
Su nombre se ha convertido en sinónimo de tomas de riesgo irreflexivas y simboliza un mundo de las finanzas enloquecido: Jérôme Kerviel, 35 años, el "hombre que estuvo a punto de hundir a la banca", fue condenado el miércoles. En 2008, tomó hasta 50.000 millones en posiciones especulativas fuera de su mandato y a espaldas de su jerarquía, burlando todos los controles gracias a operaciones ficticias y a falsas escrituras.
Estas mentiras repetidas le valieron al exbroker de Société Générale el ser duramente condenado a cinco años de cárcel, tres de ellos firmes, y a daños y perjuicios colosales por 4.900 millones, montante de la pérdida que el banco dice haber sufrido por su culpa. Los jueces no aceptaron su apelación.
Ya es toda una profesión la que sufre el golpe a su imagen. Y es que el trauma ha sido real. "El día siguiente al caso Kerviel, en un gran banco americano, todos los responsables de mesas de operaciones fueron contactados con orden de verificarlo todo y de firmar una auditoría de la cual se les haría personalmente responsables", recuerda un bróker americano.
Kerviel no está solo
Sin embargo, Jérôme Kerviel no es el primer trader loco. Desde hace unos quince años se han ido acumulando historias de estos jóvenes financieros que se creyeron durante un tiempo los "dueños del mundo", como decía Tom Wolfe en La hoguera de las vanidades. Los primeros expedientes aparecen en 1995 con Nick Leeson, que causa la quiebra del Barings, el más antiguo banco de inversión británico, tras haber acumulado 1.300 millones en pérdidas. Fue condenado a seis años y medio de cárcel.
El mismo año, Toshihide Iguchi, un empleado del banco japonés Daiwa Bank, provoca una pérdida excepcional de 1.100 millones de dólares. Después, el ritmo de los escándalos se acelera: en 2002, 2008, 2010, 2011, 2012, el Allied Irish Bank, Caisse d'Epargne, Goldman Sachs, UBS y JP Morgan dicen ser "víctimas" de las actuaciones y de los fraudes de estos rogue traders (traders deshonestos). Y sus juicios desencadenan cada vez, como en Francia, todas las pasiones y los interrogantes relacionados con las derivas de esta profesión, síntoma de un universo financiero que parece haber perdido todos sus puntos de referencia.
Entre los brókers conocemos sobre todo a los que patinan. De las otras decenas de miles sabemos poca cosa. Y hablan cada vez menos. Señalados con dedo acusador, los señores de las finanzas están en realidad muy lejos de los héroes de Wall Street o de American Psycho. Todos aceptan hablar, abrirse, como quien se desahoga, pero ninguno o casi ninguno acepta ser citado.
Por miedo a los superiores, a los medios de comunicación, a los colegas de la profesión? Sacudidos por la crisis financiera, "estos jóvenes que juegan a especular", como los había designado el entonces presidente de la República francesa Nicolas Sarkozy, están 'de bajón'. "No diga a mi madre que soy bróker, que cree que soy pianista en una discoteca", bromea a medias uno de esos jóvenes lobos que lamentan el "trader bashing" en boga.
Una lenta normalización
"(La situación) es dura en el exterior, pero también en el interior de los bancos. Uno sabe que tiene que mantener la cabeza gacha, con un tiempo de trabajo siempre extensivo y una remuneración a la baja", lamenta. Hasta tal punto es así que a los bancos les cuesta reclutar a los mejores en las escuelas de ingenierios. "Hay menos candidatos al puesto en las salas de mercado y, entre ellos, menos golden boys arrogantes atraídos por el dinero fácil; la profesión va normalizándose lentamente", dice un trader de la City.
A mediados de los años 90, un operador de bolsa podía conformarse con una bonificación de 15.000 dólares. En 2000, estaba descontento si cobraba menos de 300.000 dólares. Este cambio en la remuneración atrajo a una nueva categoría de brókers, a menudo gente brillante, muy titulada "y que estaba claramente ahí para hacer dinero", reconoce un antiguo trader. Pero la fórmula ya no cuela.
Ahora, en algunos bancos, "la prima se abona en función de los resultados globales del banco y se reparte a lo largo de tres años por tercios, luego menos brókers toman riesgos inconsiderados al final del año, pues saben que (los beneficios) serán repartidos entre todos", confirma Vincent Jeannin, bróker del trigo en Soufflet (una empresa agoalimentaria). "Estamos menos incitados a aumentar la facturación a cualquier precio, pues hay menos probabilidades de conseguir el gordo; así pues, las mentalidades han cambiado, no tanto a raíz de medidas policíacas como porque el interés por dar un gran golpe ha desaparecido y el ambiente es menos excitante", resume un corredor en Asia.
