En una semana en la que Europa tiene y tendrá un papel central en el rumbo que tome la economía mundial en los próximos meses -mañana es la reunión mensual del BCE, en la que se espera que Mario Draghi explique sus planes para la zona euro-, ayer fue EEUU quien se encargó de frustrar la que prometía ser una apacible sesión de bolsa.
Fue la publicación de un sorpresivo mal dato del ISM manufacturero de agosto, de 49,6 puntos frente a los 50 esperados por los 70 economistas encuestados por Bloomberg, y los 49.8 correspondientes al mes de julio -por debajo de 50 se considera signo de recesión-, el factor que contribuyó a que Wall Street empezase la sesión en números rojos. Se trata del peor dato de la actividad industrial de EEUU desde junio de 2009. Asimismo, agosto es el tercer mes consecutivo en el que este indicador muestra una contracción económica en EEUU, avivando la posibilidad de que la Reserva Federal active la tan esperada tercera ronda de estímulos cuantitativos o QE3.
De esta forma, y después de estar cerrado el lunes con motivo de la celebración del Día del Trabajo, Wall Street empezaba la semana con el Dow Jones retrocediendo en torno al 0,7 por ciento a media sesión, suficiente para hacerle perder la cota psicológica de los 13.000 puntos. Por su parte el S&P 500 cedía alrededor de medio punto, con la pérdida del nivel de los 1.400 puntos, mientras que el tecnológico Nasdaq 100 perdía otro 0,6 por ciento, hasta los 2.753 puntos básicos.
Más duras fueron las caídas en los parqués del Viejo Continente. El indicador más afectado fue el francés Cac 40, que retrocedió un 1,58 por ciento, seguido por el británico Ftse Mib, que terminó la jornada con un recorte del 1,5 por ciento. También presentaron pérdidas superiores al 1 por ciento del Dax 30 y el EuroStoxx 50.
La única excepción fue el Ibex 35: tras oscilar entre un mínimo de 7.446,7 puntos y un máximo de 7.542,3 puntos, terminó la jornada con una tímida subida del 0,73 por ciento, hasta los 7.488,2 puntos. El indicador reflejaba de esta forma que aún no se había disipado entre los inversores el efecto tranquilizador de las palabras del presidente del BCE, que el lunes deslizó la posibilidad de que su institución pueda realizar compras de deuda en el mercado secundario.