Faltan calificativos para definir, sin repetir, lo que sucedió ayer en el mercado. La sesión no auguraba nada bueno tras la falta de acuerdos por parte de Alemania y Francia sobre cómo solucionar la crisis de la deuda.
La posibilidad de que Alemania podría posponer la cumbre de todas las cumbres, y sobre todo la sensación de que de ésta tampoco saldrá la solución definitiva a la crisis, pesaron más en las decisiones de inversión que la filtración del borrador que prepara la UE para esa misma cita europea.
Y eso a pesar de que este borrador contiene una de las demandas históricas de ese mercado al que tanto aluden los políticos: la compra de deuda pública. No importó. Los inversores siguieron en modo venta y se deshicieron de bonos de España e Italia.
Sus rentabilidades, que suben cuando cae su precio, repuntaron hasta el 5,53 por ciento en el caso de España y hasta el 6 por ciento en lo que respecta a la deuda transalpina. Es decir, niveles anteriores a la reanudación del programa de compras de deuda pública que orquestó el Banco Central Europeo (BCE) a principios de agosto.
Similar evolución tuvieron el resto de bonos de la periferia. La deuda portuguesa a diez años repuntó hasta el 12,1 por ciento, la de Grecia, hasta el 23,8 por ciento y la de Irlanda, hasta el 8,7 por ciento.
Pero el panorama es incluso más desolador si se tiene en cuenta que con la de ayer ya son nueve las jornadas consecutivas en las que el precio del bono español salda la jornada con números rojos, la mayor racha bajista de la deuda española a diez años desde mediados de noviembre, justo antes de que Irlanda solicitara su rescate a la Unión Europea.
No ha sido tan negativa la evolución de la prima de riesgo en este tiempo. Pese a su repunte de ayer, hasta los 353 puntos básicos, el nivel sigue siendo inferior a los 393 puntos con los que el BCE decidió intervenir tras cuatro meses de parón. Es sencillo: a diferencia de otras ocasiones, los inversores no están comprando tantos bonos alemanes, pese a que ayer su rentabilidad volvió a caer por debajo del 2 por ciento. Los activos seguros, por tanto, parece que ya no lo son tanto. Otra prueba se ve en la evolución del oro, que ayer firmó su cuarta sesión consecutiva a la baja (ver página 7). El dólar fue de los pocos salvavidas que funcionaron. Se llegó a apreciar un 0,7 por ciento y dejó al euro cotizando en los 1,37 dólares.
El Tesoro capta 3.900 millones
El fuerte varapalo que sufrieron los bonos periféricos llegó tan sólo horas después de que el Tesoro español llevase a cabo una nueva subasta de deuda pública. Al organismo se le sigue complicando la tarea de acudir al mercado para financiaciarse. O al menos de hacerlo pagando menores tipos de interés. Ayer, sin embargo, probó suerte y no le fue tan mal.
Captó 3.905 millones de euros en una subasta de bonos a cinco, ocho y diez años. Sin embargo, tuvo que mostrar la billetera para conseguirlo. Y es que el hecho de que el interés que abonó por los bonos a diez años, del 5,45 por ciento, fuese inferior al 5,92 por ciento de la subasta de julio, no ocultó que tuvo que pagar un rendimiento mayor al 5,40 por ciento, al que cotizaban estas mismas emisiones en el mercado secundario en el momento de la subasta - más tarde cerraron la sesión en el 5,53 por ciento-.
Con todo, lo cierto es que los inversores demostraron con su demanda que no acaban de creerse que España se vea abocada a una reestructuración de deuda. Prueba de ello es que se solicitaron 7.257 millones, lo que supone 1,7 veces la demanda. "El mercado está exagerando porque el sentimiento es tan negativo como el de Lehman, pero las valoraciones son muy atractivas", afirma Tanguy le Saout, de Pioneer Funds. Queda por ver si esta sensación se mantiene en la subasta del martes, la primera tras la la cita clave de este fin de semana en Bruselas, en la que tratará de colocar letras a tres y seis meses.