Es uno de los falsos mitos de los mercados financieros, una confusión que posiblemente se debe a su nombre: renta fija. Es, sobre todo, su apellido -fija- el que conduce a asociar estos activos con seguridad. Con ganancias ciertas. Sin riesgos de pérdidas. Pero no es así. Con la renta fija, es decir, con la deuda lanzada tanto por los emisores públicos como por los privados, se puede perder.
Esta realidad obliga a moverse con pies de plomo en este segmento. Y más en 2011. Si el año ya se barruntaba difícil por la prolongación de la crisis de la deuda soberana de la zona euro y la adaptación de las entidades financieras a las nuevas regulaciones nacionales e internacionales, el panorama se ha complicado sobremanera por la escalada del petróleo, su repercusión en la inflación y la posibilidad de que los bancos centrales se den más prisas de las previstas para subir los tipos de interés. La advertencia lanzada esta semana por el Banco Central Europeo (BCE) es un buen ejemplo de este riesgo adicional.
Corta duración
Las primeras semanas de 2011 han acogido el retorno de las presiones inflacionistas. Si éstas habían asomado su figura en la segunda mitad del pasado ejercicio en los mercados emergentes por su fuerte crecimiento, la amenaza se está propagando a los países desarrollados a través, sobre todo, de la energía y de los altos precios que está registrando el petróleo como conse- cuencia de las revueltas en Oriente Medio. Y con los tambores de la inflación resonando, los bancos centrales se sienten más presionados.
Por este motivo, Erick Muller, responsable de producto de renta fija de Fidelity, recomienda "buscar protección contra la subida de los precios". Anticipando la posibilidad de que los tipos de interés suban antes y más deprisa de lo previsto, los analistas lo tienen claro: la deuda de larga duración no resulta conveniente. "Son preferibles los productos de corta duración", remacha Muller.
La duración, que se mide en años, muestra la sensibilidad de un fondo a los cambios del precio del dinero: a mayor duración, más posibilidad de pérdida. Actualmente, y ante el riesgo de que suban los intereses como escudo contra la inflación, la deuda a largo plazo no es la más conveniente, puesto que puede ser la más afectada -mediante la pérdida de valor de los títulos- en caso de que esas expectativas de aumentos de los tipos se materialicen. Aconsejan, por tanto, aquellos productos que inviertan en deuda a corto plazo y que ofrezcan una rentabilidad alta.
Deuda corporativa
Otro diagnóstico común entre los expertos es que prefieren la deuda corporativa -la emitida por las empresas- a la financiera -la de las entidades bancarias-. "Hay mucho más riesgo en los títulos bancarios, ya que las entidades están pendientes de recapitalizarse y de los cambios regulatorios", observa Matt King. "Preferimos los títulos corporativos porque las empresas ya se han desapalancado, sus beneficios están subiendo, están controlando sus costes y tienen el acceso abierto al mercado", precisa Erick Muller.
Ahora bien, la incertidumbre que envuelve a la banca, así como la sacudida que el sector financiero ha sufrido durante la crisis, de la que ha sido epicentro, abre un abanico de ocasiones. Para Mariano Aldama, responsable de mercados de deuda para instituciones financieras de Royal Bank of Scotland (RBS) en España, "hay oportunidades de ganar mucho dinero dentro de la deuda financiera". En este segmento, las estrellas del año pueden ser las cédulas hipotecarias de las entidades más solventes.
Alta rentabilidad
Dentro de la deuda corporativa, ¿qué prefieren los expertos? ¿La de grado de inversión, es decir, los títulos de las compañías con mayor calificación crediticia? ¿O la de high yield, que es la deuda de las empresas con un rating inferior al grado de inversión? La balanza se inclina hacia la segunda.
