
Tras los países y las monedas también hay nombres propios. Son las personas cuya voz y cuyas decisiones pueden permitir o bien que que el conflicto remita... o bien que que se agrave.
Timothy Geithner. Es el secretario del Tesoro de EEUU. Como tal, entre sus competencias figura la de establecer la política cambiaria de la mayor potencia mundial. Y precisamente por este cometido asume un papel protagonista en la Guerra de las Divisas. Por el momento, mantiene viva la política del "dólar fuerte" instaurada por sus predecesores en los años 90. Sin embargo, hay quien entiende que es una pose oficial y que, en realidad, no pone mala cara a la debilidad del dólar porque sabe que ahora es lo más conveniente para EEUU. Su rol protagonista ha quedado patente en las últimas semanas, en las que ha lanzado distintas propuestas, hasta ahora poco exitosas, para reequilibrar el comercio mundial y contener el conflicto cambiario.
Ben Bernanke. Preside la Reserva Federal (Fed), el banco central de EEUU, y aunque a él no le compete estar pendiente del dólar, son precisamente sus decisiones las que laten tras la debilidad del billete verde. Y esta realidad aviva la polémica, porque mientras Geithner habla, Bernanke actúa. En este sentido, el mercado está pendiente ahora de la decisión que adopte la Fed en su reunión de los días 2 y 3 de noviembre. Se espera que la institución decida introducir más dinero en la economía, algo que justificaría la reciente caída del dólar y que incluso la acentuaría si anuncia un estímulo superior al previsto. Eso sí, el dólar también podría subir si Bernanke es más timorato de lo esperado. La clave, el 3 de noviembre a las siete y cuarto de la tarde -hora española-.
Zhou Xiaochuan. El gobernador del Banco del Pueblo de China es el brazo ejecutor de la política cambiaria del gigante asiático. Es decir, está al mando de la institución encargada de garantizar la gradual revaluación del yuan. Y está siguiendo los designios de Pekín a rajatabla, puesto que la divisa china sigue adelante con su parsimoniosa apreciación, algo que nutre el malestar en Occidente.
Jean-Claude Trichet. El homólogo de Bernanke al frente del Banco Central Europeo (BCE) se lo está tomando con calma. Fiel a su estilo, ha reiterado el mensaje oficial sostenido por los países del G-7 en los últimos años. A saber, que la excesiva volatilidad de los tipos de cambio no es bienvenida por los adversos efectos económicos que genera y que el valor de las divisas debe reflejar la situación económica del país. Y como no ha pasado de las palabras a los hechos, el mercado ha entendido que tiene vía libre para invertir en euros. Eso sí, hasta su paciencia puede tener un límite. Y la de Trichet puede colmarse si el euro se acelera hasta los 1,50 dólares.
Mervyn King. El gobernador del Banco de Inglaterra, como Bernanke, ha inducido la debilidad de la libra mediante las decisiones de política monetaria que ha adoptado. En su caso, además, ha reconocido que a Reino Unido le conviene en estos momentos una divisa débil.
Dominique Strauss-Kahn. El director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) es el árbitro de la contienda. Es decir, el que trata de evitar que la cosa vaya a mayores. Por el momento, ya ha advertido de que la Guerra de las Divisas puede poner en peligro la recuperación mundial. Sin embargo, su mediación no ha servido por ahora para realinear la posición de los implicados en el conflicto.
Yoshihiko Noda. El ministro de Finanzas de Japón dio la orden el 15 de septiembre. Había llegado el momento de actuar en el mercado de divisas. El Banco de Japón obedeció e intervino, por primera vez desde 2004, para intentar frenar la marcha alcista del yen. No contento con ese movimiento, Noda anticipó que no le temblará el pulso si tiene que volver a dar la misma orden en caso de que la divisa nipona continúe apreciándose. Una amenaza que el mercado no olvida.
Guido Mantega. La paciencia del ministro de Hacienda de Brasil también se está agotando. Elevó su voz para denunciar que estaba estallando una Guerra de Divisas y, cansado de la apreciación del real, adoptó medidas fiscales para desincentivar la entrada de dinero caliente -el que busca una rápida rentabilidad- en el país.
Philip Hildebrand. A diferencia de Brasil, donde el crecimiento favorece la ascensión del real, en el caso suizo su moneda, el franco, se aprecia sin que la economía esté en su mejor momento. Entonces, ¿por qué se aprecia? Porque la divisa helvética preserva su carácter de moneda refugio. El caso es que en 2009, cuando todavía no se hablaba oficialmente de la Guerra de las Divisas, el Banco de Suiza ya intervino en el mercado para frenar el franco. Y aunque por ahora no ha anticipado nuevas actuaciones, no se descarta que vuelva a hacerlo, puesto que la fortaleza de la moneda incrementa el riesgo de que el país caiga en garras de la deflación.
Glenn Stevens. Por el momento, el presidente del Banco de la Reserva de Australia (RBA) ve los toros desde la barrera. Por tanto, el país es, junto a la zona euro, el principal exponente de las naciones neutrales, es decir, que no avivan el fuego cruzado de las devaluaciones. Hasta la fecha, RBA ve en la apreciación del aussie un aliado para combatir las presiones inflacionistas, de ahí que no se sienta inquieto por la fortaleza de su moneda.