Estaba cantado. España y las reformas estructurales iban a ser los grandes protagonistas en la reunión que el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE) celebró ayer en Barcelona. Y así fue. En cuanto pudo, al poco de comenzar la rueda de prensa posterior a esa cita, el presidente de la entidad, Mario Draghi, aprovechó la ocasión para elogiar al Gobierno español.
"El Ejecutivo ha realizado un esfuerzo muy significativo en su política de reformas en muy poco tiempo", admitió el banquero italiano. Eso sí, no todo fueron parabienes. Draghi pidió más. Afirmó que "algunos gobiernos han de ser más ambiciosos", una alusión en la que no mencionó países concretos, pero tras la que se identificó a España e Italia, principalmente.
Para que su recado quedara claro, mostró su "total confianza" en que el Gobierno de Mariano Rajoy mantendrá su pulso firme, con especial énfasis en la reforma bancaria. "Las medidas necesarias, tanto en el frente fiscal como en el financiero, serán tomadas", aseguró Draghi. Y fue más allá, con una declaración que sonó más a advertencia que a espaldarazo: "No tengo absolutamente ninguna duda de que las medidas serán ejecutadas y serán adoptadas de forma tan rápida y tan transparente como el resto de los países europeos, en primer lugar, y los mercados requieren".
No es su misión
Trasladando esta presión al Ejecutivo, el BCE mantuvo la línea argumental que viene siguiendo en los últimos tiempos. Esto es, solicitando reformas estructurales a los países para que restauren su crecimiento y su credibilidad, porque ésta no es tarea de la institución monetaria. En el ideario del BCE, su mejor contribución para el crecimiento reside en "mantener la estabilidad de precios a medio plazo". Por el contrario, y por aquello de delimitar las competencias de cada cual, "afrontar las divergencias entre los distintos países de la zona del euro es tarea de los gobiernos nacionales, que deben adoptar políticas decididas para corregir desequilibrios y vulnerabilidades importantes en los ámbitos presupuestario, financiero y estructural".
De este modo, Draghi insistió en la idea que está exponiendo en los últimos meses. En el seno del Banco Central Europeo, principalmente en los representantes alemanes de la entidad, existe el convencimiento de que los países no emprenden las reformas precisas para restituir el crecimiento y la estabilidad financiera porque esperan que el banco central lo haga por ellos. Por este motivo, y tras los dos préstamos a tres años concedidos por la institución monetaria a las entidades financieras europeas, el BCE ha pisado el freno, con el objetivo de que sean los países los que tomen la iniciativa. Lo ha hecho hasta tal punto, que ya acumula siete semanas sin comprar deuda pública en el mercado, pese a las crecientes presiones que han sufrido España, sobre todo, e Italia. El problema, precisamente, es que "el mercado no premia los ajustes", matiza José Luis Martínez Campuzano, estratega de Citi en España.
El BCE, sin embargo, parece dispuesto a mantener vivo este pulso, que hilvana con el debate abierto en Europa acerca de la conveniencia de complementar el Pacto Fiscal, acordado por los europaíses para garantizar la estabilidad de las finanzas públicas, con un Pacto por el Crecimiento, que estimule la recuperación. En opinión de Draghi, este segundo acuerdo demanda "reformas estructurales, mercado único y disciplina europea".