
El 1 de noviembre de 2011, se produjo el relevo en la presidencia del BCE (Banco Central Europeo). Jean-Claude Trichet cedía el mando de la nave al italiano Mario Draghi, en un contexto nada fácil de gestionar, que se concretaba en un mercado interbancario paralizado y con una presión acuciante en los mercados secundarios de renta fija sobre la deuda de las llamadas economías periféricas.
Este miércoles Mario Draghi cumple cinco meses desde que tomara el control de la Autoridad Monetaria de la eurozona y aunque se trate de un periodo de tiempo no muy prolongado, ha sido suficiente para que haya hecho contrastar su forma de abordar la crisis de la eurozona y su manera de enfocar la política monetaria frente a la de sus predecesores.
No en vano, desde que llegara a la Institución Monetaria, el italiano marcó distancia respecto a su antecesor Jean-Claude Trichet, sobre todo respecto al carácter de "halcón" (como en el argot financiero se conoce a los banqueros centrales más ortodoxos) del banquero francés. De sobra es conocida la resistencia que manifestó Trichet a rebajar los tipos en la última etapa de su mandato y especialmente polémica fue que el 7 de abril de 2011 subiera el tipo de interés oficial del dinero del 1 al 1,25% y que el 13 de julio del pasado año se reafirmara en su postura volviendo a elevar el precio del dinero otro cuarto de punto porcentual. Unas decisiones alabada por algunos y ferozmente criticada por otros, al considerar absurdo priorizar tanto la estabilidad de los precios frente a tratar de reactivar el crecimiento en un contexto de crisis.
Situación anómala...
Sin embargo, la entrada de Mario Draghi en el BCE supuso un giro de 180 grados en la dirección en la cual enfocar los tipos oficiales. Ocho días después de entrar en el cargo, el 9 de noviembre de 2011, bajó el precio del dinero del 1,50 al 1,25% y el 14 de diciembre repitió esa operación hasta fijar esta referencia en el 1% actual. Y no fue para menos, el mismo día que Draghi redujo los tipos oficiales, la prima de riesgo italiana cerró en los 553 puntos básicos un diferencial que surgía debido a que el tipo de interés que el mercado exigía al bono transalpino a una década ascendió hasta el 7,25% frente al 1,72% del bono germano a 10 años. Un repunte que se produjo como consecuencia de que la jornada previa a esa rebaja del interés oficial del dinero, la cámara de contrapartida británica LHC Clearnet rebajó el "margin call" a las deuda transalpina cuando la prima de riesgo italiana superó los 450 puntos básicos. Esta plataforma revisó a la baja el valor que le atribuye a los títulos de deuda soberana italiana, perdiendo éstos calidad como aval, aumentando el interés de descuento que aplica a los bonos transalpinos de 7 a 10 años desde el 6,65% hasta el 11,65%. Es decir, si antes un banco le pedía prestados a LHC.Clearnet 1.000 millones de euros, esta empresa se los prestaba a cambio de que le diera en contrapartida títulos de deuda pública italiana por valor de 1066,5 millones. Sin embargo tras este recorte, la cantidad por garantía que exigía la plataforma para prestar esos 1000 millones eran 1116,55 en bonos italianos. Un hecho que provocó que se dispararan en los mercados secundarios de renta fija la venta de bonos italianos, la caída en picado de sus precios y, por ende, el ascenso de sus tipos de interés. Una situación que puso en jaque a la eurozona ya que una quiebra de Italia o de España ni mucho menos es comparable a la de Grecia, Portugal o Irlanda al ser el PIB de estos dos países superior a la suma de las economías de las naciones intervenidas lo que las hacen prácticamente "irrescatables".
Esta fue una señal totalmente clara para Draghi de que los mercados no le iban a dar ni un segundo de respiro y de que debería tener reflejos rápidos si quería evitar que el euro naufragase en la tormenta especulativa en la que todavía aún se encuentra. El precio de la supervivencia de la moneda única en este contexto, asimilar que "las reglas generales no sirven ante situaciones excepcionales", una expresión que es la antítesis de la ortodoxia, pero que resume bastante bien el modus operandi del banquero central italiano.
