
¿Qué está pasando en el mercado crediticio estadounidense? Es la nueva pregunta sin respuesta que invade la mente de inversores, economistas y políticos. La semana pasada, tanto el presidente de Estados Unidos, George Bush, como el Secretario del Tesoro, Henry Paulson, comparecían ante los medios para hablar de la competitividad e intentar solventar las caídas en los mercados norteamericanos con una sencilla fórmula: recorte de impuestos dentro de las empresas estadounidenses. La falta de sintonía con la realidad era evidente.
El presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, no ha parado de reiterar que la crisis en las hipotecas de alto riesgo tendrían un efecto limitado en la totalidad de la economía estadounidense. A partir de aquí, el Dow Jones perdía 387 puntos el pasado jueves, los mercados financieros de todo el mundo se desplomaban y tanto el Banco Central Europeo como la Fed se veían obligados a inyectar efectivo para acabar con la eventual sequía de capital.
El estallido de las 'subprime'
Desde el pasado mes de noviembre, las hipotecas subprime, las de alto riesgo, que se entregan a personas con un pobre historial crediticio, han comenzado a estallar como la pólvora afectando desde al ciudadano de a pie, que hace frente al pago de su préstamo, a las entidades que otorgan dichas hipotecas y, como no, a los inversores y grandes bancos de inversión que respaldan las deudas en forma de inversión
A día de hoy, más de 90 compañías han sido vendidas, han frenado la entrega de nuevos prestamos hipotecarios, han echado el cierre o se han cobijado bajo las leyes de bancarrota. Si no, sólo hay que repasar nombres como American Home Mortgage o Countrywide Financial.
Con este panorama, altamente contagioso, las miradas se ciernen sobre Washington. Muchos creen que compañías con esponsorización gubernamental como Fannie Mae o Freddie Mac, deberían ser empleadas como instrumentos que ofrecieran liquidez a los mercados en estos momentos. Ambas entidades no operan directamente con los consumidores, pero si lo hacen en el mercado secundario, comprando hipotecas que se ajusten a su estricto perfil para después convertirlos en activos de deuda.
La semana pasada los senadores demócratas, Christopher Dodd, presidente del Comité Bancario de la Cámara Alta, y Charles Schumer, exigían que ambas compañías debían relajar sus exigencias de compra de hipotecas e inyectar liquidez en el alicaído mercado hipotecario a este lado del Atlántico. Ambos coincidieron en reconocer que la misión de compañías como Fannie Mae o Freddie Mac "son extremadamente importantes en momentos en que el crédito hipotecario sufre esta clase de contracciones".
Escándalos financieros
Las dos empresas, respaldadas por el Gobierno, han sufrido sonados escándalos financieros durante los últimos años que han provocado la salida de directivos y algún que otro portazo por parte de la clase política. Por eso, muchos reguladores limitaron la capitalización de mercado de los portafolios hipotecarios de las dos compañías a 700.000 millones de dólares al mismo tiempo que restaron importancia a su posible papel clave en los sistemas financieros.
Freddie Mac anunció en febrero que no compraría hipotecas basura que supusieran un "desmesurado riesgo" para la firma, según explicó su consejero delegado, Richard Syron. En abril la entidad se mostró dispuesta, sin embargo, a adquirir 20.000 millones de dólares en hipotecas subprime. Durante el pasado mes de junio se registraron un total de 165.000 interrupciones de pago en hipotecas, un 87 por ciento más que el año anterior.