Y eso pese a que los bonos de alta rentabilidad o high yield han sido los grandes protagonistas en el universo de la renta fija durante los dos últimos años, en los que han arrojado rendimientos de doble dígito. Pese a ello, aún puede quedar jugo por extraer. "Está claro que el high yield ha tenido unos años muy buenos y probablemente tenga recorrido un año más", reconoce Mariano Aldama, de RBS. "Desde un punto de vista general, nos gusta más la renta fija de alta rentabilidad que la de compañías con grado de inversión", asevera Matt King, responsable global de estrategia de productos de crédito de Citi. La naturaleza de los títulos high yield está definida por la mezcla de una baja calificación por parte de las agencias de rating (inferior a BBB- por parte de Standard & Poor's y Fitch y de Baa3 en el caso de Moody's) y una alta rentabilidad como contrapeso del mayor riesgo que conlleva esta deuda.
Emergente en divisa local
Otro diagnóstico común entre los expertos es que el picante de las carteras, los títulos que pueden dar lustre a la rentabilidad, es la deuda pública de los países emergentes. Más en concreto, la que emiten en sus respectivas monedas, en divisa local. Dos son las ventajas fundamentales que encuentran en ella. La primera, sus elevados cupones, sustancialmente más altos que los de los países desarrollados porque los tipos de interés son mayores entre los emergentes. En Brasil, por ejemplo, los tipos oficiales se encuentran en el 11,75 por ciento y el rendimiento de los bonos a tres años en divisa local -en este caso, el real brasileño- alcanza el 12,75 por ciento, muy superior al 1,85 por ciento de los títulos alemanes o al 3,47 por ciento de los españoles. En cuanto a la segunda, proviene del premio adicional que se puede encontrar el inversor gracias al potencial de revalorización de las monedas emergentes con respecto a las de los países desarrollados. Éstas son las previsiones que les acompañan gracias a su mayor poderío económico y a que se esperan más repuntes de los tipos de interés entre las filas emergentes. En los próximos 12 meses, y según los pronósticos recopilados por la agencia financiera Bloomberg, el real brasileño podría apreciarse un 2,6 por ciento contra el euro; el peso mexicano, un 5,5 por ciento; y la rupia indonesa, un 5 por ciento.
Soberanos desarrollados
Si la deuda emergente puede añadir el picante a las carteras, la desarrollada supondría el ancla. En este sentido, el consejo que hacen los expertos consultados es triple. En primer lugar, y de nuevo, corta duración. Nada de exponerse a títulos a largo plazo más amenazados por las subidas del precio del dinero -y las consiguientes caídas que provocarán en la caída de los precios de esos títulos-.
Segundo: en la deuda de los países más avanzados se puede encontrar seguridad, pero no altos rendimientos, puesto que los tipos de interés oficiales se encuentran en niveles históricamente bajos, de ahí que no deban consumir demasiada parte del patrimonio del fondo.
Y en tercer lugar, precisamente porque estos títulos no aportan un cupón demasiado jugoso y sirven mayoritariamente como protección, habrá que optar por la deuda de los países que disfrutan de una situación más confortable o fiable. Un perfil en el que encajan, principalmente, Alemania y Francia. Actualmente, sus bonos a dos y tres años ofrecen un rendimiento comprendido entre el 1,8 por ciento y el 2,2 por ciento.
Y el resultado es...
Combinando estas piezas, cuatro son los fondos de inversión, dentro de la categoría de renta fija global, que encajan mejor con las directrices requeridas por los expertos. Son el Franklin Strategic Income A Acc y el Templeton Global Bond A Acc de la gestora Franklin Templeton; el JPM Global Enhanced Bd A, de JPMorgan; y el Carmignac Port Global Bond A, de Carmignac -ver gráfico-.
De hecho, ya están completando el puzle de la rentabilidad. En los 12 últimos meses, los dos primeros acumulan una revalorización del 8,7 y del 7,9 por ciento, respectivamente; el de JPMorgan sube un 6,8 por ciento; y el de Carmignac, un 3,8 por ciento.