Bolsa, mercados y cotizaciones

El Ibex despide su peor trimestre en 9 años

Los tres meses de verano rara vez han sido alcistas para los inversores de bolsa, sobre todo teniendo en cuenta que no son pocos los que optan por recoger beneficios para evitar que las oscilaciones del mercado acaben por arruinarles sus vacaciones.

Pero la evolución de este último trimestre estival ha sido especialmente negativa. Las cifras hablan por si solas. El Ibex 35 ha despedido el mes de septiembre en los 8.546 puntos. Su buena evolución semanal -se anota un 6,8 por ciento- contrasta con su mal balance mensual, en el que se deja un 1,9 por ciento, y sobre todo con su pésima evolución trimestral. No en vano, en los últimos tres meses acumula un descenso del 17,5 por ciento, lo que convierte el trimestre que ayer terminó en el peor desde ¡2002! Lo mismo sucede con el EuroStoxx, que corona el tercer trimestre de 2011 como el peor en nueve años.

Las razones de tan mal comportamiento del mercado son ya viejas conocidas, quizá demasiado. A la incertidumbre de la crisis de la eurozona, en los últimos días minimizada gracias al sí de Finlandia y sobre todo de Alemania, a la ampliación del fondo de rescate de la eurozona y a la opción de apalancarlo para aumentarlo más allá de los 2 billones de euros, se ha unido el miedo a que, ya no sólo Europa o EEUU, sino el mundo entero entre en recesión. Una posibilidad que va ganando adeptos a medida que se conocen datos macro, en la mayor parte de los casos un tanto decepcionantes, aunque los últimos, el PMI de Chicago y peticiones de desempleo en EEUU han sorprendido para bien.

Pero en este renacido miedo de los inversores hacia los activos de riesgos ha habido un sector que se ha llevado la porción más amarga del pastel bursátil. Se trata del financiero. Los bancos, principalmente los europeos con los franceses a la cabeza, han sufrido en sus cotizaciones abruptas caídas ante los rumores de falta de liquidez, que han recordado la crisis desatada tras la quiebra de Lehman Brothers. Una secuela que parece que nadie está dispuesto a asumir de nuevo -no en vano fue el germen de la crisis que aún hoy perdura-. Y precisamente la necesidad de que la historia no se repitiera es lo que llevó a los bancos centrales a lanzar una acción coordinada para inyectar liquidez en el mercado y aliviar la tensión de los bancos.

El protagonismo de Europa de los últimos tiempos no ha sentado nada bien al euro. Las constantes dudas sobre su sostenibilidad a corto plazo han llevado a la moneda única a protagonizar su peor mes del año, al cerrar septiembre con una caída del 5,8 por ciento, y el peor trimestre desde el segundo de 2010, con un retroceso del 6,72 por ciento, hasta los 1,34 dólares.

¿Alguien ha ganado?

En este río revuelto en el que se ha convertido la bolsa en los últimos meses también ha habido ávidos pescadores. Sobre todo aquellos que pese a carecer de esa bola de cristal que a todos los inversores les gustaría tener, vislumbraron en junio que la crisis de la eurozona estaba aún muy lejos de poner su punto y final y optaron por comprar bonos de deuda pública de Alemania, el refugio que mejor ha funcionado en esta crisis. Y es que las caídas bursátiles han estado directamente correlacionadas con las experimentadas por el rendimiento del bund, que cae cuando sube su precio. Tanto que el 3,02 por ciento de rentabilidad que ofrecían estas emisiones se ha convertido en un 1,9 por ciento, en incluso ha alcanzado mínimos históricos en el 1,6 por ciento. Semejante diferencia explica que el bono alemán haya vivido su mejor trimestre de la historia. Mientras, el bono español puede darse con un canto en los dientes ya que la decisión del BCE de principios de agosto de reanudar la compra de bonos de la periferia europea ha permitido a la deuda pública mantenerse inmutable en el nivel del 5 por ciento, aunque la prima de riesgo con respecto al alemán ha repuntado de los 234 a los 324 puntos básicos.

Y es que no hay que olvidar que el bund es de los pocos refugios que han funcionado ya que ni siquiera el oro, el único activo que acumula ganancias anuales en la última década, ha conseguido librarse del pánico inversor; empieza a considerar que el metal sea el protagonista de la próxima burbuja. Esto explica que hace tan sólo dos semanas viviera la mayor caída desde 1983 y que cierre el mes con un retroceso del 10,76 por ciento, que, sin embargo, no ha impedido que despida el trimestre con plusvalías del 8,5 por ciento, hasta los 1619 dólares.

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