Leire Barrera
Madrid, 10 sep (EFECOM).- Si algo te sale bien, ¿por qué no repetirlo? Esto es lo que debió de pensar un atracador "espabilado" que osó irrumpir en la misma sucursal bancaria dos veces demostrando una fidelidad a la entidad que, obviamente, no es bienvenida.
Así ironiza el Banco Popular con uno de sus cacos en el treinta aniversario de su Repertorio de Temas, un singular documento que la entidad edita anualmente en el que recoge un amplio abanico de anécdotas que han sucedido durante el año, no necesariamente positivas, con lo que consigue "lavar sus trapos sucios al aire libre y al sol".
Atracadores "repetidores", clientes "huevones" y empleados que la emprenden a "cenicerazos" comparten protagonismo en la treinta edición de una publicación que comenzara en el año 1977 el entonces presidente del banco, Luis Valls, para quien el Repertorio era "fundamentalmente un catálogo de fracasos, de sucesos desagradables".
Uno de los sucesos desagradables que se relatan en la presente edición es el del mencionado atracador, que robó en una sucursal de la entidad y volvió tres meses después para repetir la hazaña. Tras narrar el hecho, el banco aclara con acierto que ese tipo de fidelidad "evidentemente no se agradece".
Otro de los cacos que irrumpió en una de las oficinas el año pasado fue, sorprendentemente, un cliente del banco, que pudo ser capturado porque lo reconocieron los empleados.
Como bien satiriza la entidad, "la mayoría de los clientes son personas honradas que cumplen con sus compromisos -por eso el banco va bien- pero existe una minoría que trata de aprovecharse de la entidad apropiándose de dinero al no pagar sus deudas o más infrecuentemente atracando una sucursal. Son raros los casos, pero hay alguno."
No faltan tampoco los ladrones "listillos", como una pareja que se hizo pasar por extranjera y por coleccionista de billetes... de cien y de quinientos -los de diez no les atraían tanto- y acaban robando cinco mil quinientos euros aprovechándose de la amabilidad, e inocencia, de una empleada.
Otros bienintencionados trabajadores dejaron pasar a una persona con muletas después de que se disparara la alarma cuando atravesó el arco detector de metales. "Serán muletas metálicas", pensaron, y se equivocaron: se trataba de una pistola.
Los clientes tampoco se quedan atrás en lo que se refiere a historias curiosas. Para el banco, una clienta que tarda seis meses en denunciar la desaparición de su tarjeta y después pide que le devuelvan los 3.000 euros que le han sustraído es una "huevona", si bien deja claro que su intención no es menospreciar a la susodicha, sino calificar su comportamiento de "lento, tardo, bobalicón e ingenuo", según la definición del diccionario.
Junto a atracadores y clientes no podían faltar los empleados del banco, que de vez en cuando también sorprenden con actuaciones cuanto menos "particulares".
Tal vez fue el estrés lo que llevó a un trabajador del banco a emprenderla a cenicerazos con un cliente que insistía en cobrar un cheque sin llevar ningún tipo de documento de identidad.
El empleado fue despedido, porque, tal y como explica el banco, "por pesado que se pusiera el indocumentado beneficiario del cheque nunca debió responderle con gritos e insultos y, menos aún, agredirle".
Otro trabajador "avispado" tenía un negocio propio al que atendía incluso mejor que al banco, hasta el punto de pedir una baja laboral para poder seguir con sus actividades, mientras que otro "fresco" pidió una baja por depresión y cuando se dio de alta chantajeó a la entidad asegurando que sólo se reincorporaría si se le trasladaba a la capital de la provincia.
Como dice el banco, "qué cosas". EFECOM
lbm/ala/mdo
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