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Draghi reduce los tipos y se vuelca en ayudar a la banca para evitar la recesión

El Banco Central Europeo (BCE) confirmó ayer de palabra y obra la extrema gravedad en la que se encuentran la economía y las finanzas de la zona euro. De palabra, al recortar tan dramáticamente sus previsiones de crecimiento para 2012, que no descarta el riesgo de que la región entre en recesión el próximo año. Y de obra, porque para luchar contra el enfriamiento de la economía y el riesgo de sufrir un colapso bancario como el padecido tras la quiebra de Lehman Brothers en 2008, desplegó su arsenal de medidas anticrisis como pocas veces lo había hecho antes.

La munición más contundente la disparó para ayudar a los bancos. Fue en este frente en el que el nuevo presidente del BCE, Mario Draghi, hizo honor a su apodo de SuperMario. Adoptó hasta tres iniciativas de dimensiones históricas. En primer lugar, convocó dos operaciones de financiación mediante las que concederá préstamos a tres años a los bancos; hasta la fecha, no había pasado de suministrar liquidez a 12 ó 13 meses, con lo que se trata de una decisión sin precedentes. La primera inyección tendrá lugar el 21 de diciembre -coincidirá con el préstamo a 13 meses que ya había fijado para esa fecha- y la segunda, el 29 de febrero.

En segundo lugar, el BCE tocó por vez primera el coeficiente de reservas mínimas, es decir, el dinero contante y sonante que las entidades financieras deben mantener en las cuentas de los bancos centrales. Lo redujo del 2 al 1 por ciento. Según fuentes del mercado, esta decisión podría liberar en torno a 100.000 millones de euros de liquidez para los bancos.

Y en tercer lugar, la institución suavizó los requisitos exigidos para financiar a las entidades. En adelante, admitirá deuda garantizada con una calificación creditica de A y autorizará temporalmente a los bancos centrales nacionales a aceptar incluso préstamos a empresas y clientes como garantías para conceder financiación.

Hacia el 'planeta de los tipos 0'

Draghi tampoco se olvidó de su arma más convencional y rebajó los tipos de interés del 1,25 al 1 por ciento. De este modo, le han bastado dos reuniones y apenas 38 días para borrar del mapa monetario las dos subidas del precio del dinero que despachó su predecesor, Jean-Claude Trichet, en abril y julio de este año. Al mismo tiempo, esa reducción de un cuarto de punto devolvió a los intereses al nivel al que ya estuvieron entre mayo de 2009 y abril de 2011, una cota bajo la que jamás han estado.

Es decir, cualquier recorte adicional adentrará al BCE en una dimensión desconocida. ¿Ocurrirá? El mercado así lo espera, por mucho que Draghi confesara que el descenso de ayer no fue adoptado por "unanimidad", sino "por mayoría", un matiz que siempre evidencia discrepancias en el seno de la entidad. La primera cita de 2012, que tendrá lugar el 12 de enero, podría albergar el hito histórico de situar los tipos en el 0,75 ó en el 0,50 por ciento.

¿La economía? Mal, gracias

La explicación de por qué fue tan lejos el BCE con sus medidas la sugirió el propio Draghi. Por un lado, por la persistencia de "una alta incertidumbre en los mercados financieros". Así lo interpreta, de forma eufemística, la entidad. A los ojos de los expertos, las palabras son otras: una crisis crediticia, al estilo de la padecida tras la caída de Lehman, acecha a la banca europea, de ahí que el BCE haya reforzado la barra libre de liquidez. "El BCE necesita ofrecer, por varios caminos, toda la liquidez que pueda para evitar un colapso del sistema. La entidad está haciendo lo correcto", reconoce al respecto Sebastian Paris Horvitz, de HSBC, en declaraciones a Bloomberg. Estas tensiones fueron reconocidas, a su modo, por el BCE, que admitió que las medidas persiguen "asegurar el acceso a la liquidez de la banca y el buen funcionamiento del mercado monetario en la eurozona", con vistas a "suministrar crédito a las empresas y los hogares".

A estos problemas se añade el deterioro de la economía, porque los "sustanciales riesgos bajistas" que, en palabras de Draghi, se ciernen sobre el crecimiento amenazan con desencadenar una recesión en la eurozona. Así lo confesó en sus nuevas previsiones; si en septiembre consideraba que la economía podría crecer entre el 0,4 y el 2,2 por ciento en 2012, ayer actualizó estas cifras de forma drástica. Tanto, que no descarta una contracción al situar esa horquilla entre una tasa negativa del 0,4 por ciento y una positiva del 1 por ciento. Más tranquilas transcurren las aguas de la inflación, que podría moverse el próximo año entre el 1,5 y el 2,5 por ciento, frente al previo 1,2-2,2 por ciento.

No más compras de bonos

Si la ayuda a los bancos y la rebaja de los tipos colmaron las expectativas de los mercados, la decepción fue mayúscula con respecto al programa de compras de deuda pública. Después de que Draghi avivara la esperanza la semana pasada al sugerir que incrementaría las adquisiciones si hubiera una mayor unión fiscal, ayer la congeló al reiterar que las compras son "limitadas" y que no ha ordenado aumentarlas. También aprovechó la ocasión para recordar que "existe un Tratado [el de Lisboa]", que le impide hacer más de lo que está haciendo y para reclamar un "pacto fiscal" en la eurozona. Con estos recados, puso la pelota de la crisis del euro en el tejado de la cumbre que celebran hoy los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea. Para Draghi, es su turno.

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