...medidas extraordinarias
Para darse cuenta de hasta que punto Draghi ha seguido de manera consciente o no esta máxima basta fijarse en dos aspectos. El primero, el objetivo de estabilidad de precios, la que para el BCE ha sido la regla de oro en la que ha basado su política monetaria es esta, tal y como marcan sus estatutos. "Un incremento interanual por debajo del 2% del Índice Armonizado de Precios al Consumo (IAPC) para el área del euro" que "habrá de mantenerse a medio plazo". Desde que Draghi tomo las riendas del BCE aún no sabe los que es terminar un mes con una inflación interanual en el Área euro cercana pero inferior al 2%. El último dato publicado ayer fijaba un nivel de precios del 2,7% interanual en febrero de este año, del 2,6% en enero, en diciembre fue del 2,7% y en noviembre del 3%.
El segundo aspecto que refleja la heterodoxia de Draghi es la flexibilidad con la que ha seguido otro de los principios del BCE que es que esta institución tiene prohibido financiar a gobiernos y empresas públicas. Si bien en este aspecto el actual dirigente de la Autoridad Monetaria no es un pionero, ya que de los 219.500 millones de euros que el BCE ha destinado a comprar deuda de las economías periféricas desde mayo del 2010 hasta la actualidad, 173.500 millones se invirtieron durante el mandato de Trichet y el resto siendo Mario Draghi el presidente de esta entidad.
No obstante este último puso en marcha una estrategia con la cual trata de mantener bajo control los intereses que el mercado exige a los bonos de los países periféricos sin financiar directamente a estos Estados tal y como prohíben los estatutos del BCE. Lo hizo también con una medida heterodoxa como subastas de liquidez a 3 años. La primera, el 21 de diciembre de 2011 en la que se concedieron un total de 489.200 millones de euros a un plazo de 3 años y a la que acudieron un total de 523 bancos. La segunda fue este miércoles a la que se personaron 800 entidades y la cantidad concedida fue 529.523 millones de euros. Nunca el BCE prestó dinero a un plazo tan largo, antes de la crisis los préstamos concedidos por la Institución Financiera eran a un 1 día, a 15 días y a 3 meses y en circunstancias especiales se había otorgado prestamos a un año o incluso 13 meses.
¿El fin de estas amplias líneas de crédito? Servir una "perita en dulce" a los bancos, dándoles dinero a un tipo de interés de sólo un 1% e incentivar que las entidades financieras inviertan esos euros en títulos que les den una rentabilidad mayor al 1%, entre los que destacan los activos de deuda pública de los países de la UE, y así los bancos salgan ganado con esa diferencia, una práctica que se conoce como carry-trade y con la que el BCE se asegura de que a la deuda de los Estados no le falten demandantes para sus títulos que tiren al alza el precio de estos activos y así a la baja el interés de esos bonos y obligaciones.
Pero aunque estas sean las más sonadas, no son las únicas decisiones sin precedentes adoptadas por el banquero italiano para combatir la crisis y tratar de reactivar el flujo de crédito en la eurozona. Así, desde el 18 de enero de este año el coeficiente de reservas (porcentaje de las reservas que mantiene un banco en forma de liquidez sobre los depósitos a la vista) se redujo a la mitad, del 2 al 1% una ratio que nunca el BCE habia relajado hasta entonces. Otra ha sido relajar las exigencias de contrapartida que el BCE exige para prestar dinero. Para la deuda garantizada esta institución acepta como contrapartida títulos de deuda con un rating de 'A'. Además permite que los bancos centrales nacionales acepten como contrapartida para prestar créditos de particulares y empresas.
El resultado de todas estas actuaciones ha tenido más o menos sus frutos. Si nos fijamos en los países periféricos y en el coste de financiación que tenían que pagar el 1 de noviembre de 2011 respecto al de ahora en los mercados secundarios de renta fija este ha experimentado rebajas significativas en la rentabilidad de los títulos españoles e italianos. Cuando Draghi tomó el gobierno del BCE la rentabilidad del bono español a 10 años estaba en el 5,52% y en estos momentos el rendimiento es del 4,85%. Más drástica ha sido la caída del interés del bono transalpino a una década, del 6,19% al 4,92%. Por su parte, el euro desde que se produjo el cambio en la presidencia frente al billete verde ha cedido un 4% del 1,39 a los 1,33 dólares.