
La gran revuelta árabe de 2011 da un giro repentino y amenaza a un régimen dictatorial de 42 años.
Los habitantes de Benghazi, la segunda ciudad rebelde de Libia, se enfrentaron a represalias sangrientas la noche del pasado lunes por atreverse a desafiar los 42 años del régimen del coronel Muammar Gadafi. Las oficinas del gobierno de la ciudad estaban sitiadas y las fuerzas de seguridad abrieron fuego con metralletas y morteros sobre la multitud de manifestantes.
Al caer la noche habían fallecido al menos 35 personas en la ciudad y, según los observadores de derechos humanos, 120 más por todo el país desde que comenzaron los levantamientos. Libia estaba prácticamente cerrada al mundo, con todos los servicios de Internet desconectados y la prohibición de acceso a periodistas extranjeros, cuando uno de los hijos de Gadafi se dirigía supuestamente hacia Benghazi con una fuerza militar de élite. La cadena de noticias CNN citó a un médico que aseguraba que había helicópteros disparando a los manifestantes.
Efecto dominó
Un mes después de que el presidente Zine Ben Ali huyera de Túnez y una semana después de la caída de Hosni Mubarak en Egipto, los manifestantes de toda la región desde Argelia a Yibuti piden el cambio a gritos. En Bahréin, donde cuatro manifestantes perdieron la vida el jueves, la familia gobernante intentó apaciguar la oposición ayer retirando las tropas de las calles. Los manifestantes pudieron regresar a la Plaza de la Perla, el centro de las protestas. La noche del lunes, el Gobierno entabló conversaciones con la oposición.
En Libia, Gadafi ha sacado su mano de hierro contra los disturbios en el este, demostrando que no es un mero excéntrico extravagante sino un hércules implacable. Las fuerzas especiales, fieles a él, arremetieron durante la madrugada contra una manifestación en Benghazi inspirada en la victoriosa revuelta de Egipto en el Nilo. Dispararon gas lacrimógeno a quienes dormían en las tiendas frente al juzgado, provocando el pánico. Los manifestantes huyeron, transportando a los muertos y heridos, según comentó un testigo por teléfono a un periodista. Los comandos dispararon a muerte a quince personas e hirieron a muchas más.
La cadena árabe Al Jazeera informa de que algunos miembros de las fuerzas de seguridad se negaron a disparar contra los manifestantes y estaban ayudando a dispersar las fuerzas mercenarias que habían sido desplegadas contra las manifestaciones. Se sospecha que 1.500 hombres de la brigada de élite Khamis, dirigida por Khamis Gadafi, hijo menor del dictador, habían entrado en Benghazi y otras ciudades. Diplomáticos estadounidenses la describen como la fuerza mejor formada del ejército libio.
El espectáculo de Gadafi amenazado ha sorprendido a los gobiernos occidentales. El presumido autócrata ha sido un elemento característico del mundo árabe durante tanto tiempo que parecía indestructible. Después de rehuirle durante décadas, en los últimos años, Occidente le había sacado a la luz. ¿Ese acercamiento podría verse amenazado por su caída?
Enrocados en el poder
"Es vulnerable, desde luego", asegura Oliver Miles, ex embajador británico en Libia. "Esto es lo más grave a lo que ha tenido que enfrentarse". A Gadafi siempre le ha gustado fingir que vive en una tienda beduina -amueblada con televisión de pantalla ancha y sillas doradas- desde la que se mantiene en contacto con las dunas pero últimamente lo más probable es que viva en un búnker. "Las revueltas de Libia son poco corrientes. Es un régimen duro y la gente siempre ha tenido mucho miedo", explica Sir Andrew Green, ex embajador británico en Arabia Saudí. Pero "la gente empieza a perder el miedo a la policía secreta".
Otros regímenes están tomando nota. Por toda la región, la semana pasada, los jóvenes usuarios de Twitter se oponían a tanques, gases lacrimógenos y metralla en los actos del Día de la ira contra dictadores.
Green llama a las protestas "un proceso de combustión espontánea" y añade que "algunos incendios forestales se apagan y otros continúan avanzando por el viento. Es difícil saber cuál es cuál". Si puede suceder en Libia, ¿quién va a impedir que el presidente sirio Bashar al-Assad se enfrente a la misma presión? El viernes, cientos de personas protestaron contra las fuerzas de seguridad después de que la policía apaleara a un joven en el casco viejo de Damasco.
Al-Assad, de 45 años y ex estudiante de Oftalmología en Londres, es considerado en Europa un personaje relativamente benigno, que heredó la presidencia de su padre, mucho más despiadado, pero encabeza un régimen encarnizadamente represivo. ¿Acabarán las contradicciones en una implosión?