Por tanto, el oficio de bróker ha cambiado, pero no sólo por culpa de los escándalos: también la crisis ha dejado su huella. Desde 2008, numeras mesas de operaciones han sido cerradas, ya estemos hablando de trading, de productos estructurados inmobiliarios o de corretaje con recursos propios. La composición de los equipos en 2012 ya no es en absoluto la misma y muchos traders han sido despachados? Hoy día prácticamente no hay contrataciones de brókers. "Los que quedan son como ostras aferradas a su roca", señala un excorredor de un gran banco de inversión americano, que aprovechó un despido masivo para dejar la profesión. "Es una profesión de la que es muy difícil salir", explica Diane Segalen, fundadora de la empresa de cazatalentos Segalen & Associés, "pero con 35 años estás gastado, y con 40, si no eres jefe de mesa de operaciones, ya no tienes trabajo", matiza. Algunos brókers son más realistas: "Desde que la remuneración es menos elevada es más fácil dejar el puesto, pues implica un sacrificio financiero menor. Hace siete años, nadie lo habría hecho", confirma uno de ellos.
Para los que quedan, la multiplicación de controles debería permitir coger en falta a los operadores tramposos, pero el problema de fondo sigue ahí. "No basta con vigilar, también hay que entender los determinantes del comportamiento humano", explica Caroline Attia, bróker durante 20 años en Société Générale. Convertida en psicóloga clínica, está acabando un libro dedicado a la psicología de la decisión y del análisis de riesgos en el mundo de las finanzas. "Concentrarse solamente en los controles es equivalente a imponerle un límite de velocidad a un conductor alcohólico", concluye.
En este proceso, entender cómo los brókers se toman sus pérdidas es clave para prevenir nuevos escándalos. Según el Premio Nobel de Economía Daniel Kahneman y el experto en psicología matemática Amos Tversky, los cuales han sentado las bases de la teoría de las finanzas conductuales, el sentimiento de disgusto de un individuo cuando pierde una cantidad de dinero es dos veces superior al placer suscitado por la ganancia de una suma equivalente.
En otras palabras, hay que ganar 2.000 euros para compensar la contrariedad de haber perdido 1.000. En estas condiciones, "los brókers deberían ser entrenados para perder. Un entrenamiento emocional y cognitivo debería permitirles tener claro lo que ocurre en su cabeza cuando pierden dinero", concluye Caroline Attia. Un análisis que este exbroker confirma sin dar rodeos: "Hay una parte de diversión en el trading, quizá una vertiente de casino. Pero los que van con esa mentalidad no aguantan mucho. La gente reacciona de maneras diferentes cuando se enfrenta a grandes pérdidas y grandes ganancias. Algunos permanecen indiferentes. Otros entran prácticamente en paro cardíaco tras una fuerte pérdida. No sólo por las cantidades comprometidas, sino también por la humillación de no haberlo anticipado".
Competición intensiva
Ingenieros a menudo prestos para la modelización, los dirigentes de los bancos, por el momento, hacen oídos sordos. Y sin embargo, el tener en cuenta el aspecto conductual de la toma de riesgos parece aún más necesario en tanto en cuanto los equipos de trading gestionan sobre todo, a día de hoy, una multitud de operaciones con un margen pequeño.
Si bien el riesgo de registrar una pérdida colosal en un solo golpe es limitado, el de ver una pequeña pérdida engordar peligrosamente siempre ronda las salas de mercados. Para evitarlo, el bróker debe ser capaz de cortar una sucesión de pequeñas pérdidas sin esperar una ganancia ulterior. Pero lo que ocurre es que los nuevos controles no han erradicado esta tendencia sino que, al contrario, "han reforzado el sentimiento de los brókers de que están inmunizados contra un accidente de grandes proporciones", subraya Caroline Attia. Y esto se ve amplificado por el hecho de que los brókers viven en un ambiente de competición intensiva. Para los investigadores, el motor principal no consiste en obtener beneficios, sino en hacerlo tan bien, si no mejor, que sus vecinos de mesa. "En el 99 por ciento de los casos de fraude hay que saber que no existe un enriquecimiento personal directo", señala Frédéric Boulier, experto de Nice Actimize, empresa especialista en el fraude financiero. Y el universo cerrado de las salas de mercado alimenta este espíritu competitivo, pues las mayores ganancias son conocidas al instante, comentadas y felicitadas. Peor aún, este funcionamiento refuerza la ilusión de que todos son capaces de reproducir esas ganancias o incluso superarlas.
En resumidas cuentas, "los traders sobrestiman su habilidad de una manera absolutamente irrealista", indica Caroline Attia, que recomienda recordar periódicamente a los brókers sus fracasos para incitarlos a tener más racionalidad y prudencia individual. De momento, en los bancos, la docilidad colectiva parece estar de rigor: "El refuerzo del control ha acentuado la brutalidad del management, que se aprovecha de las nuevas reglas de conformidad para excluir a los que se salen del molde", acusa Michel Marchet, delegado central de la CGT (la organización sindical) en Société Générale. Condena "las exortaciones contradictorias" de una dirección que pide al mismo tiempo a sus brókers que den prioridad a los resultados y que luego se vuelve en su contra cuando hay problemas.
¿Tenía la defensa de Jérôme Kerviel, que estigmatizaba la "espiral infernal" de la banca, acaso razón? No es tan sencillo. Los juicios han mostrado que, en muchos casos, los rogue traders habían cometido más que errores: en vez de someterse al sistema, lo habían llevado hasta el absurdo; habían cometido fraude y mentido.