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Bernanke siembra el pánico y pide estímulos fiscales para evitar la recesión: 'Socorro, yo solo no puedo con esto'

Si alguien todavía dudaba de que EEUU entrará (o ha entrado ya) en recesión, ayer Ben Bernanke le quitó las dudas de golpe. El presidente de la Reserva Federal lanzó una llamada de socorro al Congreso para que le ayude con estímulos fiscales, reconociendo implícitamente que él solo no puede evitar la catástrofe.

Esta petición, aparte de confirmar el desastroso estado de la economía norteamericana, tiene una segunda derivada todavía más terrorífica: las bajadas de tipos no sirven para evitar la crisis actual.

Esta tesis, sostenida desde hace tiempo por prestigiosos economistas, acaba con la gran esperanza de los analistas: la de unas bajadas de tipos contundentes que pusieran freno a la debacle. Unas expectativas que fueron alimentadas por la anterior comparecencia de Bernanke de la semana pasada, cuando se inclinó claramente por los riesgos de crecimiento frente a los de inflación.

¿Por qué no sirven las bajadas de tipos?

Estas actuaciones son efectivas cuando las crisis se quedan confinadas en los mercados, como la de 1998 -las bajadas de tipos de la Fed impidieron entonces el contagio de la crisis asiática y rusa- o como se creía en verano que iba a ser la actual. Pero si la crisis no es puramente financiera sino que se extiende a la economía real -como ha ocurrido con la actual-, la eficacia de la política monetaria ha sido mucho menor según los precedentes históricos y, en todo caso, estas medidas pueden tardar hasta un año en tener impacto en la economía real. Por el camino, la recesión es inevitable.

Esto es lo que vino a reconocer ayer Bernanke y por eso solicitó al ejecutivo que le eche una mano con un paquete de incentivos fiscales. Algunos expertos, como el columnista del 'Financial Times' Lawrence Summers, ya habían pedido este tipo de medidas en las últimas semanas. A su juicio, estas políticas permiten diversificar las acciones de política económica, aminora los riesgos de las bajadas excesivas de tipos (inflación, debilidad del dólar) y su impacto en la economía es mucho más inmediato.

Además, suministran la liquidez que se ha secado con la crisis crediticia y sustituyen a un consumo privado en retirada. Incluso cuantificaba la dimensión del paquete necesario: entre 50.000 y 75.000 millones de dólares.

¿Cómo debe ser el estímulo?

Bernanke reconoció ayer esas ventajas de combinar la política fiscal con la monetaria. También coincidió con Summers en que "para ser útil, un paquete de estímulo fiscal tiene que ser aplicado rápidamente y estructurado para que sus efectos sobre el gasto agregado se sientan todo lo posible dentro de los próximos 12 meses". "Además, tiene que ser eficiente y cualquier programa de este tipo debe ser explícitamente temporal", dijo en la comparecencia de ayer. Lo de temporal pretende evitar que los mercados descuenten un aumento estructural del déficit público.

La Casa Blanca ya había estado estudiando esta posibilidad, y se espera que el presidente Bush anuncie una propuesta específica el 28 de enero en el discurso sobre el estado de la Unión. El problema es que un programa fiscal amplio necesita la aprobación del Congreso, y es muy difícil que los dos partidos se pongan de acuerdo en plena carrera electoral. En todo caso, Bernanke se puso ayer del lado de los demócratas al pedir que las medidas vayan especialmente dirigidas a las rentas medias y bajas, las que sufren el grueso de la crisis.

Con esta incertidumbre y con el reconocimiento formal de que no sirve de nada seguir bajando tipos para evitar la recesión, no es de extrañar el batacazo de anoche en Wall Street. La única esperanza ahora es que los precios ya descuenten todas las malas noticias posibles.


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