Algunos expertos explican que los líderes de la región están siendo víctimas de su propia desidia. Han conservado el poder reprimiendo a sus pueblos y manipulándolos con los medios estatales de comunicación. "Creían que lo que funcionó en el pasado seguiría funcionando", puntualiza un observador occidental.
Bahréin, famoso desde hace tiempo por ser el patio de recreo del Golfo, estrena reputación sangrienta desde que el Ejército matara al menos a cuatro manifestantes el jueves e hiriera a decenas de asistentes al funeral de las víctimas el viernes. Los llantos de dolor de los heridos se mezclaban con las órdenes de los médicos en el hospital. Poco después, el suelo resbalaba por la sangre.
También corrieron ríos de sangre en Yemen cuando las fuerzas de seguridad y los partidarios del gobierno se enfrentaron a la multitud que exigía el fin de los 32 años de reinado del presidente Ali Saleh. La policía antidisturbios abrió fuego anoche mientras las autoridades expulsaban a 500 manifestantes de las calles de Sanaa. En Kuwait, al menos cinco personas, incluido un oficial de seguridad, resultaron heridas y decenas fueron detenidas el viernes cuando la policía antidisturbios se enfrentó a cientos de manifestantes árabes apátridas que exigían sus derechos.
Monarquías seguras
Las monarquías absolutas se han considerado los regímenes más estables de la zona, por lo que el espectáculo del rey Hamad de Bahréin, educado en el Reino Unido, sudando la gota gorda en el trono resultó bastante insólito.
Hasta hace poco, en Washington se solía oír que sólo los monarcas absolutos y los dictadores armados con Kalashnikovs tenían la crueldad y la astucia necesaria para mantener el orden en uno de los rincones más peligrosos y mantener a raya al fundamentalismo islámico. Según ese planteamiento, Occidente hacía la vista gorda a los excesos más flagrantes de los déspotas y les suministraba armamento.
Tal vez a los jóvenes de algunos países de Oriente Medio les resultara difícil visitar Occidente pero les gustaba lo que veían por la red. Una vez demolida la barrera del miedo, las protestas se volvieron imparables. En El Cairo, era la primera vez que egipcios de todas las edades, clases y credos se mezclaban como iguales. Puede que se derrame más sangre antes de que los manifestantes logren sus objetivos. Conscientes de lo que les espera en manos de la multitud (se cuenta que los iraquíes jugaban al fútbol con las cabezas de la familia real en 1958), algunos dictadores demuestran más temple que Mubarak.
Los rumores del despliegue de mercenarios africanos por Gadafi para aplastar la rebelión en Benghazi es un ejemplo. Se dice que los manifestantes han quemado comisarías de policía y otros edificios del gobierno en la ciudad, y se han hecho con la emisora de radio local. Una fuerza se dirigía ayer a dispersarlos pero las noticias de desobediencia entre los militares no presagian nada bueno para Gadafi. "Es muy perseverante", asegura Miles. "Cree en sí mismo. Está convencido de saber lo que le conviene a su gente. Cuando dice que los problemas los están fomentando oscuras fuerzas extranjeras, se lo cree".
Cuando se reanudaron las protestas, los expertos en Oriente Medio se preguntaban hasta dónde se extenderán los disturbios. Ver a Egipto, el país árabe más poblado, al borde de la anarquía, ha aterrorizado al mundo entero. La posibilidad de que revise el pacto con Israel preocupa no sólo a los israelíes, que temen la aparición de otro Irán a sus puertas.
Pero ¿qué ocurriría si Arabia Saudí, el mayor exportador de petróleo, sucumbiese a la revuelta? Algunos expertos lo consideran improbable, dado el éxito del acaudalado régimen a la hora de comprar a la disidencia con dinero. Sin embargo, una cosa que han dejado clara los últimos acontecimientos es que ningún régimen de Oriente Medio está a salvo del contagio.
Al igual que la mayoría de sus homólogos gobernantes de la región, Mubarak seguía comportándose como si se estuviera dirigiendo al país del que tomó el control tras el asesinato de Anwar Sadat en 1981.
En Egipto, los manifestantes han vencido por ahora aunque, según un observador, "son como un perro que lleva treinta años persiguiendo un coche y por fin lo ha alcanzado. ¿Y ahora qué?".
Durante años, los países occidentales que han adoptado la democracia y el imperio de la ley han dado su apoyo a regímenes opresivos que gobernaban a base de miedo. A los nuevos movimientos populares les preocupan claramente sus propios países y no Estados Unidos o Israel.