse a este creciente mercado. Ambas empresas se dedican al diseño y virtualizaciones de aplicaciones y software especializado, por lo que tienen mayor exposición al mundo de las Apps que si tomásemos en cuenta a compañías como Adobe, que aunque desarrolla este tipo de programas su grueso son otro tipo de plataformas.
Finalmente, si algo es seguro es que móviles inteligentes se seguirán vendiendo, por lo que estar del lado de los fabricantes de microchips, transistores y pantallas táctiles son otras formas de aprovechar el momento. Así que no podemos menospreciar empresas como Xilinx, que aunque no dispone de un consejo de compra es una forma de apostar por el hardware.