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La última 'ronda' de Trichet a la banca: más 'barra libre' y compra de cédulas

"Nunca había visto tantas cámaras", confesó Jean-Claude Trichet cuando compareció ante los medios de comunicación. No era para menos. Se trataba de su última rueda de prensa como presidente del Banco Central Europeo (BCE). Aunque no abandonará el cargo hasta el 31 de octubre, ayer era su despedida oficiosa -salvo que la crisis le exija un último esfuerzo de urgencia antes de irse-.

Y la cita estuvo a la altura de las expectativas. El BCE, como se esperaba, salió al paso de las tensiones que sufren los bancos al anunciar nuevas medidas dirigidas a reforzar su liquidez. Donde no hubo regalos fue en los tipos de interés. En el feudo de la ortodoxia monetaria, puesto que la reunión del BCE se celebró en la sede del Bundesbank -banco central de Alemania- en Berlín, Trichet no abarató el precio del dinero. Lo mantuvo en el 1,5 por ciento, con lo que será su sucesor, el italiano Mario Draghi, el que recibirá en herencia el reto de decidir cuándo y cuánto recortar los tipos.

La transmisión no funciona

Antes, sin embargo, el BCE centró su punto de mira en la banca. Más en concreto, en los crecientes problemas que está teniendo para financiarse. Por este motivo, desempolvó varias de las medidas que ya había activado en 2009 para calmar la sed de las entidades. Trichet sirvió una última ronda de liquidez al sector. Mejor dicho, tres en una, porque recurrió a una terna de herramientas. En primer lugar, retomó los préstamos a 12 meses, con los que asegura la provisión de dinero a los bancos hasta finales de 2012. En segundo lugar, amplió la barra libre de liquidez, mediante la que suministra a los bancos tanto dinero como le piden en las operaciones de financiación, hasta julio de 2012. Y en tercer lugar, reactivó el programa de compras de cédulas hipotecarias. Si en 2009 ya suministró a la banca 60.000 millones de euros a través de esta vía, en esta ocasión el montante que proporcionará hasta octubre de 2012 se sitúa en los 40.000 millones.

'Regalo' para Draghi

Apuntalado así el sector financiero, Trichet entendió que no había razón para recortar los tipos. Pero terminarán bajando. Porque ésta es la sensación que dejó Trichet al reconocer que "la situación económica está sujeta a una alta incertidumbre" y remachar que "los riesgos se han intensificado". Al mismo tiempo, no ocultó que a medio plazo la evolución de los precios está "ampliamente equilibrada" e incluso anticipó un futuro "descenso" de la inflación. Aunque acompañó estas afirmaciones con el tradicional recordatorio de que el objetivo prioritario de la entidad consiste en garantizar la estabilidad de los precios, su posición ya es menos beligerante que la mostrada en la primera mitad de 2011.

Dos matices más ilustran el progresivo viraje del BCE hacia un recorte del precio del dinero. Por un lado, la institución retiró una de sus coletillas tradicionales. Desde junio de 2010 sostenía que la política monetaria era "expansiva", pero ayer omitió este calificativo, una pista adicional acerca del camino futuro de los tipos, por mucho que por ahora aún considere que continúan "bajos". Y por otro, Trichet confesó que la decisión de mantener los intereses no fue unánime, sino que se alcanzó por "consenso", y que la posible rebaja ya se coló ayer en el debate de la entidad.

Más libras contra la crisis

Pero los mercados no sólo vivieron ayer del BCE. Tuvieron otra cita con otro banco central, el de Inglaterra, que actuó con decisión. No con respecto a los tipos, ya que los dejó en el 0,5% en el que están desde 2009, sino que se centró en las medidas menos convencionales. Anunció que inyectará 75.000 millones de libras -unos 86.250 millones de euros- en la economía con la compra de deuda pública en el mercado. Al igual que en el caso del BCE, no se trata de una medida novedosa, puesto que ya la usó en 2009. Entonces, introdujo hasta 200.000 millones de libras en distintas fases. El aumento de 75.000 millones equivale al 5 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) británico. Con esta expansión cuantitativa (QE, en sus siglas en inglés), similar a la empleada por la Reserva Federal en EEUU, el Banco de Inglaterra pretende paliar los problemas derivados de la ralentización económica global y la crisis de la deuda soberana de la zona euro, dos riesgos que "amenazan la recuperación de Reino Unido", confesó.

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