
En unos momentos en los que la deuda pública lo abarca todo, para lo bueno y para lo malo, los bonos corporativos siguen reclamando un hueco en las carteras de inversión.
La deuda pública lo impregna todo. Es tanta la tensión que se está sufriendo en estos momentos que su sombra cada vez es más alargada, hasta el punto de que lo cubre todo. Con efectos extremos, además. Porque mientras unos países -los más solventes- se financian incluso a intereses negativos; otros -los más expuestos a los problemas, entre los que se encuadra España- deben pagar unos rendimientos históricamente altos.
La onda expansiva de esta realidad afecta igualmente a la deuda privada, es decir, a la emitida por las empresas y los bancos, que no es inmune al contagio. Principalmente, a la de los europaíses que actualmente generan más dudas: España e Italia. "Los bonos de sus emisores corporativos de referencia también se están viendo bajo presión. Las compañías españolas e italianas han recibido rebajas de calificación como consecuencia de los recortes de rating de sus respectivos países", certifica Stefan Isaacs, gestor de renta fija de M&G Investments.
Por tanto, del mismo modo que el mercado de deuda pública se está fragmentando en dos bandos -los que se financian barato y los que lo hacen caro-, un movimiento similar se está apreciando en la deuda privada. Con un matiz adicional: los bonos soberanos ya no parecen tan seguros, por lo que los inversores saben que, si buscan un equilibrio de rentabilidad y seguridad para sus carteras, deben dar el salto a la deuda privada. Sobre todo a la corporativa, esto es, la lanzada por las empresas. "Los inversores están mostrando un fuerte interés por las colocaciones de deuda corporativa de los emisores con grado de inversión en 2012. Los bonos soberanos son percibidos como unos activos con mucho más riesgo ahora que antes de la crisis, mientras que los bancos están sujetos a numerosos cambios. Por tanto, las emisiones empresariales, fuera de los países periféricos europeos, han emergido como un refugio relativo", valora la agencia de calificación Fitch.
A la espera de una mejoría
Junto a ese cambio de percepción, figura otra circunstancia: a juicio de los expertos, hay mucho valor y, por tanto, mucha rentabilidad, esperando en el mercado. Vamos, que puede suponer el trampolín apropiado para saltar hacia la rentabilidad. "Con las valoraciones y los fundamentales en una situación razonablemente atractiva, estamos convencidos de que solo necesitamos esperar una leve mejoría en las condiciones macroeconómicas y claridad en el apartado político para considerar un movimiento que nos conduzca a sobreponderar la deuda privada europea", anticipan los expertos de Morgan Stanley.
Esas premisas -mejoría económica y claridad política- puede que sean difíciles de conseguir a corto plazo, pero, en todo caso, la deuda privada reclama un sitio en las carteras ahora que la deuda soberana segura apenas abona interés -o incluso ni lo hace- y que la periférica paga bien, pero a cambio de un alto riesgo.
Teniendo en cuenta estas circunstancias, los expertos de Banif han confeccionado para elEconomista varias carteras adaptadas al perfil de cada inversor: conservador, neutral y arriesgado. Aunque cada opción tiene unas características propias, porque está compuesta por títulos de diferentes sectores y países distintos, sí permiten extraer unos denominadores comunes que se pueden extrapolar en estos momentos al conjunto de la deuda corporativa y financiera.
En primer lugar, cuanto menor sea el plazo de los títulos, menos rentabilidad y más seguridad; y al revés: a mayor plazo, más rentabilidad, pero también a cambio de asumir más riesgos. En segundo lugar, para buscar seguridad, mejor decantarse por deuda emitida por compañías extranjeras; si, por el contrario, se busca mayores rendimientos, la deuda periférica, en general, y española, en particular, ofrece más oportunidades. Y tercero: los sectores petrolero y farmacéutico son los que ofrecen en estos momentos una mayor protección.
