La mayor parte de los grandes valores tecnológicos reciben la recomendación de compra perse a pinchar en resultados. Pero cuidado que la historia está repleta de 'ángeles caídos'.
Hasta comienzos del siglo XX la realidad era sólida y los productos de consumo se compraban una vez y se suponía que durarían para toda la vida. Tanto es así, que quién no recuerda aquellos ya casi inexistentes sitios en los que se reparaban lavadoras, televisores y otros electrodomésticos, que hoy es mejor comprar otra vez y disfrutar de nuevas actualizaciones que pagar una cara reparación. Y decimos realidad sólida, porque el sociólogo polaco, Zygmunt Bauman, ya ponía fundamentos a una teoría que se desarrolló en la primera parte del siglo pasado, la obsolescencia programada.
Pero más allá del desgaste en nuestros aparatos, la obsolescencia llega de mano de la velocidad con la que avanza la tecnología, pues hoy por hoy no cambiamos de móvil porque no funcione, sino porque buscamos estar a la vanguardia y tenemos una mayor necesidad de socializar. Quizá hoy en día sea complicado vivir en la jungla de asfalto sin herramientas tan básicas como puede ser el WhatsApp o poco podríamos saber de nuestras amistades si no conectáramos con ellas vía Facebook.
Tras la Segunda Guerra Mundial, el eslogan fue claro actualízate o muere, puesto que el surgimiento de la clase media en los países desarrollados permitió implantar un modelo de negocio en el que los consumidores pueden permanecer activos constantemente. El sector tecnológico es uno de los más revolucionarios y, tal vez, el que ha sufrido algunos de los despistes más sonoros.
Castigados por la era digital
La era digital llegaba y con ella muchos de los negocios con más historia empezaban a tambalearse. La tardía apuesta de Kodak por la nueva tecnología terminó con una instantánea que nadie quería ver: la de la suspensión de pagos. La declaración de quiebra se produjo en el mes de enero, aunque los rumores de bancarrota venían sucediéndose desde hacía meses, castigando al valor en el mercado con caídas diarias que alcanzaron en alguna ocasión casi el 30 por ciento.
Su negocio tradicional de fotografía e impresión no acababa de funcionar. Los consumidores dejaban de lado el prestigioso sello Kodak para decantarse por productos de menos dimensiones, más funcionalidades y constante actualización. El cambio tecnológico había llegado de imprevisto para una compañía con más de 120 años de vida y para las que sus patentes, valoradas entre 2.200 y 2.600 millones de dólares, son hoy la única puerta de salida para frenar los números rojos de 590 millones de euros que tuvo en 2011 -el tercer año consecutivo de pérdidas- y poner fin al desplome bursátil.
En pleno boom de los teléfonos inteligentes, la capitalización de Eastman Kodak se ha hundido este mismo año hasta valer 33 millones de euros, pese a contar todavía entre su masa accionarial con institucionales como Fidelity y GMT Capital, muy lejos de los 22.407 millones que llegó a valer en 2000. Y es que como aseguraba Mark Kaufman, analista de Rafferty Capital Markets, "las cámaras en los teléfonos móviles fueron una bendición y una maldición para Kodak. Aniquilaron el negocio de las máquinas tradicionales, pero otorgar licencias es una oportunidad tremenda". El icono fotográfico está involucrado en un gran plan de reestructuración y se ha marcado el reto de renegociar con sus acreedores de deuda para salir de la bancarrota en la primera mitad de 2013 y ha establecido unas previsiones de ingresos de 1.200 millones en el primer semestre y de 1.520 millones de dólares en el segundo.
Esta transición hacia la modernidad también ha pasado factura, aunque en menor medida, a otras compañías tan conocidas como Palm, TomTom y Nintendo. ¿Se acuerdan del éxito inicial de las PDAs y ven alguna ahora? Palm fue víctima de la propia revolución digital de la que tanto presumió. La locura que vivió el mercado en plena burbuja tecnológica elevó el tamaño en bolsa de Palm hasta los casi 27.000 millones de euros en 2000 gracias a unos productos innovadores que, como le ha pasado también a la estadounidense Kodak, pronto encontraron sustitutos. Diez años más tarde su aventura en solitario terminaba al ser vendida a Hewlett-Packard (HP).
Por su parte, TomTom es otro ejemplo de compañía que se ha tenido que adaptar a las circunstancias. Hasta hace poco tiempo era una de las marcas más escogidas para aprovechar su servicio de navegación y localización en Europa, pero los tiempos cambiaron y la holandesa no parecía encontrar la ruta del éxito para imponerse a las apps que ofrecían los smarthphones a módicos precios? así que si no puedes con el enemigo, únete a él, debió pensar TomTom. La compañía comenzó a vender sus programas de localización para estos teléfonos y negociar con marcas automovilísticas la incorporación de sus servicios. Sus títulos suben cerca de un 30 por ciento en 2012 aunque su capitalización actual (885 millones de euros) se encuentra muy lejos de los 7.692 millones que alcanzó en 2007.
