
Son los nuevos compradores de Oxford Street; los derrochadores en las boutiques de la Vía Condotti de Roma; los inversores inflexibles en las salas de consejo de la City y los ávidos consumidores de todo el lujo y la riqueza que ofrece la civilización occidental. Vienen los chinos. Su moneda, el renminbi o dinero del pueblo, ya no es un chiste maoísta, aunque la cabeza de su antiguo presidente adorne cada billete. Y compra más libras que nunca antes.
Bien surtida de dinero y ganando confianza, China siente que su ascenso está asegurado. Los inversores de Shangai están adquiriendo fábricas británicas y los banqueros estatales chinos están comprando bonos de Grecia y Portugal, ayudando a mantener unida la atribulada eurozona.
En las mentes chinas, la debilidad occidental tras la peor crisis financiera desde la década de 1930 es una oportunidad. Creen que, en 2011, China se convertirá en el decisivo agente de cambio de nuestra manera de vivir y que las elecciones que haga este país tendrán impacto en todo el mundo.
Lecciones desde Asia
Los hombres de negocios chinos enseñan economía a Occidente. Sus líderes proclaman que el dominio de un solo partido es superior al caos de la democracia. De Burma a Zimbabwe, sus diplomáticos apoyan a los déspotas. Su ejército sigue el dictado de Deng Xiaoping de ocultar su fuerza y aguardar al momento oportuno. Diariamente crece un enérgico nacionalismo entre su juventud.
Como ha advertido el historiador Paul Kennedy, las naciones ricas de Occidente necesitan reflexionar profundamente y reaccionar, de manera firme pero a la vez flexible, o bien enfrentarse a un declive inevitable mientras el equilibrio de poderes se inclina hacia Oriente.
Cuando Hu Jintao, el presidente chino, apareció este mes con su sonrisa de figura de cera durante una visita oficial a la Casa Blanca, lo hizo como el banquero y fabricante de América, con el destino de millones de empleos, así como las posibilidades de reelección del presidente Obama, en sus manos de manicura.
La fábrica de América
Obama podría meditar con pesar que, en pocas palabras, es culpa de la economía, estúpida. Las fábricas chinas hacen nuestros iPhones e iPads, la ropa barata de Tesco o Walmart de nuestros hijos y prácticamente todo objeto de plástico que uno llegue a imaginar.
Los exportadores chinos se hacen con miles de millones de libras, dólares, euros y yenes. El Gobierno chino coge el dinero y emite su propia moneda a cambio. China ha acumulado la vertiginosa suma de 2,85 billones de dólares (2,07 billones de euros) en reservas extranjeras. El dinero tiene que ir a alguna parte y este país invierte gran parte de él en deuda pública americana.
Así es como China se convirtió en el mayor acreedor de América. Su gente ahorradora ha subvencionado a los derrochadores consumidores y propietarios americanos manteniendo los tipos de interés bajos. Actualmente están financiando buena parte del controvertido plan de 600.000 millones de dólares de Obama para reactivar la economía americana.
Sin embargo, la propia economía china podría estar desarrollándose demasiado rápido. El precio del cerdo en los mercadillos de Shangai y los precios al alza de los nuevos apartamentos a su alrededor están aumentando rápidamente. La inflación preocupa al partido comunista. Ésta puede conducir a un descontento masivo, ya que mucha gente sigue siendo pobre y 200 millones de habitantes subsisten con menos de un dólar al día.
Cuando el banco central chino elevó los tipos de interés sólo una fracción en día de Navidad, las bolsas de todo el mundo temblaron y el valor de las pensiones e inversiones occidentales cayeron. Fue una advertencia de lo que podría ocurrir.
A lo largo del mes de enero se ha debatido mucho acerca de qué podría ir mal en China entre los inversores, especialmente entre los gigantescos y reservados hedge funds que mueven miles de millones. Un posible escenario sería una brusca desaceleración que frenaría la impresionante tasa de crecimiento del 10 por ciento que ha vivido China en 2010, algo que, según los economistas de RBC Capital Markets, ha tenido "serias implicaciones para la economía global".
El problema al que se enfrenta el mundo está claro. La mayoría de los economistas piensan que el tiovivo del Pacífico, en el que consumidores americanos pagan a los dueños de fábricas chinas para que estos, a su vez, financien más gastos crediticios de los consumidores americanos, no puede durar. Andy Xie, un economista independiente de Shangai, cree que 2011 será "una carrera entre EEUU y China por ver quién cae primero".
Los congresistas americanos han lanzado una advertencia al presidente chino, diciendo que la moneda de su país es injustamente barata y pidiendo que aumente su valor. Los empresarios chinos han contraatacado acusando a los americanos de emitir moneda para avivar la inflación y así mermar sus deudas en China.
Relaciones 'tóxicas'
Añádase una gran cantidad de controversias (desde la del Tíbet a Taiwán, pasando por el programa nuclear iraní, la bomba norcoreana, el cambio climático y el premio Nobel al disidente chino) y la relación bilateral más importante del mundo adquiere un aspecto tóxico.
Sin embargo, adaptando el chiste de Henry Kissinger que afirma que la razón por la que la política académica es tan amarga es que hay poco en juego, hay que decir que lo que se juegan América y China es tan grande que la amargura no es una opción posible.
