
Sara Antezana, ama de casa, cuenta sus monedas en una pequeña billetera. Salió a comprar alimentos alertada por los rumores y los augurios de que todo va subir tras el aumento de más del 80% en la gasolina decretado la víspera por el gobierno del presidente Evo Morales.
En las calles de La Paz, semiparalizada por un paro de autobuses, todo el mundo cree que el alza en la gasolina trae inflación y por eso se juntan el afán de la gente por comprar a precio viejo y el de los vendedores por guardar para cuando los precios suban.
Y es que la primera reacción de rechazo a la medida oficialista fue una huelga general e indefinida del transporte público en todo el país.
El gobierno de Morales adujo que el incremento fue necesario para acabar con una subvención anual de 380 millones de dólares a los combustibles, que en buena parte se desviaban al contrabando hacia Perú, Chile, Argentina, Brasil y Paraguay.
Por ahora, los chóferes exigen un inmediato aumento en el precio de los pasajes -sin precisar porcentajes- mientras que sólo taxis y minibuses de 12 pasajeros realizan el servicio, aunque a un precio mayor, pudo establecer la AFP.
Debido a la huelga en La Paz, sólo se observa un reducido tráfico vehicular por sus angostas calles y avenidas, mientras que el grueso de la población casi se ha visto obligada a trasladarse a pie.
"Ha subido todo, no hay azúcar, he querido comprar y no quieren vender; parece que tienen la esperanza de vender después más caro", dice a la AFP Sara, una mujer de 47 años y madre de dos hijos. "Yo creo que el presidente no está pensando que van a subir todos los productos; los afectados vamos a ser las amas de casa, la gente que tiene pocos ingresos", agrega, mientras recorre a pie el popular mercado popular de Villa Fátima, un populoso barrio en el norte de La Paz.
"Los precios van a subir", se queja a su lado Natalia Marcos, otra ama de casa, de 40 años, quien también se encuentra en un popular mercado de venta de alimentos al menudeo y se entera de que su dinero ya no es suficiente. "Es como de costumbre, es un dictador, imponente, ignorante", se refiere con rabia al presidente Morales.
Este lunes era de desconcierto, pues todavía no se sabe cuál será el efecto del alza, aunque varios temen un aumento sensible de la inflación, que este año cerrará en un 5,8%, según el gobierno.
"Por hoy está normal la venta de carne, pero para los próximos días, el panorama va a cambiar", explica la vendedora Beatriz López.
Los transportistas que no acataron la huelga han aumentado los precios, en algunos casos como el del pasaje en autobus de La Paz a Caranaví (a 160 kilómetros de distancia), que pasó de 50 a 100 bolivianos (7 a 14 dólares). "Nos ha afectado el incremento de los combustibles; es muy alto, nos ha sorprendido el gobierno", se queja Santos Mendoza, chófer de minibus. "Nosotros estamos obligados a subir el precio de los pasajes, ya no nos alcanza", se justifica.
Tanto en La Paz como en El Alto, Cochabamba y Santa Cruz -que concentra el 75% de los 10 millones de bolivianos- se veía el mismo panorama de incertidumbre.
El ministro de Economía, Luis Arce, llamó este lunes a la calma y dijo que la subida del precio de los pasajes no debería ser más del 25%. "Un incremento de 23, 25% es absolutamente racional; lo que es irracional es lo que hemos visto que algunos transportistas están cobrando 66%, inclusive 80%", aseguró la autoridad en rueda de prensa.
A la par de las explicaciones, el gobierno ha desplegado una intensa campaña publicitaria, por radio y televisión, para justificar su medida, mientras sectores empresariales, sindicales y civiles han condenado el "gasolinazo" en todos los tonos.
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