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Anthony Bolton, el gurú que ha ganado más dinero para los inversores, hace guiños a la banca

Anthony Bolton, el gestor de referencia seguirá buscando potencial donde otros no lo ven. Ahora hace un guiño a la banca. Foto: Archivo
Se va pero no acaba de irse. Anthony Bolton sigue en el edificio de Fidelity International y tiene planes de quedarse allí un tiempo todavía. "Es un cambio de trabajo. No me jubilo. Sólo voy a desempeñar un papel con menos presión. Y una parte esencial del asunto consiste en transmitirle al equipo lo que he aprendido". Esta es la explicación que da Bolton.

Lógicamente, en Fidelity, la primera gestora independiente mundial y una de las más importantes en Gran Bretaña, temen que la salida de su gestor estrella en enero provoque una retirada de dinero de sus cuentas. Bolton dirige el fondo Special Situations desde 1979 y se ha ganado la fama de ser el mejor gestor de Londres a la hora de elegir títulos. En 28 años, su fondo, uno de los mayores de la City, ha logrado una tasa de crecimiento anualizada del 19,7 por ciento (frente al 13,8 por ciento del mercado).

La brújula de la City

Además, su gestión ha servido de brújula en torno a la que ha girado buena parte del mundo de la empresa en Gran Bretaña. Como parte del equipo directivo de Fidelity, se entrevista con miembros de dos o tres empresas diferentes al día, que acuden a la sede de Fidelity con sus presentaciones y preguntas para intentar conseguir sus inversiones y, por lo tanto, su aprobación. Ése es el motivo por el que se le cita habitualmente como uno de los hombres más influyentes de la City.

En general, ha ejercido esa influencia de forma discreta. Pero ocasionalmente, como cuando evitó que Michael Green ocupara el cargo de presidente de ITV en 2003, ha dado un paso adelante para decirle a los directivos cómo deben hacer las cosas.

Bolton no ha perdonado que The Sunday Times le llamara el asesino silencioso. "En realidad, creo que lo he superado. Sólo pensé que no era cierto. Personalizaba una situación de Fidelity más que de Anthony Bolton y la palabra asesino es muy emotiva". Este análisis tan conceptual es marca de la casa, como su amor por el anonimato.

"La imagen no es útil"

A sus 57 años, ataviado con un traje sencillo, calvo y delgado, con la cara pálida enmarcada por mechones blancos, sólo tiene un rasgo distintivo: en el dedo meñique lleva, lado a lado, un anillo de sello y su anillo de casado. Los ve constantemente mientras escucha o habla apoyando la barbilla sobre la palma de la mano. Se da golpecitos en la mejilla con el dedo en cuestión como expresión de impaciencia.

O quizá simplemente está siguiendo una melodía que suena en su cabeza, pues Bolton se relaja componiendo música clásica. Posee una casa en Antigua y otra en Sussex y realiza buena parte de su trabajo intelectual en el trayecto en tren hasta el trabajo. Pese a los muchos millones de libras que debe haber ganado, su estilo de vida no es, en absoluto, extravagante. Pero no le gusta comentar estos detalles. El perfil personal, en este tipo de trabajo, no es un activo. O como dice empleando su peculiar estilo: "No lo destacaría como algo útil".

Y ahora todo acabó. ¿Por qué este cambio? "Quiero dejarlo porque es una actividad muy intensa y se hace más potente, difícil y competitiva a medida que crecen las inversiones. Es una situación de suma cero" explica Bolton.

Y la forma en que trabaja, reuniendo enormes cantidades de datos y celebrando reuniones -tiene 52 cuadernos en los que se detalla cada encuentro- significa que ya ha tenido suficiente. ¿Está Bolton 'quemado'? "En la bolsa tienes que recoger mucha información todos los días y yo he llegado a una fase en la que quiero desconectar de eso y hacer otras cosas", reconoce.

Difícil levantar el vuelo

Pero su éxito ha sido tal que abandonar no va a resultar fácil. ¿Cómo piensa gestionar la decepción de los clientes que invirtieron en este fondo para hacer crecer su dinero? ¿Se le ocurrió que podría mitigar ese efecto anunciando su intención hace dos años y cediendo el control de su fondo lentamente: dividiéndolo primero en dos y entregando una mitad el año pasado y el resto el próximo mes? "Me han criticado mucho por esto, pero me gusta planificar y hacer las cosas de forma metódica; pensé que si aparecía un día y decía lo siento, hasta aquí hemos llegado, a partir del lunes otra persona ocupará mi lugar, hubiera sido como dejar a la gente en la estacada. Lo que subestimé fue la cantidad de munición que mi postura pondría en manos de la competencia para que poder decir: Mira, está abandonando", analiza el gestor estrella de Fidelity.

Su clásica agudeza

Pero las historias de la agudeza de Bolton son legión. Su fondo Special Situations -llamado así por su propensión al riesgo- con frecuencia respalda a empresas pequeñas, que están sometidas a una reconversión o están en proceso de recuperación. Además, se le da bien ver potencial donde otros no ven nada.