Tras la diplomacia secreta llevada a cabo en Pekín en la década de 1970, la reforma y la apertura de China cambiaron el mundo. Tanto que sólo es necesario un reciente cable confidencial de un embajador americano para hacernos recordar algunos datos asombrosos.
El documento, publicado por Wikileaks, proporciona la visión confidencial de Clark Randt, el enviado americano que más tiempo lleva trabajando en China, sobre las tres próximas décadas en la relación entre Estados Unidos y China. Escrito para la entrante administración Obama en enero de 2009, predecía que China sería esencial para resolver problemas globales, tales como el cambio climático, la pobreza o la guerra.
China está en camino de convertirse en la mayor economía del mundo, como ya lo fue siglos atrás antes de la revolución industrial. En los próximos años, 300 millones de chinos se mudarán del campo a las ciudades. Será la mayor urbanización masiva de la historia de la humanidad, que requerirá nuevos sistemas de tránsito en 170 ciudades. Se construirán más de 50.000 rascacielos. Mil millones de personas serán residentes urbanos y China dejará de ser una nación campesina.
Para 2025, China tendrá la mayor clase media del mundo. Los sectores de la aviación, el turismo, la moda y los objetos de lujo nunca volverán a ser los mismos. La potencial retribución para los financieros, ingenieros, educadores, consultores y el sector servicios occidental es enorme. Y el cable de Randt explica la imponente escala y los costes de tan enorme salto hacia delante.
Un consumidor voraz
A las letales carreteras de China llegan más de mil coches al día. Su consumo de petróleo se ha multiplicado por 10 desde 1980. Para 2030, consumirá una quinta parte de toda la energía mundial. China ya se ha convertido en el mayor consumidor de hierro, cobre y aluminio.
En los próximos 20 años añadirá a su red eléctrica más capacidad generadora de la que posee América en total. La mayor parte de su energía proviene del carbón, una de las razones por las que China sobrepasa a los Estados Unidos como mayor contaminador del mundo, aunque también está desarrollando la mayor industria de energías renovables, tanto solar y como eólica.
El precio del crecimiento
El cable de Randt es fascinante porque no predice ni un triunfo ni un colapso chino. Apuntaba el terrible precio que habría pagado para crecer: un medio ambiente ruinoso, con 656.000 muertes cada año por enfermedades relacionadas con la polución y 95.600 muertes por agua contaminada. El coste de la limpieza será inmenso.
Las severas políticas de control de natalidad, que limitan a la mayoría de las parejas a tener un solo hijo, han convertido a China en una sociedad que está envejeciendo más rápidamente que la de Estados Unidos. En 2050, una persona que trabaje tendrá que mantener a cinco miembros de familia. Para 2040, aunque el tamaño total de su economía debería rivalizar con la de Estados Unidos, sus 1.300 millones de habitantes sólo serán una cuarta parte más ricos.
El embajador americano advertía de que el Ejército Popular de Liberación se había transformado en una moderna fuerza que podría ser un adversario formidable. Y recordaba a sus lectores en Washington que no importaba cuáles fueran sus preocupaciones sobre empleo, comercio y deudas, el asunto más complicado entre Estados Unidos y China continúa siendo el destino de Taiwán.
Apartada de la costa de China, la isla se convirtió en un refugio para fuerzas anticomunistas en 1949 y ha evolucionado a una vibrante democracia industrial bajo su propio Gobierno. Es el tercer raíl de la política china, una prueba de fuego de patriotismo, fuerza y determinación. En Pekín, algunos temerarios estuvieron tentados de considerar una invasión en 2003 antes de que la diplomacia americana les aconsejara no hacerlo.
"En los años venideros necesitaremos utilizar cada herramienta diplomática y estratégica que tengamos para evitar movimientos intimidantes hacia Taiwán," dijo Randt. Aunque parezca inverosímil la idea de que alguien pudiera arriesgarse a propiciar una guerra, que podría demoler la globalización (todo por una pequeña isla), los americanos están preparados para pensar lo impensable.
Grandes males
Los líderes de hoy se enfrentan a enormes problemas, tales como una sombría división entre ricos y pobres, el paro masivo entre licenciados universitarios, una corrupción endémica, los excesivos precios de los inmuebles y una inevitable presión del trabajador por obtener un sueldo más alto. El embajador aconsejaba que, mientras las perspectivas para China son optimistas, los Estados Unidos deberían prepararse para un resultado peor. Varios grupos de expertos y académicos en Pekín ya están pidiendo con insistencia a los dirigentes que saquen a América del patio trasero de China.
Fuentes del servicio de inteligencia afirman que algunos líderes chinos creen que Obama es un presidente débil y que América no superaría una prueba de moral sobre Taiwán o Corea del Norte. Piensan que, tras la crisis financiera, los americanos serán incapaces, o no tendrán la intención, de pagar el precio por la supremacía militar. Pero el cable del embajador americano sugiere que esto sería un error de cálculo peligroso.
Los americanos todavía piensan que China caminará hacia un futuro más democrático para convertirse en una próspera sociedad moderna que desempeñe un papel responsable en el mundo. Está patente el clásico optimismo estadounidense pero, por otro lado, ello habla de unas perspectivas más prometedoras que la sombría visión que tiene la Casa Blanca con un panorama lleno de dificultades.
"China se abrirá algún día a la reforma política," concluyó el embajador. "Cuando llegue ese día, querremos que los chinos nos recuerden por haberles ayudado a avanzar".