
"La entidad pondrá en marcha estímulos adicionales si son necesarios para promover una recuperación más fuerte". El presidente de la Reserva Federal (Fed), Ben Bernanke, ha convertido esta afirmación en un mantra. Una frase mágica para dejar claro a los inversores y a los ciudadanos estadounidenses que la Fed no les fallará, que está preparada para actuar de nuevo si resulta preciso. Pero hay un problema: cuanto más la emplea, menos efecto surte si no viene acompañada de decisiones concretas. ¿Cómo nos puede sorprender Bernanke?
Este es, precisamente, el desafío que afronta Bernanke hoy, jornada en la que finalizará la reunión de dos días mantenida por el banco central estadounidense. Con la economía perdiendo fuelle, debe cumplir su palabra. Es lo que piensa el mercado. Y lo que espera. Por consiguiente, todo lo que sea no pasar a la acción causaría una decepción total. Con el aditivo de que las expectativas son máximas; vamos, que no bastará con cualquier medida.
Según una encuesta realizada por la agencia financiera Bloomberg, el 64% de los expertos -47 de 73- cree que la Fed activará hoy mismo una tercera ronda de estímulos cuantitativos (QE3). Hilando más fino, las previsiones contemplan que la institución podría imprimir 700.000 millones de dólares, que se repartirían en dos vertientes: 300.000 millones se dedicarían a la adquisición de deuda pública y 400.000 millones, a la compra de deuda hipotecaria.
Y aún hay más. El 68% de los analistas encuestados -50 de 73- cree que, además, la Fed prolongará hasta 2015 su compromiso de mantener los tipos de interés entre el 0 y el 0,25%, cuando hasta la fecha había anunciado que los dejaría ese nivel -el más bajo de la historia- hasta finales de 2014.
El mercado, por tanto, espera mucho. Y se ha apresurado tanto en pensar que Bernanke no les defraudará, que Wall Street aguarda la resolución de hoy en los niveles más altos desde 2007.
A la espera de nuevas previsiones
Pero no son solo los inversores los que están expectantes. La alicaída recuperación norteamericana también demanda estímulos. Sobre todo, su mercado laboral, que constituye el principal foco de preocupación para Bernanke. Aunque la tasa de desempleo se moderó en agosto del 8,3 al 8,1%, permanece muy alta para los estándares estadounidenses. De hecho, la media de los últimos 50 años se limita al 6,1%.
La lenta recuperación del mercado de trabajo en EEUU amenaza con perpetuarse en un contexto en el que el crecimiento decae. Entre abril y junio, la economía se expandió un 1,7% en tasa trimestral anualizada, el ritmo más bajo desde el tercer trimestre de 2011.
En este sentido, el mercado, además de estar pendiente de los estímulos, seguirá con atención las nuevas previsiones que anuncie la institución. En junio, ya redujo sus pronósticos, puesto que rebajó las estimaciones de crecimiento para 2012 desde una horquilla situada entre el 2,4 y el 2,9% hasta otra comprendida entre el 1,9 y el 2,4%. Por el contrario, aumentó las previsiones para el desempleo desde el 7,8-8% hasta el 8-8,2%.
Todo ello, tanto lo relativo a la adopción de medidas expansivas como el cuadro económico que dibuje la Fed, será escrutado además en clave electoral. Demócratas y republicanos saben que la mano de Bernanke puede ser muy influyente para los votantes.