Compró participaciones en Nokia antes de que entrara en el mundo de las telecomunicaciones y en Man Group, mucho antes de que se pusieran de moda los hedge funds.

Más recientemente, se ha mostrado menos seguro, advirtiendo que esperaba una inminente caída del precio de las acciones. "Fui cauto. Era un momento en que la gente se mostraba excesivamente optimista. Mi opinión es que la situación será difícil por un tiempo, algunos bancos necesitarán más activos propios, pero de esto surgirán grandes oportunidades el año que viene para las acciones", augura.

Hay oportunidades

¿Qué oportunidades? Sonríe: "En muchos ámbitos, incluyendo el sector financiero". Parte de su habilidad estriba en saber juzgar no sólo a las empresas sino a sus equipos directivos. Asegura que los directivos de empresas británicas son ahora mucho más receptivos. "Tienen más presente los deseos de los accionistas. Y son más jóvenes. El tiempo medio de permanencia de un presidente ejecutivo es de tres años. Ya no queda mucha gente como Martin Sorrell (presidente y fundador del grupo WPP)", indica.

Bolton ha respaldado significativamente el negocio de WPP desde mediados de los noventa, y el propio Sorrell se ha declarado admirador de Bolton: "Anthony ha creado silenciosamente una marca muy exitosa, poderosa y acertada. Es uno de los inversores más astutos que he conocido", reconocía Sorrell.

Peter Hargreaves, veterano jefe de la correduría Hargreaves Lansdown, es otro forofo: "Muchos gestores no son buenos psicólogos, Bolton sí. Su mayor activo es su distancia. No le gusta comentar las cosas", aplaude Hargreaves.

Salvo, claro está, que él y su equipo piensen que podría mejorar. Bolton lo explica: "No llegamos a una empresa intentando cambiarla, pero si pensamos que no está funcionando como debería, tenemos dos opciones: vender las acciones o intentar influir sobre ella".

"Hace cinco años monté un equipo con la intención de influir sobre la empresas. Si eres un gran inversor, puedes tener influencia. Y el cambio de estrategias o el equipo directivo es algo en lo que puedes participar".

Su trayectoria

Se trata de un estilo que ha desarrollado abriéndose camino en la City británica. Criado en Londres, hijo de un abogado, y educado convencionalmente en Stowe y Cambridge, Bolton cursó estudios de ingeniería pero entró en la banca con ayuda de un amigo de la familia.

Se inició en Keyser Ullman, un pequeño banco mercantil que se hundió posteriormente en la crisis de la banca de mediados de los años setenta. Para entonces, Bolton se había incorporado a la sucursal londinense de Schlesinger, un gestor de fondos sudafricano. Cuando uno de sus jefes saltó a Fidelity, una empresa privada norteamericana de gestión de fondos que estaba siendo lanzada en Europa, Bolton saltó también.

En Fidelity creció con el negocio, desarrollando su metodología con la habilidad cuantitativa de un ingeniero:
se trataba de un enfoque muy basado en la investigación, la búsqueda de valor oculto y el registro gráfico de las tendencias históricas. Para obtener ganancias, se movía con frecuencia contra el sentir del mercado.

Bolton ha atravesado también varias fases difíciles, particularmente los tres años anteriores a 1991. Algunas malas inversiones, como las realizadas en Polly Peck, Parkfield y Mountleigh, le enseñaron el valor del análisis de los balances de situación y le ayudaron a comprender que había que ser cauto con las promesas de los dirigentes de las empresas.

Pero Fidelity siempre le ha apoyado. Pasó a dirigir muchos fondos, controlando inversiones por valor de 14.000 millones de euros como si se tratara de algo poco más complejo que una partida de ajedrez. Y le gustaba la presión, según sus colegas. "Anthony muestra una tranquila objetividad -cuenta Alexander Scurlock, que se hizo cargo del fondo European Growth, que dirigía Bolton en Fidelity-. No se toma las fluctuaciones del mercado de manera emocional. Cuando siente que el mercado se está moviendo, se pregunta: "¿qué puedo hacer para aprovecharlo?"

Esta capacidad para observar tendencias seguirá existiendo en Fidelity, que gestiona fondos valorados en 207.000 millones de euros. En su nueva función, Bolton prestará su asesoramiento a todos los gestores de fondos de la gestora.

También tendrá un proyecto especial: aportar su capacidad para analizar instituciones benéficas con el objeto de poder aconsejar a los clientes de Fidelity cuáles hacen el mejor uso de su dinero.

Bolton se muestra flemático. "Me gustaría creer que la gente prefiere que su dinero vaya a parar a las mejores, en lugar de lo contrario".

Mirando atrás, ¿piensa que ha logrado algo valioso, más allá de mover dinero de un lado a otro? Asiente con la cabeza, sin inmutarse. "De hecho, sí. Un amable competidor me dijo el otro día: 'Anthony, probablemente has ganado más dinero para los inversores en este país que ninguna otra persona'. Esa es la motivación".

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