Los matices. Tan importantes y, en no pocas ocasiones, tan olvidados. Y eso que en esta crisis están por todas partes, complicando cualquier juicio o análisis, cualquier veredicto que aspire a ser consistente y mantenerse en el tiempo. Se volvió a demostrar en la subasta de letras a 12 y 18 meses que el Tesoro Público español sacó adelante ayer.
¿Fue buena? Sí, tuvo cosas buenas. ¿O fue mala? Sí, también tuvo cosas malas. ¿Y con qué se quedó el mercado? Con lo positivo, esto es, con que España captó 3.040 millones de euros con la operación, por encima del objetivo máximo de 3.000 millones que se había establecido de antemano, y con que la demanda siguió siendo abundante.
Esta interpretación positiva dio un respiro a la deuda pública española durante la jornada. El retorno de las compras propició que el rendimiento de los bonos españoles a 10 años se moderara del 7,16 al 7,04 por ciento, tras haber llegado a repuntar a primera hora de la mañana hasta el 7,19 por ciento. En paralelo, la prima de riesgo, ese termómetro de la desconfianza que mide el interés extra que exigen los inversores a los bonos españoles a 10 años sobre los alemanes con igual vencimiento, se enfrió de los 575 a los 551 puntos básicos, con un máximo diario de 579.
La crisis tiene un precio
La reacción de los inversores al resultado de la subasta ratificó, como confirman fuentes del mercado, que su verdadera preocupación consistía en observar si España continúa contando con capacidad de financiación. Y por lo visto ayer, la conserva, de ahí la tregua concedida.
Lo evidenció la demanda, que volvió a ser cuantiosa. En total, superó los 8.000 millones de euros, repartidos en los 5.180,5 millones recibidos para la adquirir letras a 12 meses y los 2.824,3 millones dirigidos a la compra de títulos a 18 meses. La cantidad conjunta permitió cubrir con creces el objetivo de financiación, fijado entre los 2.000 y los 3.000 millones, y batir el volumen de peticiones recibido en mayo. Hace un mes, la oferta de letras a 12 meses fue superada por la demanda en 1,84 veces y la de letras a 18 meses, en 3,23 veces. Ayer, estos registros crecieron hasta las 2,16 y las 4,42 veces, respectivamente.
Eso sí, para financiar las arcas públicas el Tesoro tuvo que rascarse el bolsillo. Cuestión de matices. Y de realidad, porque es lo que hay. Las letras a 12 meses se adjudicaron con una rentabilidad media del 5,07 por ciento, es decir, por encima incluso del 5,02 por ciento que llegó a pagar en noviembre y el interés más alto desde 1997, cuando el euro aún no existía. Además, ese interés fue un 70 por ciento superior al abonado en la subasta de mayo, cuando se limitó al 2,98 por ciento. Tomando el interés marginal -el más alto desembolsado en la operación, resultante del precio más bajo aceptado-, se situó en el 5,20 por ciento, igual que en noviembre.
En cuanto a las letras a 18 meses, se vendieron con un interés medio del 5,10 por ciento, un 54,5 por ciento más caras que en mayo, cuando se subastaron al 3,30 por ciento. En su caso, se trató del rendimiento más elevado desde noviembre de 2011, cuando la rentabilidad media alcanzó el 5,16 por ciento. En cuanto al interés marginal, ascendió al 5,35 por ciento, el más alto desde 1997.
Más matices. Si bien España mantuvo intacta su capacidad de financiación, los expertos no lanzan las campanas al vuelo. Precisan que ayer se subastaron sobre todo letras a 12 meses, el título más popular de cuantos emite y, sobre todo, el más fácil de vender porque es el que más aceptación y respaldo tiene entre los ahorradores particulares. En su opinión, el verdadero examen se pasará en las subastas de bonos y obligaciones, es decir, de deuda a medio y largo plazo. Como la que tendrá lugar mañana, fecha en la que venderá bonos con vencimiento en 2014, 2015 y 2017. Por si acaso, el Tesoro se ha cubierto las espaldas al limitar el objetivo de financiación en esta emisión hasta situarlo entre los 1.000 y los 2.000 millones de euros, cuando en la misma operación de mayo se propuso lograr entre 1.500 y 2.500 millones. Al rebajar la meta, también podrían hacerlo las dificultades para solventar la operación, transmitiendo así una sensación de éxito.
Lo que resultará inevitable es que los costes crezcan, puesto que los rendimientos de los bonos a dos, tres y cinco años se mueven en el mercado entre el 5,29 y el 6,44 por ciento, por encima de los intereses pagados por el Tesoro en las últimas colocaciones de estos títulos -ver gráfico-.
Una carga demasiado pesada
Y aunque los inversores dejaron ayer a un lado los intereses pagados en la subasta de letras y se centraron en el dinero captado por el Tesoro, también resulta cierto que los costes cada vez inquietan más. "Claramente, estos intereses ponen a la deuda pública en un camino insostenible, con los costes de financiación por encima del crecimiento económico", asegura Keith Wade, economista jefe de la gestora Schroders. Además de recordar el impacto que el rescate bancario puede tener en el volumen de deuda pública existente, que podría pasar a equivaler el 90 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) de España, Wade pone el acento en otro terreno. "El verdadero problema de España es el crecimiento. La combinación de la austeridad fiscal, la reforma del mercado laboral y la recapitalización bancaria implica que la actividad aún permanecerá débil, con lo que se mantendrá la presión para el rescate de la cuarta mayor economía de la eurozona", avisa. Y pone cifras: ese rescate ascendería a 500.000 millones de euros.
Los expertos de ING tampoco descartan esta posibilidad. En su caso, prevén "un programa de ayuda de tres años para el país, de alrededor de 250.000 millones, que se sumarán a los 100.000 millones ya comprometidos para el sistema bancario", según recoge la agencia financiera Bloomberg. Además, vaticinan que si el rendimiento de los bonos a 10 años supera el 7,5 por ciento, se puede "esperar una intervención del Banco Central Europeo (BCE) con su programa de compra de deuda soberana", con lo que pondría fin a una inactividad que se prolonga ya durante 14 semanas. Ayer, de hecho, volvieron a sonar rumores de que la entidad presidida por Mario Draghi estaba comprando deuda española en el mercado, pero no fueron demasiado intensos ni quedaron confirmados.
Esperando a Draghi y a Europa
A la espera de que el BCE decida -o no- pasar a la acción, el terreno es idóneo para que los inversores hagan su agosto con la deuda española. La liquidez existente en el mercado es muy escasa, algo que favorece los movimientos violentos en los precios y que hace posible provocar cambios bruscos con poco dinero. "El mercado está roto y es por lo que los especuladores pueden atacar con más facilidad. Por esto es necesario que el BCE actúe en el secundario", demanda Miguel Paz, de Unicorp Patrimonio. Y añade: "Tenemos la sensación de que tanto los dirigentes europeos como el BCE están dejando hacer al mercado para que nuestro Estado no aguante la presión y solicite formalmente ayuda financiera a Europa". Entonces, ¿llegará ese auxilio? "Europa ayudará, pero cuando tenga la certeza de que realmente habrá una institución europea que controle y dirija en qué se invierte el dinero. Evidentemente, España no quiere esto y en este juego de presiones andamos y andaremos hasta final de mes", pronostica Miguel Paz.