El debate sobre Grecia ha reabierto las dudas sobre la permanencia de todos los países en la divisa comunitaria
Aunque la balanza comienza a inclinarse hacia la posibilidad de nuevas políticas pro crecimiento en la zona euro, el fantasma de una ruptura sigue vivo, con la hipotética salida de Grecia de la moneda y, evidentemente, con el debate sobre la posibilidad de que otros países también pudieran abandonar la moneda europea.
"La atención se está centrando de repente en la fuga de depósitos en algunos bancos de países de la zona euro. Esta reacción es una respuesta lógica a la creciente percepción del riesgo de una desintegración de la moneda única, ya que si esto sucede (si cada país volviera a su antigua divisa), el nuevo marco alemán inmediatamente se apreciaría dramáticamente frente a los nuevos dracma griego o peseta española", explica Mike Riddell, gestor de renta fija de M&G Investments.
Según este experto, la salida de dinero de los bancos "también indica una respuesta anticipada de los inversores a los estrictos controles o restricciones de capital que se deberían implementar inmediatamente después de una eventual ruptura de la unión monetaria. Como los que temporalmente se impusieron en Malasia en el año 1997 o en Argentina tras el default de 2001".
Según Riddell, aún no se ha llegado a esta situación. Y no tiene por qué hacerse realidad. Sin embargo, es lógico tener cierta cautela no sólo a la hora de invertir, sino también a la hora de gestionar los niveles de liquidez que se tienen en cartera. O, más bien, cómo diversificar el dinero de bolsillo para protegerse o atar el riesgo de que ese "cisne negro" suceda y alguno de los países que forman parte del euro hoy lo abandonen en el futuro.
En otra divisa, ¿se está mejor?
Existen varios cauces para vacunar parte del ahorro contra los efectos de una hipotética dracmacización o pesetización (no hablamos de las inversiones, porque esas las puede diversificar vía acciones cotizadas en otros mercados o vía fondos de inversión). Por ejemplo, una posibilidad es recurrir a cuentas y/o depósitos en divisas diferentes al euro. Así, bloqueamos a priori los efectos perniciosos que están teniendo las tensiones políticas sobre la cotización de la moneda única.
Hace no mucho, le comentamos que, hoy por hoy, las monedas que tienen más a su favor para ganar en su cruce con el euro son la libra esterlina y el dólar canadiense. Así, una buena salida puede ser elegir una cuenta como la que comercializa Barclays, la Cuenta Alta Remuneración en libras, que ofrece una TAE del 4,03%. ¿Lo negativo? Los costes y, sobre todo, el riesgo divisa o de que al final las aguas vuelvan a su cauce y el euro recupere parte o todo el terreno.
Otra posibilidad, más radical, es abrir cuentas corrientes en entidades de países 'fuertes' de la zona euro, o bien de naciones fuera de Europa, sobre todo EEUU, que tengan red en España. Pero abrirlas en los países de origen de esos bancos, no en territorio nacional.
No es una alternativa, a priori, disponible para el cualquier cliente. Hemos consultado a varias entidades extranjeras que operan en España y es una operación que no sólo se desaconseja, sino que en algunos casos ni se puede hacer. Bien sea porque desde la red española no permiten hacer dicha contratación (el caso de ING, en el que las filiales de diferentes países operan con total independencia), bien sea porque "los costes son tales que en la mayoría de casos suponen sufrir fuertes pérdidas en el capital ingresado", tal como explican desde Deutsche Bank. Sin embargo, algunas entidades reconocen que la petición de abrir una cuenta se podría estudiar dependiendo del cliente que lo solicitara. Fiscalmente, esta solución no supone ninguna diferencia, ya que ni existen evidentemente ventajas ni tampoco penalizaciones.
La tercera posibilidad que existe son los fondos monetarios. Para el caso que nos ocupa, lo mejor sería elegir aquellos productos que inviertan en papel de países fuertes de la zona euro, básicamente el tándem Alemania-Francia. Sobre todo si escogen títulos a corto plazo que, aunque proporcionan una rentabilidad menor, tienen un riesgo más limitado.
El problema de esta salida es el evidente: en este caso, dejamos de hablar de ahorro puro y duro para empezar a hablar de inversión. Y aunque siempre se ha considerado a los monetarios un producto tranquilo, con la crisis se ha convertido en algo habitual ver algunos de estos fondos arrojando rentabilidades negativas.