"Yo no me voy a ir con esta situación; moriré como un mártir". Con esta contundencia respondía el dictador libio Muammar Gadafi a los que le acusaban de haber abandonado el país.
En un largo discurso televisado, de más de una hora, el veterano y peculiar mandatario, con un tono duro, agresivo y desafiante, cargó contra la comunidad internacional y contra las cadenas de televisión extranjeras, a las que acusó de "trabajar para el diablo".
Pero las acusaciones de Gadafi no se quedaron ahí. Las revueltas de los últimos días las atribuyó a un "grupúsculo de jóvenes drogados", y advirtió que "todos los que quieran dañar a Libia serán ejecutados sin piedad".
"¿Conocéis a alguien decente que participe en esto? No los hay, es gente que se droga y se emborracha", apuntó.
El mandatario también mostró su disposición a controlar las revueltas por medio de la fuerza y aseguró que, a partir de ahora, las calles serán controladas por el Ejército, que como el lunes, ayer volvió a bombardear a los manifestantes. Debido a algunas dudas planteadas sobre la fidelidad de los militares (ya que algunos miembros de esta institución se negaron a disparar contra la población), el Gobierno no dudó en utilizar mercenarios de Europa del Este y África para atacar a la población.
En este sentido, la ONG Human Rights Watch (HRW) cuantificó en 65 el número de muertos en Trípoli ayer. Sin embargo, las cifras podrían ser mucho mayores y llegar a superar los 400 fallecidos, ya que la ONG sólo logró informes de dos hospitales de la capital libia.
Sin embargo, los testigos que lograron ponerse en contacto con el exterior, con dificultades por los cortes de Internet y de la telefonía móvil, aseguraron que las calles están plagadas de cadáveres, en medio de una opacidad informativa total.
Al tiempo que Gadafi recordaba que, en Libia, el poder está en manos del pueblo, y que él ni siquiera es presidente -no tiene cargo en el Gobierno, aunque es el jefe del Estado de facto-, la población más crítica pone sus esperanzas en los líderes tribales de la región Cirenaica.
La oposición es fuerte en la región, especialmente maltratada por el régimen de Gadafi, que durante su largo mandato ha mirado más por Trípoli. Una unión entre los principales líderes de las tribus, que han visto asesinar a muchos familiares, es una de las salidas a esta crisis, aunque sea por medio de una Guerra Civil.