
Si el Nikkei pierde los 9.000 puntos, la tendencia bajista se impondría con fuerza en los parqués. Es la primera economía mundial en la que se podría instalar el escenario deflacionista.
Como los mapas de los centros comerciales en los que se emplea el punto rojo para indicar la situación del visitante, la bandera de Japón cumple en pleno siglo XXI una nueva función: indicar el posible futuro de la economía mundial. "Por su historia, evolución de la divisa y de la bolsa, el país asiático lidera el cambio del paradigma a la deflación", señalan desde Bolságora.
La economía nipona ha sufrido más de dos décadas de deflación -caída de precios- y su economía continúa muy debilitada -el crecimiento del país fue más débil de lo esperado, un 0,4 por ciento interanual, en el segundo trimestre, frente al 2,3 por ciento que se esperaba-. Por lo que, si el futuro que le espera al mundo es una nueva recesión, Japón será la primera en caer. De cumplirse este escenario, se convertiría en la primera prueba de que la recuperación económica mundial ha quedado atrás.
Confirmando así lo que han adelantado tanto los datos macroeconómicos de las principales potencias, como la evolución de la renta fija. Si en cambio Japón resiste y el futuro se aclara, la razón la llevarían las materias primas cuya cotización apunta a un futuro mucho más estable. Y sobre todo, los beneficios empresariales, que incluso apuntan a la inflación.
Frentes de batalla
En este punto de encuentro de tantas cosas, los frentes de batalla a los que hay que estar atentos son: el yen, el Nikkei y la rentabilidad de los bonos a 10 años japoneses. La demanda por la deuda nipona a 10 años ha supuesto que su rentabilidad recorte hasta mínimos históricos, al cotizar por debajo del 1 por ciento. Con ello, rompe con el soporte histórico del 1,2 por ciento, señal de que la recuperación económica que experimentaba el país antes de la crisis financiera ha llegado a su fin.
Una situación que ya teme el propio mercado con el aplanamiento de la curva de rentabilidades. Calculado a partir de los rendimientos que ofrece la deuda nipona en todos sus plazos, indica que los inversores no esperan una mejora económica ya que, de lo contrario, se exigiría una rentabilidad más alta en el largo plazo.
"Desde un punto de vista técnico, el principal bono japonés ha abierto un proceso de recaída en tendencia bajista de largo plazo que, relacionada con la deflación de su economía, nunca llegó a superar ni lo hará hasta que supere el 2 por ciento", explica Carlos Doblado de Bolságora.
Atentos al Nikkei y al yen
Una señal más clara de un regreso de la deflación en Japón podría venir de manos del principal índice nipón, el Nikkei 225, que recoge hasta cierto punto el efecto que supone la apreciación del yen sobre las empresas exportadoras. "Si el Nikkei mantiene los 9.000 puntos existe la posibilidad de una reestructuración alcista. Por el contrario, la pérdida mantenida del soporte supondrá el inicio de la tendencia bajista en todos los plazos temporales", explica Doblado. Y la diferencia la marcará el yen.
La divisa japonesa se ha convertido en un auténtico dolor de cabeza para Japón, pero en una oportunidad de inversión para los más arriesgados. Con una revalorización del 7 por ciento en 2010 frente al dólar, su nivel más bajo desde 1995, la divisa ha encarecido las exportaciones, pilar de la economía, pero ha supuesto que vuelva el miedo a un menor crecimiento económico.
Acción limitada
Ante esta situación, se espera que el Banco Central de Japón (BOJ) intervenga en el mercado monetario, como ya ha sucedido, en un intento por enfriar la subida del yen y mantener los costes de financiación bajos. Una depreciación que debería ser de, al menos, el 6 por ciento para ayudar a las exportaciones indicó el ministro de Comercio, Masayuki Naoshima.
Esta expectativa abre las puertas a una posible inversión con ETF (fondos cotizados) cortos sobre yenes en su cruce con el dólar ya que, "podríamos tener un intento de vuelta de la divisa en los 81-83 yenes por dólar", explica Alain Galibert de Bolságora. Sin embargo, se trata de una inversión para los inversores más arriesgados, ya que, de tratarse de una trampa, las pérdidas están prácticamente aseguradas. "Resulta difícil dirigir al yen únicamente con la inyección de liquidez", señala Takuji Aida, de UBS.