
El Tesoro llegó a ofrecer dos puntos más de retribución a comienzos de verano. Aún tiene que captar casi 80.000 millones de euros en los próximos cinco meses del año.
La balanza se equilibra. En un lado, las letras. En el otro, los depósitos. La menor presión sobre la deuda española ha reducido el coste de financiación de España en los mercados, al mismo tiempo que la banca ha optado por elevar la retribución de sus imposiciones a plazo fijo para cuadrar la liquidez que necesita en sus balances de cara a fin de año.
El resultado es que la diferencia en el rendimiento de ambos productos es ya tan sólo de medio punto a favor del Tesoro.
A partir de ahora, si la tranquilidad sobre la deuda continúa, lo normal es que esta tendencia se acentúe aún más en los próximos meses.
Pero ojo, porque aún quedan incertidumbres por resolver en los mercados, tales como las condiciones del rescate a España o la reestructuración del plan de ajuste griego, capaces de interrumpir el freno en los intereses de la deuda pública.
En los últimos meses, la relación entre la rentabilidad de ambos productos ha sido inversa. Cuando las letras subían, los depósitos bajaban, y al revés. Aunque su brecha más amplia se remonta a junio. Por entonces, el peso de la desconfianza sobre España obligó al Tesoro Público a pagar más de un 5% por colocar letras a 12 y 18 meses, dos puntos más de lo que rentaban los depósitos -sus principales rivales ala hora de captar el ahorro de los particulares-. No tenían rival, ni siquiera los mayores intereses de los pagarés, la alternativa de la banca a los tradicionales plazos fijos, fueron capaces de hacer sombra a la deuda pública.
Ahora, el escenario ha cambiado. La diferencia entre el rendimiento de las letras y los depósitos es ya tan sólo de medio punto. Y en ello no sólo ha influido la menor percepción de riesgo de los inversores, que descuentan una mayor estabilidad en el mercado de deuda en los próximos meses pese a que aún quedan asuntos por resolver; la causa también hay que buscarla en el repunte de los intereses de los plazos fijos. La necesidad de liquidez de la banca ante el cierre de los mercados mayoristas -reabiertos momentáneamente por la emisión de Santander esta semana- ha propiciado un cambio en la estrategia del sector a la hora de captar ahorro, que pasa por elevar la retribución que otorgan sus depósitos. Sobre todo, la que ofrecen los plazos a seis meses, que permiten cuadrar la liquidez que precisan antes de que acabe el año. Aunque tampoco es nada despreciable el aumento de la rentabilidad media de estos productos a doce meses, que se sitúa en el 2,66%.
Con la apuesta de la banca de nuevo por los depósitos, y si la menor presión sobre la deuda española se prolonga -ayer, la tensión devolvió al diferencial español por encima de los 500 puntos básicos-, los pesos de la balanza se seguirán igualando. No obstante, todavía existen asuntos sin resolver sobre el futuro de Europa que pueden interrumpir esta tendencia.
Qué puede alterar la balanza
Sobre el futuro de España no está todo dicho. Aunque el mercado ya descuenta que será sometida a un rescate blando, la gran incógnita sigue siendo bajo qué condiciones y cuándo. Todo apunta a que no será antes de mediados de septiembre. El miércoles lo anticipó un informe de Goldman Sachs, y un día después lo corroboraron fuentes gubernamentales. Antes de solicitar ayuda a sus socios europeos, el Ejecutivo esperará a conocer qué planes tiene el Banco Central Europeo (BCE) para frenar la escalada de los tipos de interés de la deuda soberana. Y el próximo 6 de septiembre puede ser clave. Ese día, Mario Draghi, presidente del BCE, podría desvelar su plan para garantizar la sostenibilidad de la deuda de los países periféricos. Aunque ésa no es la única preocupación latente en el mercado.
El futuro de Grecia sigue generando dudas, y más después de que esta semana el primer ministro griego, Antonis Samarás, pidiera más tiempo para aplicar los nuevos ajustes. Que Europa se lo conceda o no, dependerá del resultado que arroje el informe de la troika -compuesta por el BCE, la Comisión Europea, y el Fondo Monetario Internacional- a finales de septiembre, sobre el grado de cumplimiento de las reformas y ajustes a los que se ha comprometido Grecia a cambio de recibir el siguiente tramo del rescate. Tan sólo un día después, el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, se encargó de enfriar las expectativas tras afirmar que la concesión de más tiempo para poner en práctica sus planes de austeridad no resolverá los problemas del país heleno.
El desenlace de ambos entuertos económicos será determinante para mantener, o no, la menor presión en los mercados de deuda. Sin olvidar, tampoco, que como cada año, el último día de agosto se reunirán los mandatarios de los principales bancos centrales del mundo en Jackson Hole. Allí comparecerá Ben Bernanke, el presidente de la Fed, entre otros. Su declaración será seguida por miles de inversores en busca de nuevas pistas sobre una tercera ronda de estímulos a la economía. Y más después de que el miércoles, las actas de la Fed desvelaran que existe un mayor consenso entre sus miembros sobre la posibilidad de activar un QE3.
Quedan retos pendientes
Por el momento, el Tesoro Público ya ha colocado el 72,2% (62.016 millones de euros) de lo previsto para todo el ejercicio, gracias a su estrategia de emitir a principios de año deuda a largo plazo para aprovechar las mejores condiciones que existían en el mercado tras el efecto de las dos subastas de liquidez que efectuó el BCE en diciembre y febrero. Una vez diluido el calmante, el organismo decidió refugiarse en el corto plazo -son títulos más fáciles de vender porque son los que más aceptación y respaldo tienen entre los inversores particulares- con el fin de evitar pagar rentabilidades muy elevadas durante mucho tiempo.
Aunque el Tesoro Público ya ha adelantado una buena parte de los deberes este año, todavía tiene que captar casi 80.000 millones de euros más en lo que queda de año si se tiene en cuenta los vencimientos entre agosto y diciembre, el déficit público y la cantidad comprometida a aportar al fondo de liquidez autonómico.
Mientras tanto, su próxima cita con el mercado tendrá que esperar al martes. El organismo emisor despedirá el periodo estival con una subasta de letras a 3 y 6 meses. La última vez que colocó estos títulos fue el 24 de julio. Ese día, la presión sobre la deuda española llevó al rendimiento de los bonos a diez años a marcar máximos históricos en el 7,62%; lo que obligó al Estado a pagar un 2,434% por las letras a 3 meses y un 3,691% por la deuda a seis meses. El interés del papel a más corto plazo que emite el organismo se ha multiplicado por ocho en lo que va de año, ya que en la primera emisión de estas letras de 2012, el 21 de febrero, el Tesoro pagó un 0,3%.