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La inhibición letal del BCE: sin su apoyo Europa no conseguirá nada

  • Debe apoyar con estímulos los esfuerzos presupuestarios de España e Italia

Cada vez hay más voces que piden al Banco Central Europeo que actúe como apoyo y contrapeso a las medidas de los países más débiles para frenar la crisis de deuda del euro. El economista Barry Eichengreen, profesor de la Universidad de Berkeley, asegura que sin apoyo de Mario Draghi, tanto la recuperación económica como el compromiso con las reformas estructurales serán meras aspiraciones.

En un artículo en Project Syndicate, el economista recuerda como el pasado mes de diciembre, cuando el sistema financiero europeo se encontraba al borde del desastre, la intervención del BCE estabilizó la situación. Cuatro meses después, hemos vuelto a las andadas, con grandes problemas en España e Italia, con grandes programas de austeridad y en recesión.

Precisamente, esta situación, con el deterioro de las condiciones económicas, siembra dudas sobre la capacidad de ambos para cuadrar sus presupuestos, mientras el apoyo popular a las reformas estructurales decae y se reabren las dudas sobre la estabilidad del sistema bancario, dudas que parecieron cerradas hace muy poco. Hemos vuelto a noviembre, con la Eurozona al borde del colapso.

¿Volverá a actuar el BCE? Eso se pregunta Eichengreen, que reconoce que hay impedimentos para que lo haga, aunque asegura que estos impedimentos son principalmente autoimpuestos.

Alemania y sus costes laborales

El primero que cita es el de la inflación (siempre una preocupación de los miembros del consejo del banco), especialmente en lo relativo a los costes en Alemania, como muestran las últimas demandas de los sindicatos para obtener mejoras salariales.

Sin embargo, el economista asegura que este incremento de los costes laborales germanos es precisamente lo que necesita Europa para reequilibrarse, ya que ayudará a realinear las posiciones competitivas entre los países del norte y del sur.

La Europa del Sur debe mejorar su competitividad y exportar más, y ha sido criticada, con razón, por no realizar reformas suficientes para conseguirlo. Pero lo que realmente importante son sus costes respecto a los de Alemania, el mayor exportador de la zona. Por ello, que suban los costes laborales alemanes es una de las pocas cosas positivas en la actual escena europea, por lo que no debería ser un obstáculo para el BCE.

Además, las posibles presiones inflacionistas de este proceso de incremento de los salarios germanos quedarían anuladas con las presiones deflacionistas de los salarios en el sur, por lo que en el conjunto de la Eurozona no debería haber problemas.

Con un paro alrededor del 10% en el conjunto, es difícil pensar otra cosa, teniendo en cuenta además que la reciente subida de la inflación está relacionada más con los precios de la energía, cuyos efectos deberían ser transitorios. De hecho, el propio BCE espera una caída de la inflación para finales de año y para el que viene, lo que sugiere que tiene margen de maniobra.

Riesgo moral-riesgo de colapso

Un segundo argumento es el denominado riesgo moral. Se suele argumentar que la intervención del BCE solo debería producirse como recompensa a la austeridad presupuestaria y las reformas estructurales. Mario Draghi se está mostrando reticente a ayudar a Mariano Rajoy y Mario Monti, ya que considera que los gobiernos no están haciendo su parte y que sus intervenciones simplemente quitan presión para hacer lo que es necesario.

Eichengreen asegura que si el BCE piensa así, está jugando un juego peligroso. Sin gasto y crecimiento no habrá solución para los problemas de Europa. Sin gasto privado, los recortes presupuestarios solo reducirán los ingresos fiscales, requiriendo nuevos recortes, ad infinitum. No habrá crecimiento económico al final del túnel ni habrá apoyo para las reformas estructurales en España e Italia.

Y es que el BCE parece muy preocupado sobre el riesgo moral, pero también debería preocuparse del riesgo de colapso, del peligro de su propio fracaso a la hora de actuar y que llevaría a una profunda recesión.

El banco central puede objetar, y no sin razón, que la política monetaria es un instrumento romo con el reequilibrar la economía europea. Un recorte de tipos o algún tipo de estímulo monetario no hará nada para reforzar los problemas de competitividad del sur de Europa.

Y tiene razón, pero sin crecimiento económico, la voluntad política para tomar medidas duras a nivel nacional no es probable que se mantenga. Sin apoyo del BCE, ambos objetivos, la recuperación económica y las reformas estructurales, serán meramente aspiracionales.

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