YANGÓN (Reuters) - La población tradicionalmente hospitalaria se ha cerrado por completo y los turistas han desaparecido de las calles de la capital de Myanmar entre el miedo y la ira por la brutal represión militar a las protestas pro-democracia.
Los residentes, célebres por su cordialidad, emprenden sus tareas con rostro serio.
Ahora, los turistas extranjeros han desaparecido de esta elegante pero dilapidada ciudad.
El Hotel Nikko, que da a las brillantes aguas del lago Kandawgyi, ha reducido a la mitad sus precios pero su vestíbulo sigue vacío. La muerte de un periodista japonés durante una manifestación el miércoles acabó con su clientela japonesa.
"Había unos pocos soldados en la calle, pero muy lejos de nuestro hotel. Nadie murió", dijo en un inglés vacilante. "No es tan peligroso en Mandalay".
Las masivas manifestaciones han parado desde el jueves, cuando los soldados dispararon balas y gas lacrimógeno a las multitudes después de apalear y arrestar a cientos de los monjes que habían liderado las protestas.
Antes de la violenta represión de esta semana, incluso los oficiales de seguridad sonreían y conversaban con los visitantes.
