Bolsa, mercados y cotizaciones

¿Cómo se desencadenó la crisis crediticia? Descubra qué podemos aprender de las 'hipotecas basura'

La crisis de las hipotecas 'subprime' ha dejado un pestilente rastro que se expande por los mercados financieros Foto: Archivo

Aunque la Fed insiste en que la principal preocupación para el crecimiento sigue siendo la inflación, los inversores han convertido este problema en su nueva bestia negra. Sobre todo, por el temor a que dañe el principal motor de la economía americana, el consumo, ya que la crisis de las subprime surge de la incapacidad de algunas familias de pagar la hipoteca.

Pero en esta crisis se da otra diferencia clave. Las grandes firmas de Wall Street la están sufriendo en sus propias carnes: "Los efectos colaterales de un aumento de la tasa de impagos en dicho sector podrían dañar negativamente a la valoración de productos estructurados vinculados a este riesgo -sobre todo los conocidos como CDOs- y producir pérdidas importantes en las carteras de los tenedores", explican desde Ahorro Corporación. ¿Qué ha pasado para llegar a esta situación y qué lecciones se pueden sacar para el futuro?

Los mundos perfectos sólo existen en la ficción y la felicidad no dura para siempre.

Saber ganar es más difícil que saber perder. Este tópico de los deportes se puede aplicar para comprender el problema subprime. El exceso de confianza de los ciudadanos era uno de los pilares que sostenía este negocio, ya que los hogares estaban dispuestos a meterse en una hipoteca nueva sin considerar los riesgos que conlleva.

Ello les hizo obviar que estaban comprando viviendas a unos precios desorbitados, que los tipos de interés tenían que subir porque estaban en niveles anormalmente bajos -desde junio de 2003 a junio de 2004 llegaron a estar en el 1 por ciento, mínimo de medio siglo, frente al 5,25 por ciento actual- y que la economía podría enfriarse tras el fuerte crecimiento de los últimos años.

Lo barato sale caro. O cómo muchos pensaron que pagaban menos tipos de interés en su 'hipoteca basura'.

El intenso marketing de los broker inmobiliarios para colocar estas hipotecas llevó a muchos ciudadanos a interpretar que con las hipotecas basura pagaban menos tipos de interés que con las tradicionales. Y en un principio así era, ya que estos créditos ofrecen unas cuotas muy accesibles al principio. Estas cuotas se van incrementando con el tiempo, un efecto que además se ha visto acentuado por la subida de los tipos en los últimos años, lo que hacía muy difícil pagar a fin de mes.

Los bancos han aprendido que si la cuerda se tensa demasiado se puede acabar rompiendo.

¿Alguna vez se ha fijado en los créditos rápidos que se anuncian en televisión y que prometen una cantidad limitada con sólo una llamada? En Estados Unidos, este negocio se llevó al límite y se hizo popular una modalidad de hipotecas llamada no-doc, en los que los prestamistas no exigían ningún dato de ingresos ni de salud financiera a los hipotéticos clientes.

No es de extrañar que la morosidad en estas hipotecas se disparara hasta el 13,77 por ciento al final del primer trimestre. Es decir, que casi 14 de cada cien deudores no pueden seguir pagando.

Nadie es infalible en los mercados financieros. Hasta los mayores bancos de inversión pierden dinero con esta crisis hipotecaria.

Cuando empezó la pesadilla de las hipotecas subprime muchos analistas pronosticaron que los bancos de inversión saldrían airosos de la tormenta. Se equivocaban. El caso más clamoroso es Bear Stearns, el séptimo banco de inversión más grande de EE.UU por capitalización, que ha dejado a los accionistas de dos de sus hedge funds sin un solo centavo después de haber realizado inversiones arriesgadas en este mercado de alto riesgo.

De momento, ya ha dimitido el co presidente del banco, Warren Spector. Además, gigantes de la banca de inversión como Merrill Lynch o Goldman Sachs se han visto zarandeadas por las dudas de los analistas. Este último ya sufrió los efectos de la crisis en los resultados trimestrales. Scott Sprinzen, analista de Standard & Poor's, asegura que "las malas noticias se acumularán durante los resultados del tercer trimestre" para todos los bancos financieros, entre los que nombra a Morgan Stanley o Lehman Brothers.

Cuidado con el encanto de los productos sofisticados. Sus riesgos son distintos de los tradicionales.

La crisis subprime está provocando un terremoto en la cotización de los productos derivados relacionados con las hipotecas. El auge de la vivienda ha dado pie a toda una ingeniería financiera con productos que parecían infalibles.

