Las palabras carecen de sentido cuando no se materializan en hechos. Y el mercado conoce muy bien cuál es esa sensación. Desde que los líderes europeos acordaron crear un supervisor bancario único a finales de junio, el mercado sólo ha sido testigo de más palabras, que sólo sirven para retrasar su puesta en marcha, sin que exista una clara hoja de ruta para el futuro económico de Europa. Entre tanto, la tensión crece.
Aunque donde más se notó fue en Grecia, ya que la Troika podría proponer en su próximo informe una nueva quita instando a los estados europeos que tengan bonos griegos a asumir pérdidas. Aunque el Gobierno alemán lo tiene muy claro: no habrá quita por ser inviable jurídicamente. Ante este panorama, una oleada de ventas se impuso en la bolsa helena, que cedió un 6,28 por ciento -su mayor caída diaria desde julio-.
Sin la referencia de Wall Street, que permaneció con las puertas cerradas por la llegada del huracán Sandy a la costa este de Nueva York -el martes también lo estará-, las bolsas europeas se decantaron por el color rojo. Motivos no faltaron. Junto a Grecia, España e Italia también fueron protagonistas, pero por motivos distintos. Ayer mismo, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el primer ministro italiano, Mario Monti, se pronunciaron en contra de la nueva idea lanzada por Alemania de crear un supercomisario económico, que implicaría ceder más poder a Bruselas para controlar los presupuestos nacionales. A pesar de que Monti volvió a reiterar que Italia no necesita un rescate, el Ftse Mib fue el parqué más castigado del Viejo Continente, que cedió un 1,51 por ciento; mientras el Ibex perdió un 0,6 por ciento, hasta los 7.728 puntos.
Aunque donde más se notó la presión fue en la deuda. El diferencial español, que mide el interés adicional que los inversores exigen a nuestros bonos frente a los alemanes, subió hasta los 420 puntos básicos; y el italiano escaló a los 356 puntos.