Otra de las compañías que también sigue haciéndose sus cábalas para sobrevivir a la competencia es Nintendo. Y es que después de que tuviera más de 400 millones de euros en pérdidas el año pasado por primera vez en su historia, el pluriempleo ha llegado hasta a la casa de Mario Bros. La compañía de videojuegos no sólo tiene en su contra el auge de los juegos en los pequeños dispositivos móviles o en los ordenadores, sino que el cambio del yen frente a las principales divisas se ha convertido en otro de los enemigos del famoso fontanero de los videojuegos.
La nipona quiere poco a poco recuperar el pulso del mercado -llegó a valer en bolsa hasta 61.344 millones de euros y ahora no alcanza ni siquiera una capitalización de 14.500 millones- al tener encima de la mesa productos como la Wii U, con la que pretende compensar el fiasco en los mercados internacionales de su apuesta por la tecnología en tres dimensiones tras lanzar la consola 3DS. Ls previsión de la compañía es cerrar el año con un beneficio cercano a los 58 millones de euros, un 70 por ciento menos de las optimistas ganancias que el grupo pronosticó hace cinco meses, aunque el consenso de mercado las estima en 57 millones.
'Compatibilidad' es la clave
El auge de la tecnología ha convertido muchas ideas de garaje en compañías multimillonarias, pero como afirma el dicho, con la facilidad que llega, puede irse también. Es tan fácil (y difícil) como entender a Darwin, o te adaptas o mueres.
IBM y HP son sin duda dos de las siglas más fáciles de reconocer en el mundo. Tal vez pensará que estas firmas aún son grandes, pero eso no quita que ambas sufrieron el cambio de siglo. En 1981 cuando salió la primera camada de ordenadores personales al mercado, había una cosa que suele fallar siempre en los estrenos tecnológicos y es la compatibilidad, las piezas de los ordenadores no eran compatibles entre sí. Las primeras empresas en entender el mercado fueron Compaq y Dell, golpeando fuertemente a las grandes del sector. En 2000, IBM llegó a valer 276.450 millones de euros y apenas ocho años después cayó hasta los 76.676 millones. Lo mismo sucedió con HP, que en el 2000 valía 144.936 millones de euros y en 2012 marcó mínimos en los 21.285 millones.
Los ejemplos no terminan, Nokia parecía imbatible tras coronarse como la más grande de Europa en el 2000, y hoy tras perder más del 95 por ciento de su valor, la finlandesa suena a tecnología obsoleta. Lo mismo que RIM (BlackBerry) que marcó la pauta de los smartphones; hoy tener uno te aísla del resto del mundo. Tal vez el mejor ejemplo de cómo caer y resucitar lo pone Microsoft, la firma que llegó a valer casi 669.536 millones de euros fue destronada por el auge de la manzana, aunque en los últimos años y gracias al Windows 7 ha logrado entender el camino de las nuevas tecnologías y comprender que las plataformas móviles marcan el presente.
Casi tres décadas de errores y aciertos nos permiten hoy aventurarnos a ver el panorama del sector desde un punto de vista más objetivo, lo que nos obliga, hoy por hoy, a poner el ojo en Intel. Y es que la empresa líder en la fabricación de procesadores podría no estar viendo el futuro con claridad.
Para 2016 se pronostica que habrá 750 millones de tabletas electrónicas en el mundo, según pronostica J.P. Gownder (analista tecnológico de Forrester). Una tableta ya permite hacer las funciones básicas que antes sólo podía hacer un ordenador y a un mejor precio, por lo que también se prevé que un tercio de las ventas sean para empresas. Lo curioso es que Intel sólo tiene un 0,2 por ciento del mercado de procesadores para móviles y tabletas, mientras que Nvidia lidera este nicho y Apple/Samsung ya desarrollan sus propios chips. Moverse a este mercado golpearía los beneficios netos de Intel, pues la rentabilidad de estos procesadores es apenas un cuarto de jugosa comparada con la de los chips para ordenadores. En los últimos seis meses el consenso de firmas de inversión que recoge FactSet ha recortado su estimación de beneficio neto para 2013 en más de un 25 por ciento.
Los tiempos que corren actualmente no dan terreno para asumir demasiados riesgos. Y no es que seamos profetas, pero Intel corre al ritmo de un procesador lentium, dejándose un 11 por ciento de su valor en 2012, mientras que el sector reporta un balance positivo, liderado por Apple que gana más del 50 por ciento en este ejercicio (y que parece ser aprueba de balas pues ni decepcionando al mercado parece sufrir). Los expertos son claros con la apuesta, siete de las diez grandes del sector reciben recomendación de compra, pero no hay espacio ni tiempo para dormirse en sus laureles.