Todas las miradas están puesta en Viena, donde esta mañana ha comenzado la 159 reunión ministerial de la OPEP: la Organización de Países Exportadores de Petróleo. La rueda de prensa final está prevista a las cuatro de la tarde. Hasta entonces, o hasta que se produzca una filtración que anticipe el resultado, los analistas coinciden en prever un aumento de las cuotas de producción de entre 1 y 2 millones de barriles diarios, un cambio más cosmético que real.
Los miembros de la OPEP produjeron en abril 1,3 millones de barriles por encima de sus cuotas de producción, según los datos de la Agencia Internacional de la Energía (el contrapoder que occidente intenta oponer al cártel de productores principalmente del Norte de África y Oriente Medio). Y los expertos calculan que en abril superaron el listón en alrededor de 1,6 millones de barriles diarios.
Con los precios del crudo disparados (alrededor de los 100 dólares por barril en el mercado estadounidense y de los 115 en el europeo), los países de la OPEP han vuelto a ceder a la tradicional tentación de hacer caja y saltarse sus propios límites de producción autoimpuestos. Límites o cuotas con los que pretenden contener la oferta para inflar los precios.
De manera que todo aumento de la cuota de producción que hoy se pueda anunciar alrededor de los 1,5 millones de barriles diarios, como esperan los analistas, sería puramente cosmético. Aunque psicológicamente sea una señal más positiva que un mantenimiento puro y duro de la cuota.
Tal aumento haría simplemente que la cuota teórica se ajustara a la producción real. De hecho, hay analistas que calculan que para evitar que el precio del petróleo siga subiendo en los próximos meses, haría falta que la OPEP pacte hoy un aumento de las cuotas de unos 2,5 millones de barriles diarios.
Los miembros de la OPEP están divididos como siempre en las palomas lideradas por la pro estadounidense Arabia Saudí, y los halcones encabezados por Irán y Venezuela. Arabia Saudí es receptiva a las peticiones de occidente para aumentar cuotas de manera que se contengan los precios, y evitar dar el tiro de gracia a la incierta recuperación económica global. Si la economía se desinfla, la demanda de petróleo y sus precios se podrían desplomar como en la segunda mitad de 2008, cuando pasaron de coquetear con los 150 dólares por barril a rozar los 30. Irán y Venezuela defienden que el mercado está bien abastecido y no hace falta aumentar la producción.