Las compras y las ventas siguen sucediéndose en los parqués sin que ninguna de las dos opciones se imponga. Aunque el contexto económico es incierto, el empresarial ofrece más optimismo.
Los mercados bursátiles se han adentrado en una cueva de la que no encuentran el modo de salir. Si miran para arriba, los inversores divisan unas peligrosas estalactitas que, afiladas, amenazan con una seria corrección. Si, por el contrario, miran hacia abajo, encuentran unas prometedoras estalagmitas que cuentan con el potencial suficiente como para impulsar la marcha de las cotizaciones.
Estas sensaciones se ven refrendadas por los datos. Por los del Ibex 35, por ejemplo. El índice de referencia de los mercados españoles lleva casi cinco meses moviéndose entre los 10.000 y los 11.000 puntos -ayer cerró en los 10.265-, a la espera de que o bien las estalactitas se precipiten sobre las acciones o bien las estalagmitas las impulsen.
En contra...
Los parqués se están encontrando con distintos frenos en las últimas semanas. Uno de ellos proviene de Estados Unidos. Su recuperación no termina de cuajar. Como confirmó el presidente de la Reserva Federal (Fed), Ben Bernanke, en abril, el ritmo de la reactivación no pasa de ser "moderado". Y eso en el mejor de los casos, puesto que las últimas estadísticas han ofrecido un semblante preocupante. Esta semana se ha conocido que el índice de actividad manufacturera retrocedió en mayo de los 60,4 a los 53,5 puntos, el nivel más bajo desde septiembre de 2009. Por tanto, se acerca de nuevo a la frontera de los 50 puntos; situarse por debajo demostraría que la actividad industrial está volviendo a contraerse. Aunque el principal talón de Aquiles es el empleo. EEUU sólo generó 54.000 puestos de trabajo en mayo, la cifra más reducida desde septiembre de 2010, mientras que la tasa de paro subió al 9,1 por ciento.
Este incierto contexto está dejando su huella en la deuda estadounidense, que se ha convertido en la principal estalactita que amenaza a las bolsas. La rentabilidad de los bonos a 10 años -que baja cuando el precio de los títulos sube- se ha situado esta semana por debajo del 3 por ciento, algo que no ocurría desde diciembre. En febrero, cuando la recuperación se daba por hecho, ese rendimiento llegó hasta el 3,8 por ciento.
En esta tesitura, los inversores vuelven a contemplar la posibilidad de que la Fed actúe de nuevo. "El mercado ya ha comenzado a especular sobre un nuevo estímulo cuantitativo", anuncia José Luis Martínez, estratega de Citi en España. Sería el tercero (QE3), tras el QE1 de 2008 y 2009 y el QE2 que terminará a finales de este mes.
Más allá de Estados Unidos, la crisis de la deuda soberana en la zona euro, con la incertidumbre en torno al riesgo de que Grecia deba reestructurar su deuda, y los intentos de los principales países emergentes por evitar el recalentamiento de la economía -y la consiguiente inflación- alimentan los temores acerca de una recuperación más débil en todo el mundo.
...y a favor
Pero no todo es negativo, de ahí que la corrección tampoco pueda abrirse paso. Entre las estalagmitas figura el comportamiento de las materias primas energéticas. El barril Brent, de referencia en Europa, se mantiene sobre los 115 dólares, con lo que permanece en los niveles más altos desde 2008, amparado, además de en los factores geopolíticos, en la creencia de que la recuperación mundial impulsará la demanda de crudo. Es más, el efecto inflacionista que puede generar el empuje del oro negro puede ser paliado por el retroceso de otros recursos básicos, como el trigo, que ha descendido un 6,6 por ciento en la última semana después de que Rusia anunciara que volverá a exportar esta materia prima desde julio.
También sobresalen entre los aliados los beneficios corporativos, que siguen agradando más que decepcionando. "Los buenos resultados empresariales estaban compensando los malos datos macroeconómicos. Pero ahora que no hay datos micro, los macro cobran protagonismo", explica Miguel Paz, de Unicorp Patrimonio. En este sentido, la presentación de resultados semestrales a partir de julio se antoja clave para el devenir de las cotizaciones.