
El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet, secundó ayer la cruzada abierta en Europa contra las agencias de calificación después de que una de ellas, Moody's, rebajara con fuerza la nota crediticia de Portugal el pasado martes.
Sólo faltaba él, después de que el miércoles fueran el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso; el Comisario de Asuntos Económicos, Olli Rehn; y el ministro de Finanzas de Alemania, Wolfgang Schäuble, los que lanzaran un ataque de críticas directo y sincronizado contra las firmas evaluadoras.
Trichet se alistó en las filas de los indignados con las agencias por dos vías. Primero, por la de los hechos. En el día de San Fermín, echó un capote de los de verdad a Lisboa. Anunció que el BCE seguirá aceptando la deuda pública lusa como colateral de financiación tenga el rating que tenga. Esta decisión, adoptada con Grecia en mayo de 2010, supone un balón de oxígeno para Portugal. ¿El motivo? Los bancos podrán seguir presentando bonos lusos como garantía para obtener financiación en la ventanilla del BCE. Si, por ejemplo, la deuda portuguesa perdiera esa condición, las entidades financieras hubieran dejado de comprarla -y hubieran vendido la que tuvieran-, con el consiguiente perjuicio.
Tras los hechos, Trichet pasó a los dichos. Y no se anduvo por las ramas. Criticó que las agencias de calificación actúan de forma "pro-cíclica", es decir, que exacerban la euforia en los tiempos buenos y el pesimismo en los malos, planteamiento que le llevó a deducir que su trabajo "no es el óptimo". Tampoco dudó en afirmar que funcionan de forma "oligopolística", algo que no es el "mundo deseado". Aunque luego matizó que resolver el problema de las agencias es "difícil", su posición quedó más que definida.
Por fin una alegría
Los actos y las palabras de Trichet, que también mostró su oposición a cualquier forma de impago por parte de un país, sonaron a música celestial en los mercados. Interceptaron, además, el impacto potencialmente dañino de otras decisiones, como el recorte de calificación con el que Moody's obsequió a cuatro bancos portugueses. "El BCE ha decidido dar un paso adelante frente a las agencias, limitando su poder de manera sustancial. A partir de ahora, las bajadas crediticias y de perspectiva tendrán un impacto menor en las bolsas, en el euro y, posiblemente, en las primas de riesgo y los seguros contra el impago (CDS)", celebra Daniel Pingarrón, estratega de mercados de IG Markets.
La sensación de alivió fue generalizada. Y cambió el tono de los mercados -junto con los esperanzadores datos de empleo anunciados en EEUU-. El euro, que se cambiaba a 1,422 dólares, se apreció hasta los 1,435. Las primas de riesgo periféricas, medidas por la diferencia entre la rentabilidad de sus respectivos bonos a 10 años con respecto a los de Alemania, se relajaron. La de Grecia, de 1.388 a 1.372 puntos básicos; la de Portugal, de 1.013 a 994 puntos; y la de España, de 267 a 265 puntos. La excepción fue la de Irlanda, que pasó de 950 a 975 puntos básicos -aunque se frenó tras superar los 1.000-. La oleada de alivio se expandió a las bolsas. El índice luso PSI 20 subió un 1,8 por ciento, mientras que el EuroStoxx 50 sumó un 0,4 por ciento. No corrió la misma suerte el Ibex 35 español. Pese a que llegó a avanzar más de un 1 por ciento a primera hora de la tarde, cedió un 0,08 por ciento, hasta los 10.196,2 puntos.