Y van tres. Con la de ayer, son las jornadas en las que la rentabilidad del bono español a 10 años ha cerrado ya por encima del peligroso nivel del 7%, esa frontera que para muchos representa un punto de no retorno.
Por debajo, hay vida; por encima, el oxígeno se agota, porque el país se queda sin opciones de financiarse a un coste soportable. Lo demostraron en su momento Grecia, Irlanda y Portugal, condenados al rescate total de su economía porque el rendimiento de su deuda se disparó y se quedaron sin opciones. ¿Existe alguna excepción a esa regla? Sí, la de Italia, que ha aguantado sin pedir la asistencia de Europa pese a que sus títulos durmieron por encima del 7% hasta en 14 sesiones.
Este es el precipicio que avista ahora España, después de que la rentabilidad escalara del 6,95 al 7,06% -con un máximo diario del 7,108%- a la espera de que Europa y España concreten las condiciones del rescate bancario. El aumento de la rentabilidad se llevó consigo a la prima de riesgo, que mide la diferencia entre el rendimiento de los bonos españoles y alemanes a 10 años. Este termómetro de la desconfianza se calentó de los 563 a los 574 puntos, con lo que regresó hasta los niveles en los que estaba el 18 de junio.
Donde se dijo digo...
Es decir, hasta el lugar en el que estaba antes de los fuegos de artificio lanzados en la Cumbre europea de los días 28 y 29 de junio. En ella, los líderes europeos parecieron alcanzar tres acuerdos que se antojaban decisivos: la recapitalización directa de la banca, sin pasar por los Estados, con lo que se rompía el bucle entre el riesgo-país y el riesgo financiero; la renuncia a que la deuda comprometida con el Mecanismo de Estabilidad (Mede), que tomará el relevo al actual fondo de rescate (FEEF), tenga derecho de cobro preferente sobre el resto de la deuda; y la compra de bonos estatales en el mercado a través de los fondos de rescate.
Pero la concordia duró poco. "En los días siguientes a la cumbre volvieron el ruido y las discrepancias. Holanda y Finlandia no apoyan la compra de bonos por el Mede; rumores de Finlandia amenazando con salir de la UE?", explican los expertos de Inversis. En definitiva, una auténtica ceremonia de la confusión que sólo ha servido para reproducir la incertidumbre entre los inversores. Lo ha hecho hasta tal punto, que incluso el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, llamó al orden ayer a las autoridades finlandesas. "La cumbre de la Unión Europea tiene credibilidad sólo cuando sus actores no hacen declaraciones que contradicen las conclusiones que ellos mismos adoptaron", afirmó Draghi en su comparecencia ante el Parlamento Europeo.
Lanzó esta advertencia en una jornada que fue especialmente tensa en los mercados, a la espera de que las reuniones del Eurogrupo, iniciada en la tarde de ayer, y del Ecofín, que se celebrará hoy, pongan orden en la casa del euro. Entre los expertos, sin embargo, reina la prudencia. "Creo sinceramente que el grado de deterioro es demasiado alto para esperar una solución mágica que lleve a un giro de 180 grados de un momento a otro", reconoce José Luis Martínez Campuzano, estratega de Citi en España. Y en esta misma línea, añade: "La solución, la integración política, vendrá con el tiempo. Y entre medias nos toca vivir en el filo de la navaja, con nuestras autoridades (nacionales y europeas) jugando al ratón y al gato, sin darse cuenta que en cualquier momento podría producirse un accidente".
El círculo vicioso continúa
Y así, a la espera de soluciones mágicas imposibles o de, al menos, medidas paliativas temporales, la crisis continúa. Y con ella un bucle que se sigue retroalimentando sin cesar, complicando más y más la situación. "Los problemas de Europa son severos porque tienden a autorreforzarse. Las rebajas de calificación afectan de forma nada sorprendente a la capacidad de financiarse. Una política fiscal más restrictiva, orientada a reducir los déficits públicos, han frenado el crecimiento y han impedido así la mejoría en los desequilibrios fiscales. La compra de deuda pública por parte de los bancos nacionales es criticada al considerarse peligrosa por reforzar el vínculo entre el riesgo soberano y el de la banca, al tiempo que la venta de la deuda por esos mismos bancos nacionales es denunciada al provocar una dañina pérdida de confianza", desgranan desde Morgan Stanley.
En esta enrevesada madeja, España acapara ahora las principales preocupaciones. Lo delata la brecha que está volviendo a abrirse entre los bonos españoles e italianos. Aunque Italia no se libra de las presiones, éstas le afectan en menor grado en estos momentos. Ayer, la rentabilidad de sus bonos a una década pasó del 6,02 al 6,10%, con lo que, pese al repunte, se encuentran casi un punto porcentual por debajo de los títulos españoles -ver gráfico-. Un boquete revelador, más aún si se tiene en cuenta que el año 2011 terminó con los bonos transalpinos 202 puntos básicos por encima de los españoles. Otra muestra del vuelco que ha experimentado la situación se encuentra en la evolución de los seguros contra el impago (CDS) de Irlanda y España. A finales de 2011, el primero se encontraba en los 726 puntos, frente a los 393,4 puntos del segundo. Ayer, el español repuntó hasta los 588 puntos, mientras que el irlandés se encuentra en los 546.
A la espera de más ajustes
Con España en el disparadero, el mercado no sólo estará pendiente esta semana de lo que acontezca en las reuniones europeas, sino que también lo estará de las medidas que anunciará el Gobierno para tratar de reducir el déficit público, otro de los caballos de batalla. El compromiso parece que se relajará hasta una cifra equivalente al 6,3% del Producto Interior Bruto (PIB), lo que supone un punto porcentual más respecto al 5,3% anteriormente estipulado y mucho más cerca de la anterior cifra del 8,9%, que registró el conjunto del Estado español en 2011. "El trabajo que queda por delante es ingente y eso es lo que debemos tener en mente. Dar limosna a los bancos españoles no va a solucionar los grandes problemas", expone claramente Peter Bo Kiaer, estratega de Saxo Bank.