Ya es primavera en la industria de las telecomunicaciones. Parecía que no iba a llegar nunca pero ya está aquí. Se acabó el canguelo, la aprensión y la crisis. Los gigantes del sector por fin parecen dispuestos a pasar página y afrontar un futuro no apto para pusilánimes. El baile de las operaciones corporativas no dejará a nadie indiferente: unos irán de caza y otros se dejarán querer. Es el viejojuego de la supervivencia, pero ahora sin disimulos. Los grandes cada vez lo serán más; y los medianos y pequeños deberán tomar decisiones históricas: o aspiran a competir con los mayores, a través de compras y alianzas, o se condenan a lamerse las heridas. No hay término tibio en un negocio en el que las fuertes inversiones en las redes de nuevas generación (tanto fijas como móviles) obligan a retratarse.
La primera explosión de audacia lleva la firma de AT&T, operador que en breve agigantará su liderazgo en los Estados Unidos con la compra de T-Mobile USA, la filial de Deutsche Telekom en aquel país. Pone 27.500 millones de euros sobre la mesa, hace hueco en su consejo a la germana y proclama al mundo que la mejor defensa es el ataque, al menos para el puñado de compañías que pueden permitírselo.
Los efectos colaterales de la ofensiva de AT&T no se harán esperar, tanto en Estados Unidos como en Europa. En el país de Obama, el número uno del negocio de móviles (AT&T) ha comprado al cuarto (T-Mobile USA), lo que en buena ley invitaría al segundo (Verizon) a hincar el diente al tercero (Spring-Nextel). Pero las cosas no siempre se resuelven como se haría en el patio del colegio. De hecho, los inversores del operador de Kansas no estaban ayer para fiestas tras quedar plantados caminos del altar. Spring-Nextel se anotó una jornada de pérdidas: cerró con una bajada de más de un 13%, rozando el mínimo del año. Por el contrario, la euforia fue sonada en Deutsche Telekom, que se revalorizó el 11,26%, hasta los 10,67 euros, precio que no se alcanzaba desde finales de 2008.
En el Viejo Continente, la maniobra de Deutsche Telekom tiene varias lecturas. Por un lado, el gigante germano reducirá su deuda (42.270 millones de euros), intención que ya venía pregonando desde el año pasado. Al mismo tiempo, la firma que dirige René Obermann se ha convencido de que ser cabeza de ratón no es la estrategia de éxito en los tiempos que corren. El mejor ejemplo lo tiene en el Reino Unido, donde su alianza con France Télécom convenció el año pasado a los más escépticos. En un pispás, el tercer (Orange) y cuarto operador británico (T-Mobile UK) se convirtieron en líderes de aquel mercado, por delante de Telefónica O2 y Vodafone. Si repitieran la maniobra en Europa, la entente franco germana se codearía con los gallitos del mundo, sólo por detrás de China Mobile, AT&T, Vodafone y Telefónica, y por delante de Verizon, NTT DoCoMo y Nippon Telegraph.
Al mismo tiempo, compañías como Telecom Italia, KPN, Portugal Telecom o Hutchinson deberán reflexionar sobre la ola de concentración global que ahora salpica al negocio de las telecos, como antes lo han hecho en la automoción,banca, energía o consultoría.
Otra de las consecuencias que desencadenará la compra de T-Mobile por parte de AT&T será la revisión de la presencia de los estados europeos en sus viejos monopolios, como Deutsche Telekom, Orange, KPN o Portugal Telecom. En el caso de T-Mobile, el gobierno de Merkel atesora (directa e indirectamente) un tercio del capital de Deutsche Telekom, presencia incómoda en EEUU, puesto que ahora representa un cuota superior al 2,5% en AT&T. ¿Alguien puede justificar semejante disparate?