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Los empleados de Wall Street rezan... por sus ahorros

Rostros desencajados, toda una vida en cajas y los sueños de una vejez segura por los suelos. Este era el drama humano que se vivía a las puertas de la sede de Bear Stearns, en pleno corazón del Midtown de Manhattan. Mientras los dos dólares por acción que pagará JP Morgan por la entidad financiera han levantado ampollas, buena parte de los empleados del banco de inversión, cuya parte de salario se pagaba en acciones de la compañía, han perdido de la noche a la mañana todos sus ahorros.

"Llevo trabajando aquí 17 años, debo costear la universidad de nuevo y de la noche a la mañana debo empezar de nuevo", declaraba anónimamente un empleado cargado de cajas, una de las víctimas directas de las arriesgadas aventuras de Bear Stearns en el mercado de las subprime. Otro en una situación similar se quejaba "si la FED hubiera abierto esta ventana a comienzos de la semana pasada, Bear Stearns todavía podría permanecer con vida".

Al fin y al cabo, la tragedia del asunto no reside sólo en los empleados de Bear Stearns que se verán de patitas en la calle en los próximos meses sino también en una mala costumbre muy extendida entre el sector financiero: pagar a los empleados con acciones de la compañía. Mientras hasta ahora esta práctica parecía una forma segura de involucrar al trabajador con la propia entidad y fomentar el cordón umbilical entre ambos, ejemplos como el de Bear Stearns ponen de manifiesto los riesgos potenciales que esta clase de prácticas implican.

Las acciones, en manos de los empleados

Un tercio de las acciones de la entidad financiera están en manos de sus 14.000 empleados que han visto como sus títulos se han devaluado desde los 100 dólares que costaban el pasado mes de diciembre hasta los 4.74 dólares del cierre de ayer lunes. Por supuesto, con este panorama no es de extrañar que muchos empleados del banco comenzaran a sufrir escalofríos al ver saltar por los aires sus planes de jubilación.

Actualmente los empleados de Bear Stearns han perdido alrededor de 5.200 millones de dólares gracias a sus inversiones en títulos de la propia entidad. Por supuesto, vender ahora ya no tiene mucho sentido puesto que el precio de las acciones se ha devaluado cerca de un 98.7 por ciento si se compara con su valor el pasado mes de abril. Eso sí, muchos se hacen cruces por haber seguido a pies juntillas el dogma de Bear Stearns, que animaba a sus empleados a no deshacerse de las acciones y mantenerlas el mayor tiempo posible.

Las primeras querellas

La clara similaridad del caso con hecatombes corporativas como el fraude de Enron es más que evidente. Si se hace memoria, la compañía se trago consigo cerca de 2.000 millones de dólares en pensiones cuando su escándalo toco techo en diciembre de 2001. Por supuesto, dada la situación, no es de extrañar que ayer se presentaran las primeras querellas contra Bear Stearns ya se hayan presentado en los tribunales de Nueva York a la espera de conseguir el apoyo suficiente para convertirse en demandas colectivas.

Cuando veas la barbas del vecino cortar, pon las tuyas a remojar dice el refrán. Bien esta es una clara advertencia para los empleados de Lehman Brothers, que hoy presenta sus resultados trimestrales y podría ser la siguiente víctima mortal de esta epidemia.

Cuentas de ahorros desplumadas

En este banco de inversión independiente, como lo fue Bear Stearns, los empleados poseen cerca del 30 por ciento de las acciones y durante la jornada de ayer vieron como sus cuentas de ahorro se desplumaban con caídas de un 19.1 por ciento al cierre de la sesión. Cabe recordar que esta entidad se encuentra en el punto de mira de muchos después de observar la suerte que ha corrido Bear Stearns.

Pero no sólo en Bear Stearns o Lehman Brothers están nerviosos. En Merrill Lynch, sus empleados poseen cerca de un 26 por ciento de las acciones del banco de inversión, en materia de salario, bonuses o planes de jubilación. Visto como está el asunto, algún que otro empleado se declaraba nervioso. A finales de 2007 un total de 11.2 millones de estadounidenses poseían la friolera de 928 mil millones de dólares en acciones de sus respectivas compañías según el Centro Nacional de Propiedad Laboral.

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