Nadie si fía de lo que pueda ocurrir a corto plazo con la economía española. Y mucho menos las grandes fortunas. En los últimos tres meses las firmas de inversión de los empresarios más ricos de España han empezado a reducir su grado de exposición a la deuda pública.
En conjunto, la inversión entre las grandes sicavs (sociedades de inversión) se ha reducido así en un 31,5 por ciento, pasando de 385 a 264 millones de euros. Prácticamente todos reducen posiciones. Aunque es cierto que unos más que otros.
La familia Del Pino, accionista de referencia de Ferrovial, sigue situándose a la cabeza por volumen de inversión en renta fija. Aunque entre sus dos firmas -Chart y Allocation- tiene todavía 85,8 millones en deuda española, ese importe supone un 22 por ciento menos de lo que sumaban tan sólo tres meses antes. Otro de los casos más significativos también es el de Amancio Ortega, presidente y fundador de Inditex.
Al cierre del primer trimestre sus tres sociedades -Keblar, Alazán y Gramela- tenían una inversión en renta fija nacional de más de 80 millones, y en julio apenas conservaba la mitad.
Objetivo: evitar el riesgo
Entre los grandes inversores hay también quien prefiere no correr ningún tipo de riesgo por pequeño que sea y lo ha vendido absolutamente todo. Es el caso, por ejemplo, de Morinvest, la sicav de Alicia Koplowitz, que ha pasado de tener 70 millones de euros en obligaciones del Estado al cierre de 2009 a no quedarse ni un céntimo.
De acuerdo con los datos depositados en la CNMV, al cierre del primer trimestre conservaba todavía 22 millones, pero tres meses después ya no le queda nada.
Pero son los únicos. Aunque en menor medida, teniendo en cuenta además que su inversión no era tan alta, también han reducido su exposición en los últimos meses Juan Abelló, Rosalía Mera, Isak Andic, Manuel Jove o el inversor de origen indio Ram Bhavnani.
Hay que tener en cuenta, no obstante, que estas desinversiones se produjeron en los momentos de mayor tensión, entre abril y julio. Cuando el diferencial con el bono alemán tocaba techo y Bruselas se planteaba incluso un plan de rescate, al igual que había tenido que hacer con Grecia.
Ahora, apenas unas semanas después, parece que poco a poco las aguas están volviendo a su cauce y poco a poco se recupera la confianza en la solvencia de la economía española.
El interés del bono a diez años se sitúa en el 4,02 por ciento y poco a poco la brecha con el alemán se ha ido reduciendo, hasta situar el diferencial es 179,2 puntos básicos, frente a los 221 puntos en los que llegó a estar el pasado 16 de junio, cuando alcanzó su máximo. Prueba de que la situación está en los últimos días algo mejor es la subasta de bonos a 3 años que el Tesoro celebró el pasado 5 de agosto.
Se esperaba que se colocara a un tipo de en torno al 2,39 por ciento, ya que ésta era la rentabilidad que estaban teniendo estos títulos en el mercado secundario.
Pero la demanda y la distensión del mercado permitieron que a los inversores les bastara con el 2,276 por ciento para adquirir deuda española. La cifra es un 32 por ciento inferior a la registrada en la última subasta de bonos de este tipo. Se celebró en junio y en ella el Tesoro tuvo que pagar un interés medio del 3,317 por ciento.
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