
De crisis en crisis. Así ha evolucionado una década que quedará en el recuerdo como una de las más convulsas en la historia de los mercados bursátiles. Los episodios de pánico y euforia se han sucedido en un contexto caracterizado por los bajos tipos de interés y el endeudamiento. El Ibex, por su parte, ha cerrado está etapa con una caída anual del 17,4%. Ha sido, por tanto, incapaz de mantener los 10.000 puntos.
Lo que mal empieza, mal acaba. Con la llegada de 2001 no comenzó una odisea en el espacio. La odisea se inició en los mercados bursátiles internacionales, que arrancaron la primera década del siglo XXI con el paso cambiado, trompicados por el pinchazo de la burbuja tecnológica, y lo van a finiquitar del mismo modo, castigados por los profundos y diversos impactos de la Gran Recesión desatada desde 2007.
Un primer decenio que ha venido a ser como un museo de todos los horrores financieros de la historia, sólo que en una versión encapsulada de diez años. Ha habido de todo, y no precisamente en pequeñas dosis. Euforia, pánico, soberbia, complacencia, plusvalías, quiebras, minusvalías, escándalos contables, fraudes piramidales... Un sube y baja constante a golpe de políticas monetarias laxas, regulaciones condescendientes, supervisiones miopes, guardias bajas y cortoplacismos empresariales.
Resaca tecnológica
La década arrancó con el estallido de la burbuja tecnológica ya en marcha. Comenzó a perder aire en marzo del año y no tocó fondo hasta finales de 2002. En el caso del Ibex 35, el índice de referencia de los mercados españoles, registró su mínimo el 9 de octubre de 2002, jornada en la que terminó en los 5.364,5 puntos.
Además de suponer su nivel más bajo en un lustro, ese nivel representaba que había descendido casi un 60% desde el máximo histórico alcanzado en marzo de 2000 en los 12.816 puntos. El castigo fue similar en otros mercados: entre marzo de 2000 y octubre de 2002 el estadounidense Dow Jones cedió un 28%; el británico Footsie 100, un 43%; el japonés Nikkei 225, un 57%; el europeo EuroStoxx 50, un 60%; y el alemán Dax, un 67,5%. Aunque el principal impacto lo sufrió el indicador que más había corrido antes, el tecnológico Nasdaq Composite, que perdió un 73% de su valor en el mismo periodo.
A la purga de los excesos puntocom alentados a finales del siglo XX se sumó otro problema en 2001. Fueron los atentados de las Torres Gemelas del 11 de septiembre, una tragedia que alargó la recesión que ya estaba padeciendo Estados Unidos.
Renacimiento...
Aunque, oficialmente, el periodo contractivo de la mayor economía del mundo finalizó en noviembre de 2001, el crecimiento se mantuvo aletargado hasta 2003, una realidad que también fue palpable en la eurozona. Ante esta realidad, los bancos centrales se emplearon a fondo.
En junio de 2003, la Reserva Federal (Fed) estadounidense y el Banco Central Europeo (BCE) recortaron los tipos de interés hasta el 1 y el 2%, respectivamente. Había que remontarse hasta mediados del siglo XX para encontrar una política monetaria tan expansiva en Occidente. Pero eran tiempos de crecimiento anémico y riesgos deflacionistas, de ahí que llegaran tan lejos. Y el viaje dio sus frutos. Poco a poco, las economías recobraron el aliento. EEUU lo hizo antes y con más fuerza, mientras que a la zona euro, con Alemania como freno, le costó más.
Pero el caso es que los parqués, después de tres años consecutivos de números rojos, cerraron 2003 en positivo. Significó el comienzo de una racha alcista que se prolongó durante cinco años y que alumbró la esperanza, como ya había ocurrido una década antes, del inicio de una nueva era en la economía mundial. Una época en la que el crecimiento, el crédito y la liquidez, abundantes todos ellos, no se veían correspondidos por una secuencia inflacionista.
Y sin presiones por parte de los precios, los bancos centrales entendieron que no hacía falta emprender un drástico viraje en la política monetaria, por lo que se adentraron en una mesurada subida de los tipos de interés. O lo que es lo mismo, se generó el caldo de cultivo ideal para los parqués, una mezcolanza de crecimiento económico sin demasiada inflación, altos beneficios empresariales, salidas a bolsa y fusiones y adquisiciones. Todo ello redundó en un repóquer de años alcistas -2003, 2004, 2005 y 2006-, cada uno de ellos saldado en el caso del Ibex con ascensos comprendidos entre el 15 y el 30 por ciento.
... peligroso
Sin embargo, el círculo perfecto contenía muchos vicios. El principal, la deuda. La perpetuación de unas políticas monetarias demasiado laxas desembocó en un festival crediticio al que también contribuyó una supervisión igualmente condescendiente en exceso. Como en otras fases de la historia, el resultado fue un boom inmobiliario.
Esta vez, eso sí, se vio acompañado por una completa arquitectura financiera edificada en torno a las hipotecas concedidas por el frenesí crediticio y empleadas por la banca como materia prima con la que construir productos y vehículos de inversión.
Mientras los prestatarios pudieron pagar, el castillo de naipes se mantuvo en pie. Cuando comenzaron a impagar, porque los tipos subían poco a poco, pero subían, empezó el derrumbe. Primero, en segmentos concretos, como el de las hipotecas subprime o de alto riesgo, que actuaron como mecha de la crisis.
Pero la onda expansiva no tardó en propagarse por las tuberías del sistema financiero internacional. Hasta tal punto, de que el BCE se vio obligado a actuar de urgencia el 9 de agosto de 2007, jornada en la que inyectó 95.000 millones de euros en la banca para aliviar sus crecientes problemas de liquidez.
Fue el pistoletazo de salida oficial de la crisis financiera. Y también el principio del fin de la racha alcista de los parqués. Aunque el Ibex aún tuvo fuerzas de rubricar su récord histórico en noviembre de 2007, momento en que se acercó a los 16.000 puntos, y cerró el año en positivo; eran los estertores de un periodo en apariencia benigno, pero en cuyo trasfondo contenía la semilla de la destrucción.
Una bomba de endeudamiento cuyo estallido condujo a la que ahora se conoce ya como la Gran Recesión, un nombre que alude a la Gran Depresión de los años 30 porque, precisamente, la etapa actual es la más dura para la economía mundial desde entonces. Y bien que lo ha notado el Ibex, que de los casi 16.000 puntos de 2007 ha pasado a luchar por defender los 10.000 en 2010.
Telefónica y Santander, al mando
Con lo que no han podido las turbulencias de la última década ha sido con el orden establecido en el Ibex 35. Telefónica y Santander, Santander y Telefónica, tanto monta, monta tanto, se mantienen como los dos valores principales del índice una década después.
Un tándem que ha ido alternándose a la cabeza del indicador, aunque Telefónica es quien ocupa el lugar más alto al final del decenio, con una capitalización de 77.861,8 millones de euros. Santander ha pagado en los últimos meses su pertenencia a un sector, el bancario, mucho más expuesto a la crisis financiera y soberana, con lo que su capitalización se encuentra en los 66.424 millones.
En el top ten del Ibex resisten igualmente el paso del tiempo otra entidad, BBVA, y varias energéticas, como Iberdrola, Repsol y Endesa. Aunque la década también ha traído incorporaciones. La más sonada, la del grupo textil Inditex, que se encuentra entre los cinco socios principales del indicador.