Plazos cortos y matrícula extranjera
En efecto, la cartera conservadora se baña en cortos plazos y compañías extranjeras. O lo que es lo mismo, una estrategia que combina seguridad, con títulos de sectores y países con sirven como refugio, y flexibilidad, una característica igualmente valiosa en caso de que hubiera que cambiar el rumbo de la cartera ante un cambio en los acontecimientos. "En la cartera conservadora hemos elegido una duración muy corta , en torno al año, esperando una recuperación de los países periféricos que provocaría una venta de todas aquellos emisores que han servido como activo refugio durante la crisis, por lo que apenas sufriríamos pérdidas ante ventas de estos activos por la duración tan corta que tenemos", explica Teresa Gimeno, experta en renta fija de Banif.
Esta cartera está compuesta por seis referencias, todas ellas con rating de doble A para la agencia Standard y Poor's (S&P), y por nombres tan reputados y estables como las farmacéuticas Pfizer, Roche y Sanofi, las petroleras Total y Shell y el gigante industrial General Electric.
Si, por el contrario, se pretende una mayor rentabilidad, hay que subir de nivel y saltar de un trampolín más alto. Para este grado medio, se proponen dos alternativas. "En este caso hemos elegidos dos carteras con duraciones de año y medio y otra cartera de 3 años. Hemos escogido emisores españoles que están sufriendo mucho por el castigo a los países periféricos, pero que con la toma de medidas esperamos que mejoren y al final logremos una buena rentabilidad. La mayoría de ellos están muy diversificados y tenemos mucha confianza. No hemos elegido duraciones mas largas para evitar que las posibles volatilidades influyan mucho en el precio", argumenta Gimeno.
Ambas opciones dan un salto de rendimiento -la rentabilidad media de esas carteras se sitúa en el 4,62% y el 5,51%, frente al 0,79% del trampolín conservador-. La diferencia entre las dos carteras medias reside, fundamentalmente, en el plazo de los títulos: la que conduce a un mayor interés contiene unos títulos más longevos. Como denominador común, eso sí, el nombre de los blue chips españoles: Santander, BBVA, Iberdrola Gas Natural y el Fondo de Amortización del Déficit Eléctrico (Fade), el vehículo creado para emitir deuda con la que financiar el déficit de tarifa del sector eléctrico español.
La deuda de estas sociedades encaja a la perfección con la descripción realizada por los expertos: compañías con sólidos cimientos y conocidas entre los inversores porque son emisores habituales, pero que están sufriendo el contagio de la crisis de la deuda soberana, de ahí el repunte de sus rendimientos. La combinación, por tanto, luce muy vistosa en estos momentos para las carteras: empresas y bancos fiables, pero que, por las circunstancias, deben abonar unos intereses superiores a los que, supuestamente, les correspondería puramente por su situación empresarial y financiera.
Además, aunque desde el punto de vista de la calificación se encuentran por debajo de la cartera conservadora -de ahí que ofrezcan un rendimiento superior-, los títulos del trampolín medio mantienen una rating de grado de inversión, el que distingue a los emisores de deuda más solventes.
Doble salto
La nota que reciben por parte de las agencias de rating es la que fundamenta, principalmente, el salto al trampolín superior, el que se corresponde con la cartera de mayor riesgo. "En esta cartera la duración es de 2 años y obtendríamos una rentabilidad del 7,21%. Pese al perfil de la cartera, hemos elegido emisores con cierta credibilidad y con los que, en caso de una mejoría en los países periféricos, podríamos obtener altas plusvalías. Pese al rating de las emisiones y el riesgo que tienen, la cartera presenta una combinación de rentabilidad-riesgo acertada", comenta Gimeno.
Esta opción evidencia que, en caso de poner el acento en la rentabilidad de forma principal, nada como mirar hacia la periferia de Europa, donde los efectos de la crisis son más pronunciados. Los títulos de las españolas Banco Popular, OHL y Abengoa, la portuguesa EDP y la italiana Fiat, combinados y ponderados, son los que conducen a este rendimiento medio superior al 7%.