
Todos los focos se centran en ellos. En el euro y el dólar, en el cuerpo a cuerpo que libran cada día en los mercados las dos divisas más importantes del mundo. En estos momentos, la atención responde al desigual duelo que sostienen, que viene a prolongar la debilidad que acumula la moneda norteamericana desde 2002, apenas interrumpida por el aire que tomó en el ejercicio 2005, cuando se apreció un 12,8 por ciento frente a la moneda única.
Las últimas jornadas han puesto de relieve la distinta realidad por la que caminan. En un abrir y cerrar de ojos, el euro no sólo derribó el miércoles la cota de los 1,50 dólares por primera vez desde su nacimiento en el mercado en 1999, sino que ha ido mucho más allá: ayer llegó hasta los 1,522 dólares tras apreciarse un 0,6 por ciento.
Revalorización frente a otras monedas
Pero hay un problema. La magnitud de estos registros impide apreciar la verdadera dimensión que está adquiriendo la fortaleza del euro. Y es que cuando la divisa europea se revaloriza frente a la estadounidense, también lo hace de forma automática frente a las monedas que vinculan su evolución a la del billete verde. Entre ellas sobresalen el yuan chino, el dólar hongkonés y prácticamente todas las divisas de la zona del Golfo Pérsico.
El comercio sufrirá
¿Qué implica esto? Que, de una tacada, los productos europeos pierden competitividad, ya que resultan más caros por la subida del euro. Y éste no es, precisamente, un tema menor. Según los últimos datos difundidos por Eurostat, la oficina estadística europea, EEUU y China fueron el segundo y el tercer mayor receptor de exportaciones de la zona euro en los once primeros meses de 2007, por lo que la escalada de la moneda única afectará a las ventas europeas hacia estos mercados.
¿Y cuál fue el primero? Inglaterra, cuya divisa, la libra esterlina, también se está debilitando frente al euro, ya que en lo que va de año acumula un descenso próximo al 4 por ciento. De hecho, ayer también marcó un mínimo histórico frente a la divisa europea: con una libra ya sólo se compran 1,308 euros.
Todo ello arroja una clara impresión: para una economía como la europea, orientada a la exportación, el empuje del euro puede suponer un serio contratiempo. Más aún en un contexto económico tan incierto como el actual. "El crecimiento del comercio mundial se debe frenar como consecuencia de la desaceleración mundial, con el consiguiente impacto negativo sobre la exportaciones. Si, además, el euro se mantiene en estos niveles, los efectos serán aún mayores", argumenta José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney.
En términos similares se pronuncia Juan José Fernández-Figares, director de inversión de Link Securities, quien destaca que la pujanza de la moneda única "reduce sustancialmente la competitividad de las exportaciones de la eurozona y, por tanto, lastra el crecimiento económico de la región".
Dilema para el BCE
Por tanto, la situación actual aprieta un poco más, si cabe, las tuercas al Banco Central Europeo (BCE). La apreciación de la divisa equivale a un incremento del precio del dinero, por lo que complica más el escenario actual. De hecho, esta vez difícilmente se puede esgrimir que la fortaleza del euro actúa como escudo antiinflacionista, es decir, que le está haciendo el trabajo sucio al BCE, ya que el encarecimiento del crudo está siendo proporcionalmente más elevado.
Es más, el entorno actual presenta una correlación que el BCE no debe menospreciar: la fortaleza del euro y la debilidad del dólar están alimentando la subida de las materias primas, y entre ellas la del petróleo. Por tanto, la institución europea, que se reúne el próximo 6 de marzo, se enfrenta a una curiosa paradoja: si mantiene su retórica antiinflacionista, el mercado responderá con nuevas subidas del euro que, a su vez, se verán acompañadas por más incrementos del crudo. Vamos, que el remedio, más que curar, agrava la enfermedad.
Entonces, ¿debe recortar el BCE los intereses, que permanecen en el 4 por ciento desde junio de 2007? No. Aún es pronto. Pero debe ser consciente de los dañinos efectos que el empuje del euro puede tener sobre el crecimiento y sobre la inflación si, como hasta ahora, la debilidad del dólar se ve respondida por aumentos en los precios del crudo. Jean-Claude Trichet, que preside el BCE desde noviembre de 2003, siempre ha sido un firme defensor de una divisa fuerte. Pero el euro lo está en exceso. Y el riesgo de que siga subiendo, dada la fragilidad del dólar, es muy real, por lo que no debería agitar el fuego de su escalada.