
Los líderes del G20 comienzan a llegar el miércoles a Seúl para iniciar los debates de cara a la cumbre de potencias industrializadas y emergentes que se abre el jueves, centrada en la amenaza de una "guerra de divisas" y en la necesidad de proteger la reactivación.
Los presidente norteamericano Barack Obama y ruso Dimitri Medvedev serán unos de los primeros responsables en desembarcar en la capital surcoreana, al igual que la electa jefa de Estado brasileño Dilma Rousseff, que acompañará a Lula da Silva -de gira por Mozambique el martes y miércoles- en todas sus actividades oficiales.
La quinta cumbre del G20 se iniciará el jueves por la noche con una cena de trabajo y culminará el viernes por la tarde. Su objetivo no declarado es tratar de limar las diferencias cada vez mayores entre sus miembros frente a una economía mundial que no termina de despegar y evitar la "guerra de divisas" que envenena las relaciones internacionales desde hace algunos meses.
Esta guerra implica principalmente a Estados Unidos y China por la infravaloración del yuan, pero ha atrapado finalmente a otros países, con acusaciones cruzadas de intervenir para debilitar sus monedas y favorecer las exportaciones y el crecimiento en detrimento del resto del mundo.
El último capítulo de este juego de intriga y sospechas se abrió con el anuncio la semana pasada de la Reserva Federal norteamericana (Fed) de una inyección de 600.000 millones de dólares para sostener la reactivación en Estados Unidos, una medida muy criticada por sus socios comerciales, pues esa medida acarrea un debilitamiento del billete verde.
Luego de Brasil y China, el lunes fue el turno del jefe de filas de los ministros de Finanzas de la Eurozona, Jean-Claude Juncker, de acusar a Estados Unidos de tener "comportamientos nacionales que están inspirados por reflejos egoístas", al afirmar que "el dólar no se encuentra en el nivel que debería estar ante el euro".
En medio de esta ofensiva contra Washington, China sugiere a los miembros del G20 vigilar a la Reserva Federal norteamericana, acusándola de "poner en peligro la economía mundial al lanzarse sola para estimular la de Estados Unidos", según un comentario de la agencia China Nueva publicado el martes.
Si Europa se preocupa por el euro fuerte, en América Latina y Asia el temor es que, con la tasa de interés a un nivel muy bajo en Estados Unidos, los nuevos montos disponibles con la decisión de la Fed vayan a los mercados emergentes, que ofrecen mejores rendimientos, y formen burbujas especulativas.
Para algunos la "guerra de divisas" es la antesala a una vuelta del proteccionismo, "el peor peligro" para la economía mundial, como advirtió el martes en una entrevista al diario Financial Times la canciller alemana Angela Merkel, cuyo gobierno criticó duramente la decisión de la Fed.
Con la economía mundial tambaleante, el G20 debe recuperar la coordinación de las políticas monetarias y económicas nacionales que mostró en su primera cumbre de Washington de noviembre de 2008, al inicio de la crisis. Si bien parece existir un consenso entre los países del G20 para bajar el tono a la disputa por la cuestión de los tipos cambiarios, es difícil que haya resultados concretos en Seúl.
En ese sentido, el presidente surcoreano, Lee Myung-Bak, advirtió el martes que podría "llevar meses" acordar reglas detalladas para resolver los desequilibrios en el comercio mundial y rebajó las expectativas de la cumbre que lo tendrá como anfitrión.
El titular del Banco Mundial (BM), Robert Zoellick, había lanzado el lunes la posibilidad de que colocar al oro como eje de un nuevo sistema que suceda al régimen cambiario flotante en vigor desde 1971, cuando Estados Unidos decretó el final de la convertibilidad del dólar en ese metal precioso.
Por otra parte, la cumbre del G20 (del que forman parte tres países latinoamericanos: Brasil, Argentina y México) debe avalar la reforma del FMI y los acuerdos de "Basilea III" sobre nuevas reglas en el sector bancario mundial para mejorar la resistencia frente a futuras crisis. Corea del Sur ha movilizado a decenas de miles de policías y civiles para garantizar que la cumbre, un acontecimiento percibido como una consagración por este país, se realice sin incidentes.
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