La canciller alemana, Angela Merkel, reiteró ayer su firme oposición a una compra ilimitada de bonos por parte del Banco Central Europeo (BCE), que es -así lo apuntan la mayoría de los indicios- la medida que hoy puede anunciar la institución al término de la reunión de su consejo de gobierno.
En todo caso, Merkel parece dispuesta a aceptar que el BCE realice una compra temporal de deuda a corto plazo para aliviar la presión sobre España e Italia.
En esta misma línea de dureza se encuentra el primer ministro finlandés, Jyrki Katainen, quien ayer aseguró en Tokio que no espera "milagros" para solucionar la crisis por parte del Banco Central, al que instó a "respetar" su cometido sobre la estabilidad de precios.
No es la primera vez que Katainen se alinea con la inflexibilidad de la canciller Merkel, de hecho, hace semanas el finlandés ya mostró su reticencia a prestar más ayuda financiera a países como Grecia, Portugal y España. Y, aunque ayer evitó referirse directamente al plan de compra de deuda soberana, son numerosas las ocasiones en que se ha manifestado en contra. Una voz a la que se ha unido el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, quien afirmó ayer que las expectativas de que el BCE asuma la supervisión bancaria de la zona euro a partir de enero de 2013 "no son realistas".
En cambio, otras voces, como la del presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, no dudan en elogiar las reformas que están llevando a cabo España, Italia y el resto de países en crisis de la eurozona, además de ofrecer ayuda a corto plazo y respaldar "plenamente" la intervención del BCE.
Asimismo, también ayer, el miembro alemán del comité ejecutivo del BCE, Jörg Asmussen, dejó entrever que la entidad monetaria intervendrá efectivamente en los mercados de deuda soberana para de esta manera poder rebajar las primas de riesgo.