Jean-Claude Trichet llegó con retraso. Se le esperaba, porque así lo habían pactado Francia y Alemania, en 2002, pero no desembarcó en la presidencia del Banco Central Europeo (BCE) hasta noviembre de 2003. Esa espera se debió a que, con anterioridad, tenía que despachar otro asunto nada menor: quedar limpio en un caso de irregularidades contables en el banco Credit Lyonnais en el que estuvo acusado. Cuando la Justicia gala le declaró inocente, el camino hacia Fráncfort quedó despejado.
Desde entonces, ha presidido 95 reuniones de política monetaria del BCE. Hoy comandará la 96. Y no habrá más, ya que se jubilará -esta vez sí, de forma puntual- a final de mes. En su marcador figuran 77 mantenimientos de los tipos de interés, 11 subidas y 7 bajadas.
Luces...
En su despedida, es posible que engorde su registro de descensos. Eso sí, si considera que la inflación se lo permite. Porque si algo ha dejado claro Trichet es su compromiso total con el mandato fundacional del BCE, consistente en mantener los precios cerca, pero por debajo, del 2 por ciento. Bajo su batuta, la inflación media de la eurozona se ha situado precisamente en el 2 por ciento. Este control de los precios, junto con su férrea defensa de la independencia del BCE, ha contribuido a consolidar la credibilidad de la entidad, un logro nada despreciable al tratarse de una institución que nació en 1999.
... y sombras
Pero en el historial de Trichet también hay borrones. Los más notables giran en torno a la crisis. Antes de que ésta estallara, porque mantuvo los tipos en el 2 por ciento desde que accedió al cargo hasta diciembre de 2005, unas condiciones que fomentaron los excesos crediticios e inmobiliarios en varios eurosocios, como España. Y después, por cómo se ha comportado cuando todo explotó. Aunque el BCE fue la primera entidad en responder con decisión a las tensiones en agosto de 2007, su sensibilidad a los problemas no siempre ha sido la misma. Se demostró, sobre todo, cuando subió los intereses en julio de 2008, del 4 al 4,25 por ciento, en medio de la crisis financiera. Algo similar ha ocurrido este año, en el que el BCE ha elevado los tipos del 1 al 1,5 por ciento pese a la crisis soberana.
Las tensiones periféricas trajeron otro regalo: la renuncia del economista jefe y miembro del Comité Ejecutivo de la entidad, Jürgen Stark, porque se oponía a que el BCE comprara bonos en el mercado. Esta marcha abrió la mayor crisis interna en la historia de la institución, con la consiguiente erosión del liderazgo de Trichet.
Escrutado por su pasaporte
Sellar estas grietas será uno de los primeros desafíos del italiano Mario Draghi desde el 1 de noviembre, fecha en la que se convertirá en el tercer presidente del BCE tras el holandés Wim Duisenberg y el francés Trichet. ¿Importa la nacionalidad? En otros casos puede que no; en éste, mucho. El motivo es, precisamente, la crisis periférica. Italia es uno de los países envueltos en ella, y cualquier decisión de Draghi será escrutada desde esa perspectiva. Si adopta medidas de corte expansivo -rebajas de los tipos o mayores compras de deuda por parte del BCE-, será tachado de barrer para casa y de olvidar el credo de la entidad de defender la estabilidad de los precios sin apartarse de la ortodoxia monetaria. En cambio, si se muestra como un halcón -término con el que se define a los banqueros centrales más duros-, será criticado por actuar coaccionado por la dura línea de pensamiento alemana. Esta disyuntiva otorga aún mayor relevancia a la cita de hoy. Si Trichet, en su adiós, no baja los tipos, le dejará esa patata caliente a Draghi. Bonito reto para empezar.