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Repsol: pan para hoy, hambre para mañana

Del Rivero

La maniobra de Sacyr y Pemex para controlar el 30% de Repsol abre un nuevo escenario en el que hay una serie de posibilidades que pueden beneficiar al título a corto plazo, como el incremento del dividendo de la petrolera española, o que se venda la participación de ésta en Gas Natural, pero que no son peligrosos para su estrategia en el medio plazo.

Después de las luchas entre ACS e Iberdrola, de la intervención del Gobierno de Portugal en el proceso de adquisición de Vivo a cargo de Telefónica o, yendo más atrás en el tiempo, el triángulo amoroso entre Endesa, E.ON y Enel, esta semana salió a la luz -comunicado a la CNMV mediante- el nuevo culebrón de la bolsa española. En él hay mexicanos -la petrolera estatal Pemex- y un conflicto entre dos maneras de gestionar una empresa, la de Luis del Rivero, el presidente de Sacyr, y la de Antonio Brufau, su homólogo en Repsol; éste está avalado por La Caixa, que a través de CaixaBank está presente en el 13 por ciento del capital.

El pacto entre la constructora y Pemex, el socio más antiguo de Repsol, estipula que esta última -que ya poseía un 4,8 por ciento- se compromete a comprar otro 5 por ciento en el próximo mes, de manera que entre ambas controlan el 30 por ciento de la compañía, operación que está ya casi garantizada. Así, aprovechan la extinción de la Ley de Auditorías (que hasta el 1 de julio limitaba el derecho de voto al 10 por ciento del capital) y consiguen colar cuatro nuevos puestos de los 16 que componen el consejo de administración. Según Natalia Aguirre, de Renta 4, el compromiso de Pemex de adquirir otro 5 por ciento "a corto plazo es positivo para Repsol por la presión compradora" pero no da visibilidad más allá del mes.

El acuerdo estipula que los nuevos socios no podrán vender sus participaciones durante 3 años (salvo excepciones como coberturas y opas), y fija en diez años la validez de la alianza.

Las intenciones

El texto remitido a la CNMV deja claras algunas de las intenciones que están detrás de la pinza de poder: la primera, la separación de las funciones de presidente y consejero delegado, cargos ambos que ahora desempeña Antonio Brufau (el candidato puesto por La Caixa). "Las desavenencias entre Brufau y Del Rivero son bien conocidas. Brufau cederá poder o incluso podría salir de la compañía", explican desde Oddo, pero matizan: "Aunque esto pueda suponer a corto plazo cierta incertidumbre, podría aclararse la configuración de los directivos y sus funciones, evitando nuevos capítulos de enfrentamientos". En Espirito Santo afirman que el pacto "introduce cierto grado de incertidumbre estratégica" para Repsol, pues está "muy bien gestionada".

Otra de las intenciones de la nueva unión se refleja en una cláusula que expresa que Sacyr y Pemex consideran que Repsol "no está valorada adecuadamente", por lo que "fomentarán medidas para que el mercado reconozca el verdadero potencial de Repsol". Para Sacyr es vital que las acciones de la petrolera española coticen entre los 24 y los 25 euros, el precio al que compró en 2006 el 20 por ciento de su capital. Cualquier caída del valor por debajo de esa cota, y especialmente por debajo de los 20 euros (como sucedió en agosto), supone que la constructora tiene que disponer garantías adicionales para poder pagar la deuda de casi 5.000 millones de euros (un 45 por ciento de sus compromisos financieros a corto plazo, que rozan los 11.000 millones) que tiene contraída con una serie de entidades bancarias, entre las que figuran el Santander, Citi y Société Générale.

Los escenarios que quedan abiertos

Uno de los efectos de la maniobra de Sacyr es que ha sacado a relucir el consejo de compra de Repsol, uno de los cinco grandes valores de la bolsa española. El consenso de mercado estima que está cotizando a casi un 30 por ciento por debajo de su precio objetivo, los 26 euros. En cambio, la media de analistas ya había cambiado el viernes pasado (cuando aún no se tenían noticias de este movimiento corporativo) por el de mantener el consejo de la constructora, recortando además su valoración un 9,6 por ciento, hasta los 8,4 euros la acción.

Repsol ha sido la única compañía española en 2011 que ha conseguido que una agencia de calificación crediticia, Standard & Poor's, pusiera en perspectiva positiva su rating (actualmente en BBB) atendiendo a las mejoras en sus reservas y a la disciplina fiscal impuesta por Brufau, con las líneas maestras incluidas en su plan estratégico 2010-2014. Dentro de ese plan, la petrolera ha mejorado su balance desprendiéndose de parte de su participación en YPF, creando una sociedad con la china Sinopec para sus explotaciones en Brasil y mejorando su perfil de upstream (yacimientos) gracias a sus últimos descubrimientos en Sudamérica. Éste sería el objeto de deseo de Pemex: según ha adelantado este diario, las intenciones de la compañía pasarían por trocear Repsol para quedarse con el negocio petrolero en México y tener acceso a la tecnología desarrollada por la española para operar en el Golfo de México.

Pero la cuestión no es lo que ambiciona Pemex. La cuestión es qué quiere conseguir Sacyr. Por lo pronto, presionar para que Repsol incremente su dividendo (el pago con cargo a 2011 está estimado en 1,16 euros, con una rentabilidad del 5,89 por ciento), porque se sirve de la retribución de la petrolera para pagar los intereses de su deuda bancaria. El calendario de dividendos de Repsol tiene visibilidad hasta 2014, y para entonces su cuantía se incrementará en 50 céntimos. Si esta cifra aumentara se produciría esta secuencia: Repsol tendría que recurrir a un porcentaje mayor de sus ganancias para retribuir a sus accionistas; esto deterioraría su beneficio operativo (ebitda), reduciendo su capacidad para realizar nuevas inversiones. Y este hecho podría frustar la subida de rating.

La otra opción de la que más se ha hablado en los últimos días se llama Gas Natural. Repsol posee un apetitoso 31,2 por ciento de su capital, y si Sacyr presionara para venderlo, la caja podría llegar hasta los 4.000 millones de euros. Haciendo cuentas, a través del 20 por ciento de Repsol que controla la compañía que preside Luis del Rivero, de esa venta le correspondería una cifra cercana a los 800 millones de euros, que a su vez equivale al 35 por ciento de su capitalización. Un balón de oxígeno nada desdeñable para una compañía cuyo ratio de apalancamiento es de 18 veces, y sin perspectivas de que vaya a reducirse en los próximos ejercicios.

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