Es un día cualquiera en el edificio de la New York Stock Exchange, en el número 11 de Wall Street. En el breve trayecto de uno de sus ascensores, dos personas discuten en voz alta sobre información relevante de una compañía con la que se acaban de reunir y que, además, cotiza en el mercado.
Curiosamente, no parecen percatarse que su conversación puede ser escuchada por los allí presentes y, según el contenido de la misma, todo apunta a que se estaba hablando de información material, es decir, capaz de afectar a la cotización de una empresa y, por tanto, confidencial.
Si un analista hubiera tomado nota y posteriormente hubiera usado dicha información a la hora de emitir uno de sus informes, que posteriormente vende a un hedge fund, la pregunta que hay que plantearse es: ¿podría culparse a dicho analista y al fondo de inversión de información privilegiada? La respuesta no es sencilla.
Desde que el Wall Street Journal destapase a finales de noviembre que el FBI y los agentes federales llevan a cabo la que se perfila como la mayor investigación de uso de información privilegiada de la historia, aquí en EEUU, muchos se han echado a temblar. Es cierto que, tradicionalmente, el insider trading siempre ha estado basado en el uso ilegal y adelantado de información confidencial, especialmente grandes fusiones, compras o ventas, para beneficio propio del que la usa. Sin embargo, a día de hoy los reguladores no saben dónde está el límite.
Paul Atkins, ex comisario de la Comisión de Valores y Mercados de Estados Unidos (SEC), explicó al Journal que, en esencia, el insider trading "se reduce al conocimiento de un individuo de que la persona de la que recibe información tiene la obligación con una tercera parte de mantenerla en confidencia". "Si pagas a alguien para que te revele información, no es apropiado", añadió. Christopher Clark, del bufete Dewey & LeBoeuf, apunta que "estar mejor informado que la competencia no es un crimen per se". Aun así, si obtenemos información importante y confidencial de una persona obligada a guardarla en secreto, "no se puede invertir en base a dicha información hasta que se haga pública", aclara.
Las tecnológicas, bajo estudio
A día de hoy, los mercados giran alrededor de la información. Los inversores y analistas han aprendido a recopilar cada insignificante anécdota sobre una compañía, pongamos por ejemplo Apple. En muchos casos, parte de esta información es irrelevante por sí sola, pero al sumar piezas, algo conocido como "mosaico" entre los expertos, algunos consiguen hacerse con información material y confidencial no hecha pública por la compañía.
En este sentido, las autoridades federales de EEUU han decidido examinar detenidamente el papel que juegan los analistas y consultores a la hora de proveer información detallada a hedge funds y fondos sobre las áreas que cubren. Especialmente, los que cubren compañías tecnológicas, como Apple, atraen parte del interés del FBI.
Buena parte de los expertos que siguen de cerca las operaciones de Apple suelen tener contactos dentro de las fábricas en Asia, que ofrecen detalles sobre niveles de producción. Es así como, por ejemplo, hace algunas semanas conocíamos a través de redes sociales, como Twitter o Facebook, cómo la compañía tiene previsto producir cerca de 48 millones de iPads el año que viene o que todo está listo para que dentro de 100 días los primeros iPad 2 abandonen la fábrica.
Por supuesto esta información no es oficial, ya que no ha sido anunciada por Apple, pero afecta a la cotización de sus acciones. Además, las pesquisas recopiladas por el analista en cuestión se incluyen en un informe que posteriormente se vende.
Sin embargo, algunos señalan esto como una idea algo descabellada, ya que la información que los analistas que siguen a Apple suelen acertar es mínima. Si nos hiciéramos eco de todas sus predicciones, en estos momentos Verizon podría vender el iPhone o el iPad mini sería una realidad.
Además, según reza el código ético del CFA Institute, la idea detrás de la teoría del mosaico es la siguiente. "Cada una de las piezas de información obtenidas no son materiales por sí solas, pero al juntarse pueden dar lugar a una valiosa pieza de información. Es perfectamente legítimo", añade el manual de la prestigiosa institución, un referente para los analistas.
John Kinnucan, directivo de Broad-band Research interrogado por el FBI como parte de la investigación vigente, escribió en el New York Times que "si los grandes bancos de inversión, con excelentes equipos legales, escriben sobre los cambios de producción en compañías como Apple y Dell, el resto de la industria asumimos que es legal". En un documento publicado en su web, Integrity Research Associates, afirmó que "el propósito de algunas redes de expertos que intentan sacar a la luz información material no viola bajo ninguna circunstancia la regulación sobre insider trading".
A la espera de qué tipo de acusaciones se realizan tras la investigación, muchos se hacen eco del caso contra el analista Raymond Dirks, que data de 1973. Por aquel entonces, el Tribunal Supremo determinó que Dirks no estuvo envuelto en un caso de insider trading y, además, dijo que "el papel de los analistas es esencial para preservar la salud y el equilibrio del mercado".