¿Cómo funcionan? Los prestamistas hacen paquetes de hipotecas que venden a los bancos, que a su vez los transforman en vehículos aptos para invertir: las titulizaciones. Con estos productos las entidades hacen una estimación de todos los cobros que recibirían de las cuotas mensuales y de las de amortización del préstamo y venden unos títulos que dan el derecho de cobrar estos pagos. De esta forma se financian y eliminan parte del riesgo de impago.

Pero todavía hay un paso más allá. Los grandes bróker se hacen con estos derechos de cobro y crean otros productos derivados -llamados CDOs- en los que mezclan prestamos con mayor riesgo de impago con otros más seguros para mejorar así el perfil de riesgo de los menos inseguros. Toda esta sofisticación hace olvidar a los inversores que al final están invirtiendo indirectamente en vivienda y que si ésta se descalabra, también lo sufrirán como está ocurriendo.

Las agencias de calificación de deuda son juez y parte, por lo que sus ratings hay que verlos con cautela.

En todo este entramado, hay una figura clave: las agencias de calificación de riesgo Standard & Poor´s, Moody´s y Fitch. Ellos se encargan de asignar la nota de los CDOs, el único certificado de calidad de estos productos. Sin embargo, el optimismo en la emisión de estos productos puede haber llevado a descuidar su riesgo. Estas entidades utilizan para estos sofisticados productos la misma nomenclatura que para los bonos tradicionales.

Es decir, que puede darse el caso de que una emisión de bonos de una empresa y una de un CDO tengan el mismo rating, mientras esta última paga un cupón mucho más alto. Evidentemente, un inversor elegirá el CDOs. "Pero no se pueden comparar con los de la deuda empresarial", dice a Bloomberg Darrell Duffie, un profesor de finanzas en la escuela de negocios Stanford Graduate.

Los datos son reveladores. Según Moody´s, los bonos empresariales con rating Baa han tenido una tasa de impago de sólo el 2,2 por ciento -medida en periodos de cinco años desde 1993 a 2005-, frente al 24 por ciento de los CDO. Además, para estas compañías, el negocio de calificar CDO´s supone uno de los negocios más lucrativos, ya que las comisiones que cargan por ponerlos superan en muchas veces a las que aplican para emisiones tradicionales, según Bloomberg, por su mayor complejidad.

Los paraísos fiscales también tienen problemas. La crisis llega al sol del Caribe.

Lo mejor de todo este asunto es que el batacazo sufrido por algunas entidades como Bearn Stearns viene aderezado con la polémica de los paraísos fiscales. Algo huele raro dentro del banco financiero y es que su decisión de presentar su solicitud de bancarrota en las Islas Caimán podría hacer la pascua a los inversores y acreedores que intenten recuperar su dinero a golpe de demanda.

Pese a que la mayor parte de los activos está en Nueva York, los dos hedge funds quebrados en esta entidad tienen su sede corporativa fuera de EE.UU. Bloomberg también añadía que Bear Stearns ha echado mano de una cláusula de la Ley de Bancarrota fechada en 2005 para bloquear cualquier tipo de acción legal contra los fondos mientras se sigan los procedimientos en las Islas Caimán, además de blindar el resto de intereses del banco dentro de EE.UU.

Por supuesto, los inversores ya sabían a lo que se enfrentaban al invertir dinero en entidades cuyas sedes se encuentran en los conocidos como paraísos fiscales y ahora quizá vean frenadas sus ansias por conseguir su dinero. Una lección sobre riesgo que todos los inversores de fondos domiciliados en paraísos fiscales no olvidarán.

Lo que "nunca ha caído tanto" puede hacerlo en el futuro. Las rentabilidades pasadas no valen para nada.

Cuando se habla de la vivienda, uno de los tópicos más manidos, a la vez que falsos, es que nunca cae. Todos los inversores que razonaron así e invirtieron en acciones de inmobiliarias o de compañías relacionadas con las hipotecas, sobre todo las de mayor riesgo, están viendo cómo sus acciones se desploman. Y algunas no encuentran freno, como las de la hipotecaria New Century, que en el año ha perdido un 98 por ciento de su valor y ahora está en bancarrota, o Countrywide, otra del sector, que cae un 35 por ciento en 2007.

Si contrata un fondo de pensiones sepa dónde están invirtiendo los gestores.

Muchos gestores invertían en productos como los CDOs relacionados con hipotecas subprime, cuyo valor podría sufrir un batacazo si los precios no se recuperan.

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